Mi experiencia. Para Miguel.- Opacan
Fecha Friday, 20 November 2009
Tema 030. Adolescentes y jóvenes


He leído el tetimonio de Miguel. No he podido evitar retroceder en el tiempo y buscar en mis recuerdos. Pité con 15 años y me fui de casa con el equipaje en bolsas de playa y similares una semana después de cumplir los 18 años. Mis padres no me vieron en más de año y medio, porque me mandaron a  más de 1000 km de distancia. Mi padre me  llamaba  con cierta frecuencia. Mi madre, lógicamente, estaba muy dolida y no tenía fuerzas ni para hablar por teléfono conmigo, no oí su voz en todo ese tiempo. Contrariamente al caso de Albert, mi salud era excelente.

Pero los padres siempre son los padres, los lazos de la sangre, el amor incondicional desde el día en que naces,  sus desvelos,  su dedicación y su preocupación por tí, no se olvidan.  Así que poco a poco fuí dándome cuenta de lo que había dejado, empecé a echarles de menos, buscaba  de forma inconsciente su natural ternura en las directoras, y no la hallaba. Me consolaba la oración, el sagrario, sentarme delante y decirle al Buen Jesús: "Menos mal que Tú estás conmigo". Derramé muchas lágrimas, nadie sabe cuantas, era una cría de 19 años, que necesitaba  la atención y el cariño que siempre había tenido en mi familia. Así que cargué con mi cruz y seguí adelante. 

¿Que pasó después? Pues lo que cuenta Inés en su último escrito, llegó la segunda parte. Llegó la depresión... y esa cría tan alegre y chicharachera que era, se fue apagando y convirtiendo en una joven enferma, medicada hasta las cejas, medio dormida por los pasillos, incapaz de afrontar y sacar adelante sus estudios, en resumen, inútil para llevar una vida de numeraria..., no tenía vocación pues no podía con las exigencias que de ella derivaban.

 Cuando me hablaron de pedir la dispensa para volver con mi familia, primero sentí rabia y luego miedo; había tenido valor para dejarles, pero me faltaba valor para volver porque era consciente de que les había hecho mucho daño, aunque en aquel momento, (¡oh, paradoja!) no sentia ningún remordimiento moral, pues era una consecuencia supuesta de haber obedecido la Voluntad de Dios,... o eso creía. 

El caso es que 2 años después volví con ellos y me acogieron y ayudaron como en la parábola del Hijo Pródigo, cuanta paciencia tuvieron que tener pues después de ello seguí acudiendo al centro una temporada, seguí con mis encorsetadas normas....

Hoy soy madre de cinco niños, felizmente casada, sin relación  con  la Obra, aunque conozco, logicamente, miembros y exmiembros. No puedo con la vocación de nume, pero sí con mi familia, mis hijos y mi trabajo fuera de casa a jornada completa. No me falta la ayuda de Dios, ni el cariño de los míos y, como una madre quiere lo mejor para sus hijos, que sean buenos y felices, trato de evitar que tengan la más mínima relación con el Opus Dei, para ahorrarles el sufrimiento que yo pasé,  tanto a ellos como al resto de la familia.

Ánimo a Miguel y a su esposa, estoy con ellos y les deseo lo mejor, que su hijo se recupere y lo tengan pronto con ellos.

Opacan









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