Escribo por primera vez después de mucho leeros. Unos lazos fuertes y sinceros de familia, familia carnal, capan de algún modo cualquier intento mío de juzgar como quisiera al Opus. No lo puedo evitar. Agradezco en todo caso el modo en que me habéis abierto los ojos respecto a cuestiones concretas de la historia del opus Dei, y sobre el modo deleznable con que la escriben desde dentro. Ese reinventarse según conviene, esos tachones...

Sólo un apunte. En el poco tiempo que estuve (llegué hasta el Centro de Estudios y ahí se acabó, antes de la fidelidad), tuve la ocasión de conocer a alguno de los mandamases de entonces de la Comisión de España (ya sabéis, alguna tertulia y alguna charla de formación). Alguno de ellos (un tal Herrando, antes de ordenarse, un tal Prieto, un tal Bernal) inspiraban más temor que amor; más temor que paz... Ceños fruncidos, sentencias más o menos misteriosas e inquietantes, cierto tono amenazante en el momento apropiado, con un dominio del tiempo escénico envidiable... No parecían cristianos alegres de corazón y de alma. sus mensajes no transmitían nada positivo, mas bien el clásico "te vas a enterar de lo que vale un peine". Será que en el Centro de Estudios es lo que prima... Seres grises, torpones, más bien acomplejados, nada que ver con la sal de la tierra, desde luego.  

Un abrazo.

Idaho.

PD: me uno decidida y rotundamente a las voces que claman por el retorno de Satur.