Acabo de leer con mucha dedicación tus disquisiciones retóricas, en las cuales en contra de la precisión, haces un alarde de desenvueltos lenguajes.

Leo que contestas sin decir nada concreto a Naranjas, Ruta, de refilón por el gran aburrimiento que te produce a Mª Angustias Moreno, de Cooper, de Segundo que en sus relatos tan, tan lejanos no te recuerdan ni por el forro lo que has vivido y no “está dentro de tus intereses”.

Y… yo me pregunto , ¿para qué todo esto?

Intentaré no alargar el preámbulo porque hay que hacer un acopio de paciencia y de tolerancia para leer hasta el final esas líneas.

Tu carta me produce un efecto que creo que tendrías que saber, ya que es un tema muy importante, me resulta un texto con fondo “regular” aunque las palabras revistan unas ciertas formas.

Escuché cuando estaba dentro que la única virtud que quedaba al final era la caridad que nos acompañaba hasta el cielo, esplendor de la misma, espejo de Dios. Ahora al cabo de años no solo lo oigo sino que lo veo entre todas las personas que sin interés ninguno respetan y aman a los demás por encima de si mismos, de sus propias ideas. Nada de lo de los demás es “aire”. Dios nos ha dado un alma inmortal, todos somos importantes, de ahí nuestra gran dignidad.

Espero que no me contestes, ya que solo pretendo con toda humildad y sabiendo que estás por encima de cualquiera de las cuestiones que aquí planteas hacerte una corrección fraterna, lo digo de corazón porque todos los hombres somos hermanos.

A mi no me disgusta que estés feliz, me alegro, pero veo muy inconsecuentes todas estas disertaciones.

Y … ahora que yo también he disertado, como dicen el la tierra de vuestro fundador: ”Cada mochuelo a su olivo”

Que la Virgen que siempre nos cuida lo siga haciendo en especial a la hija de Naranjas que será lista y buena como su madre, aunque no la conozcamos.

Atentamente