Recuerdos del día en que se anunció que la Obra iba a ser Prelatura.- Jimenez
Fecha Monday, 02 November 2009
Tema 110. Aspectos jurídicos


La información divulgada estos pasados días por los medios de comunicación, no ajustada exactamente a la verdad como puntualizaba recientemente Haenobarbo, en torno al nombramiento de prelaturas personales para las comunidades anglicanas que desean abrazar la fe de Roma ha hecho retroceder mi memoria en el tiempo.

 

Corría, si mal no recuerdo, el mes de agosto de 1982 y estábamos en la convivencia anual. Era un día entre semana. En contra de lo que acontecía cada jornada, el director ordenó, después de comer, conectar la televisión a las 15 horas para ver el Telediario. Me olí, por pura intuición, que ocurría algo singular. Efectivamente, a los pocos minutos de comenzado el informativo, el presentador anunciaba, más o menos textualmente: “Y hoy el Opus Dei es noticia. El Papa Juan Pablo II ha decidido erigir a esta institución en Prelatura Personal… bla, bla, bla, bla”. (La Obra se convirtió oficialmente en prelatura el 28 de noviembre de ese mismo año).

 

Algarabía general. Botes de alegría y caras de entusiasmo. Gregarismo en estado puro. No sé los demás –seríamos unos 40- pero a mí, que sonreía como un tarugo para que no se me notara, por dentro se me quedó sensación de panoli. Es cierto que venían dando la matraca desde hacía años con la Intención Especial; es verdad que nos habían puesto la cabeza como un bombo con el inadecuado ropaje de Instituto Secular. Sin embargo, yo al menos, jamás había sabido exactamente en qué consistía la famosa Intención Especial ni qué tipo de figura jurídica concreta se buscaba. Ni una charla, ni un círculo, ni una meditación, ni un aviso al respecto. De hecho, hasta ese día de agosto yo no había oído jamás la fórmula “Prelatura Personal”.

 

A modo de patético recuerdo me vienen flashes de las inverosímiles reacciones que se sucedieron durante toda esa jornada sin solución de continuidad, a cual más estrambótica. Todas ellas, desde luego, promovidas desde la superioridad, que evidentemente estaba en el ajo de la noticia que iba a divulgarse ese mismo día. Jamás he visto a más gente supuestamente seria hacer más el ganso sin saber exactamente por qué. En primer lugar, como autómatas, todos nos fuimos al oratorio a dar gracias. Era lo que procedía, gustara o no. Yo, como Vicente, donde iba la gente. Y sospecho que no sólo yo. ¿Dar gracias por qué? ¿Por qué era tan importante esa erección? ¿En qué iba a influir en los métodos que usaba la Obra respecto de sus socios? Respuesta a todos esos interrogantes que se agolpaban en mi cabeza: ni idea.

 

Personalmente me interesaba (porque ahí me picaba) si con la figura de Prelatura los miembros célibes de la Obra íbamos a disfrutar de una mayor libertad con respecto al atosigante tutelaje de la institución e íbamos a gozar, por fin, del cacareado estatus de “cristianos normales en medio del mundo”. Pero, o mucho me equivocaba –y los hechos posteriores demostraron que no-, o el Opus Dei, con ropaje nuevo o en top less antiguo, iba a seguir siendo la férrea maraña de control de normas, costumbres, avisos, mandatos, consejos, sugerencias, correcciones, prohibiciones e interminables puñetas que siempre había conocido. Porque –razonaba- si siendo Instituto Secular durante décadas ha funcionado como le ha venido en gana, ¿qué garantías existen de que como Prelatura Personal vaya a cambiar? Cero.

 

Sigo con el relato de aquel día. Se montó una supertertulia en la que un pavo de la Delegación desplazado a propósito a la convivencia trató de “explicar” lo que era y lo que no era una Prelatura Personal. Yo entendí más bien poco y lo que entendí no me gustó. Me irritó sobremanera la obsesión de algunos mayores de la convivencia en preguntar al colega de la Delegación si existía la posibilidad de que ese estatus de Prelatura Personal se le pudiera conceder a otros grupos. Qué exasperante afán de exclusividad. ¿Era lo que buscaba la Obra? ¿Lo ha obtenido? Entonces, ¿qué demonios importaba si además el Vaticano también lo daba a otros?

 

En el fondo, con los años me he dado cuenta, no era tan vana la pertinaz insistencia de aquellos mayores. Tan importante para la Obra era conseguir la anhelada figura jurídica de Prelatura como ser la única que pudiera ostentarla.

 

Respecto de lo que a mí me preocupaba, mi libertad futura, en ese esbozo que nos hizo el enviado de la Delegación me quedó clara una cosa: todo iba a seguir igual, si no peor. Canónicamente existirán diferencias entre votos y compromisos, pero, sinceramente, a mí me importaba un pepino como se les denominara si al final, internamente, obligaban a lo mismo. Ante mí se abrían claramente dos opciones: o continuaba en ese mundo totalizante o daba el salto y me iba con mi música a otra parte. Todavía tardaría tres años en tomar la segunda opción.

 

Y estos días, leyendo las primeras informaciones –inexactas- me he sonreído pensando en la cara que se les iba a quedar a los altos cargos de la Obra si al Papa llega a otorgar su misma figura jurídica, la Prelatura Personal, nada menos que a comunidades anglicanas reconvertidas al catolicismo. Prelaturas Personales en las que, para más inri, sus sacerdotes son casados. La hecatombe. Al final no va a ser así, pero no me negaréis que como ejercicio de justicia poética no hubiera estado nada mal.

 

Jiménez









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