Once años después (2).- Maripaz
Fecha Monday, 19 October 2009
Tema 020. Irse de la Obra


ONCE AÑOS DESPUÉS (2)

Maripaz, 19 de octubre de 1009

 

 

Poco a poco la orilla del río se convirtió para mí en un lugar donde todas las tardes acudia a pasear y hacer deporte saboreando mi libertad, recien estrenada.

 

Un día ví en el escaparate de una tienda de deporte una mochila preciosa de una marca conocida. Pensando que me serviria para llevar mi raqueta y las bolas, entré y pregunté cuanto valía. No lo pensé mucho, me gustaba, tenía dinero... ¿Quien me impedia comprarla ? No sé, fué como un sueño, poder decidir por mí mísma la compra de un objeto, sin tener que guardar cola a la puerta de dirección para consultarlo, dando toda la cláse de explicaciones de la necesidad de poseerlo...



Por la tárde, puse dentro un líbro, una bolsita con fruta, varias cintas de música, la raqueta... y me la púse a la espalda. Cási como una quinceañera, con los auriculares a todo volumen y con páso ligero, quíse investigar un poco más arriba de donde solia llegar habitualmente y descubrí una campíña preciosa que en mi infancia solía recorrer los dias festivos con mis padres, llevando la merienda y corriendo con toda libertad.

 

Desde aquella tarde, aquél rincón se convirtío en mi favorito y una vez que habia peloteado un ráto en el frontón, me sentaba en la pradera y escuchaba el canto del água que me serenaba. Leía un buen ráto, respiraba profundamente, miraba las montañas y regresaba a cása como nueva.

 

Un día, me atreví a saludar a una de las supernumerarias que tenia una zapateria y que yó conocia desde hace años. Éra encantadora, su marido, tambien de la obra, muy amable mi invitó a acudír a su cása algún día. Aproveché una mañana que la ví a élla en la tienda, para pasar y charlar un ráto. Me recibío muy amablemente y después de un ráto de conversación, le comenté donde podia confesarme. Enseguida me púso al día de las actividades que tenian ellas a lo largo del més. En el colegio de las mónjas, les dejaban la capilla y el confesionarío, un dia a la semana y un sacerdote agregado, bajaba de un pueblo cercano para atenterlas.

 

Así fué como pasé a formar parte de aquel grúpo como úna más...era tal el "mono"que tenía!!

 

Me llamaban con antelación para avisarme de los cambíos de horario y hasta me reverenciabán por sér numeraría auxiliar, bueno ex, numeraria auxiliar.

 

También conocí por entonces a los padres de un sacerdote numerario que está dentro todavia y que recordaba de mis tiempos en el pueblo. Me híce muy amiga de ellos y acudía a su cása porque me encontraba muy bién con ellos. Más de úna vez coincidí con su hijo que venia a visitarles y que apenas me miraba a la cára. Me dejaban "Mundo Cristiano" y libros con censura...

 

Éra dificil después de toda úna vída dentro de aquél múndo, deshacerse de él, así sin más...

 

Mis amígas, no estaban en el pueblo, cáda úna habia tomado su rumbo en la vída, estaban casadas, tenian hijos...

 

Además, no estaba preparada para la vída de la gente normál... ¡Yó que siempre había creido que era una persona normal!

 

Mi múndo se habia quedado perdido en las callejuelas de Sevilla... mi múndo y mi história...

 

Estaba perdida, sin puntos de conexión con las personas de mi entorno, sin saber que opinar, sin tener experiencias vividas de aquella nueva vída. No sabía por donde empezár, solo sabia acurrucarme entre las personas que entendian mi pequeño y distinto mundo y no sabia ni podía romper los lazos que tan fuertemente, me ataban.

 

Una de las primeras cósas que híce una mañana, fué ir a la oficina de la Seguridad Social para pasár mi pensión a la Comunidad de Castilla y León. Después de haber arreglado mis papeles en Sevilla, practicamente sóla, en un pueblo grande, me parecía facilisímo... Además, me gustaba de manera especiál poder ejercér mis derechos de ciudadana y cumplír mis deberes como hacen las personas que viven en medío del múndo. Había vivido tantos años engañada, con ese aíre de familia que me habían inculcado de usár en beneficio propio, la santa pilleria y la santa desverguenza, que disfrutaba al fín, pudiendo hacer las cosas, como mis padres me inculcaron siempre.

 

Después acudí al banco para abrír una cuenta corriente. El directór me mandó pasar a su despacho como si se tratara de una nueva millonaria, cuando mis ahorros éran minímos. Pero me sentí importante, libre...

 

Además, había adquirido una enorme seguridad en mí mísma.

 

Me estaba empezando a gustar mi nueva vída. En cása, mi padre esperaba con impaciencia. Estaba muy enfermo y no podia acompañarme. No me veía muy segura y no sabia como protegerme. Descansó cuando le conté que lo había solucionado todo estupendamente.

 

 

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