La “gran verdad”. Para Isabel Caballero.- Jimenez
Fecha Monday, 28 September 2009
Tema 900. Sin clasificar


Isabel, me rindo. Me has pillado. Mira que lo he intentado, pero nada. “Jiménez”, efectivamente era un disfraz. En realidad soy el “Hombre N”. La N viene de “Nexo” (no confundir con NN: ésos son a los que Sanescrivá les hace los milagros, según las Hojas Informativas), pues soy, ni más ni menos, que la conexión, el enlace, la correa entre el Opus Dei y el Dr. Rojas.

 

Como intuiste cabalmente desde un principio, qué hábil eres, no vengo haciendo otra cosa desde enero que presionar a Agustina para que deje de publicar tus escritos. Bueno, en realidad Agustina no es Agustina, sino un grupo formado por Agus, Ti y Na. Por eso en mi primer correo hablé de “los responsables” de la página. Terrible desliz, que a un ojo perspicaz como el tuyo no podía pasarle inadvertido.

 

El asunto es que el momento procesal del caso Rojas, del que no me pierdo ni un detalle como sabes, exigía acallarte, “borrarte del mapa de Opuslibros”, en tus propias palabras. Y como la presión sobre Agustina durante 9 meses no acababa de surtir efecto y el tiempo apremiaba, decidí irrumpir en la página bajo el disfraz de Jiménez. ¿Con qué objetivo? Pues ni más ni menos que el que tú sugieres: yo, que, como afirmas, me presento habitualmente como “líder ideal” (¡qué bien me calaste!) me disponía a encabezar una “sublevación popular” en la página de tal forma que mis súbditos –todos los participantes- presionaran sobre “los responsables” para que te condenaran al ostracismo. Blanco y en botella.

 

¿Y cual era la estrategia para alzar a mis sublevados? Como los lectores de Opuslibros son de natural consentidores, manipulables y poco críticos, iba a convencerlos con minucias, haciéndome pasar por un vulgar participante: que si el asunto Dr. Rojas se sale del objeto de esta página, que si pensaba que ya estaba suficientemente aclarado en tus 29 correos, que si me parecía un abuso… y otras tonterías de ese jaez. Atomito, que, como sospecharás, es mi lugarteniente en esta sublevación, las explicó magníficamente el pasado miércoles.

 

Pero tú, Isabel, me has desenmascarado, has denunciado mi oscuro plan y has vuelto a poner las cosas en su sitio. Y a mí no me queda más remedio que retirarme, quitarme el maldito disfraz y redactar un detallado informe a la superioridad haciendo constar el fracaso de mi operación. No menciono lo del rabo entre las piernas para evitar chascarrillos e ironías. Espero que el Opus y Rojas, íntimos míos, me lo perdonen algún día.

 

Y tras esta confesión de “la gran verdad”, propongo, Isabel, dar por zanjado este asunto, esperando que te quedes tranquila de una vez por todas.

 

Jiménez







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