Cartas de familia (I).- Books
Fecha Wednesday, 09 September 2009
Tema 010. Testimonios


                                                                  Sevilla, 20 de diciembre de 1.981.

Queridísma hija:

Te escribimos en estos días con un solo deseo: que pases unas navidades muy buenas en compañia de los que te rodean y que pidas mucho al Señor para que el año 1982 sea mejor que el  que ahora termina.

Tenemos muchas ganas de ir a verte y pasar un día de estas fiestas contigo, pero lo veo muy dificil, ya que el viaje, el hotel y las comidas nos saldrían por unas quince mil pesetas, solo mamá y yo. Si pudieras venir tú, estarías con nosotros unos días y saldría más económico.

No nos has dicho si recibiste el giro en el que enviamos tres mil pesetas y estamos intranquilos. Hoy te mando un talón nominativo por dos mil, dinos si te llega....

Todos estamos deseando verte, mamá, J., F., M. y J.A. Mamá te escribe a mano por detrás....

Te quiere mucho, mucho, tu padre.

El viernes me dio un ataque de orden, y empecé a abrir cajones que casi nunca abro: cajas con monedas antiguas, veinte abanicos, libros infantiles, clips, mapas de carretera, mandos de televisores que ya no existen, un móvil del año que el hombre pisó la luna.

Un portafolios con copias de cartas que mi Padre me envió mientras viví en madrid.

Me llevé una sorpresa enorme. Se me saltaron las lágrimas y se me hizo un nudo en la garganta. Empecé a pensar en mi Padre.

Cuantos años de su vida me perdí. De su buen humor, de sus chistes, de sus ocurrencias.

Disfrutaba como un niño con cualquier cosa. En eso me parezco a él. Y en su gusto por los libros, los crucigramas y el fútbol. Como él, sevillista por los cuatro costaos. También tengo la costumbre de atarlo todo con gomillas, como él.

Le encantaba pasear por el parque, ir al puerto de santamaría en barquito desde cádiz, y si algo le "pirriaba" como él decía, era tapear.

Cuando volví a sevilla mis visitas eran muy escasas, y cada vez que iba a casa, me llevaba algo.

Cada mes de junio, el día 26 yo lo llamaba para que me acompañara a la misa del fundador. Le encantaba la solemnidad y el gregoriano. Tocaba el órgano de maravilla, de hecho fue el organista en la iglesia de un pueblo de la que su tío era párroco. Un santo, mí tío. Si veía a alguien por la calle con los zapatos rotos se quitaba los suyos, y se volvía descalzo a su casa. Si veía a alguien con frío le daba su rebeca. Escondía la mitad de la comida que le hacía la asistenta y se la daba por la tarde a cualquiera y mil cosas más. En el pueblo lo consideran un santo, tiene una calle allí.

Lo que más me gustaba del día 26 era quedar con él una hora antes de la misa y tomarnos una cerveza y una tapa. No se me olvida su cara de felicidad, con su niña y con su tapa.

Books.

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