Los siquiatras (para Ana Azanza).- Castalio
Fecha Monday, 24 August 2009
Tema 105. Psiquiatría: problemas y praxis


Querida Ana Azanza:

Tienes razón en lo que dices de la responsabilidad de los directores. Me retracto de lo que dije y aclaro: creo que todos aquellos que, conscientemente, cooperan con sus dobles verdades o sus mentiras a la manipulación institucional de las personas, son tan responsables como el que las diseñó. Creo que el dolor que se manifiesta en tus escritos nos debería hacer reflexionar a todos los que leemos esta página para no seguir colaborando, ni directa ni indirectamente, con una organización que miente sistemáticamente, que se mueve en los terrenos de la simulación, de la manipulación mental y del secreto con el que se proscribe y margina a las personas.

Me quiero referir también a la forma en que manipulan las mentes llevándolas al siquiatra. En México, hace algunos años, era tal la patología mental que se había producido entre muchos (muchos) numerarios que enviaron a un numerario médico a estudiar su doctorado en la cuarta planta de la clínica de Navarra, donde tienen a todos lo que se han vuelto locos por el sistema opus. Regresó muy estudiado y sabio, pero precisamente por eso y porque, además, es muy inteligente, se salió de la obra cuando vio la forma en que las personas eran manipuladas desde las cúpulas de la jerarquía mexicana del opus. 

No puede ser sino práctica sectaria aquella que intenta zanjar los problemas institucionales enviando a sus miembros al siquiatra para que los empastille y los tenga quietecitos en un rincón obscuro de alguno de sus lúgubres centros de mayores. En México, capital, hay un montón de numerarios neuróticos y con una enfermedad de moda que se llama depresión bipolar. Muchos -nadie me lo puede negar- toman pastillas antisicóticas, ansiolíticos, somníferos y un sinfín de barbitúricos para mantener artificialmente el ánimo de seguir en la obra. A mi me las hicieron tomar cuando me llevaron con un médico judío de Polanco, quien hizo su fortuna cuando descubrió la veta de la sicopatología numeraril. Las tomé tres días y al ver que se menguaba mi vida, las dejé de tomar. A las tres semanas el directorcito que me había enviado al siquiatra me dijo: "Que bien te han sentado los medicamentos de Otero (así se apellidaba el charlatán)", y no dijo nada ante mi respuesta: "Creo -le dije- que no son los barbitúricos, pues los tiré al cesto de basura hace tres semanas". El entonces director de estudios de la Comisión, un abogado obsesivo a más no poder, en mancuerna con el entonces defensor (que ahora yace en su centro de Monterrey absolutamente deprimido) se encargaron de enviar a muchos otros con el chamán judío, quien los empastilló, los mandó a la banca y ahí siguen o ya se fueron.

¡Qué triste es el Opus Dei! o ¿alguien me dirá que es alegre y que la mayoría de los numerarios mexicanos se ven felices e íntegros? ¿alguien me puede negar que la tónica general de sus microambientes en los "centros de mayores" es triste y no se le antoja a nadie? Una de las principales causas de esa triste situación es la neurosis que padecen muchos numerarios. Y es que, aunque tomen pastillas, con que piensen un poquito, se verán asaltados por las dudas más profundas sobre la artificialidad de sus vidas. 

Castalio.    









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