En el anterior envío, decía que no me parece ejemplar, sacerdotalmente hablando, que un clérigo haya funcionado tan al margen de la jerarquía en momentos tan importantes de su vida sacerdotal. Los datos que aporta Giancarlo Rocca a este respecto en su crítica a la hagiografía (que no biografía) de Vázquez de Prada y en su estudio sobre los estudios académicos de Escrivá son muy fuertes.

Pero en esos dos artículos también aparecen otros asuntos que no se pueden calificar como menores. Resulta muy chocante que predicara la santificación del trabajo, la importancia de poner las últimas piedras y que él tardara 5 años en aprobar la asignatura que le faltaba para terminar la carrera de Derecho civil, a pesar de matricularse todos esos años en esa asignatura: una carrera, por cierto, que había comenzado 13 años antes.

Tampoco me parece nada ejemplar que alguien que instaba a huir de la chapuza en el trabajo aprovechara los exámenes patrióticos de la posguerra española para defender en la Facultad de Derecho de Madrid, el 18.XII.1939, una tesis doctoral en la que había empezado a trabajar en marzo del año anterior: hasta tal punto debía de ser poco presentable el tal trabajo que fue hecho desaparecer años después y sustituido por un ejemplar de la segunda edición del libro La Abadesa de las Huelgas, de 1974, que había publicado por primera vez en 1944 (libro que –dicho entre paréntesis- habría que ver quién lo redactó: pues en esto de los escritos del Fundador ya nos hemos ido enterando por diversos estudios publicados en Opuslibros, de que Escrivá no escribía tanto: pues las supuestas Cartas fundacionales las escribieron un equipo de miembros a mediados de los años 60; y Forja, el Prof. Ignacio Carrasco).

Saludos cordiales,

Doserra

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