Saber perdonar y el saber pedir perdón.- unocomocualquiera
Fecha Monday, 10 August 2009
Tema 070. Costumbres y Praxis


“Hay que saber perdonar”, me dijo don Francisco <<Kiko>> Ugarte un día. Estaba en su famoso artículo publicado en Istmo (una revista de dudoso nivel intelectual, publicada bajo la Universidad Panamericana, subvencionada por el IPADE y condenada a la extinción en cuanto fallezca Carlos Ll. su fundador). Y es claro: al perdonar se evita envenenar el corazón. Se evita vivir eternamente en el pasado doloroso. Se evita eternizar el rencor. Perdonar de corazón –dicen- es clave en la felicidad… pero lo que me pidieron fue demasiado… me pidieron volver a confiar!...

 

Perdonar no es lo mismo que olvidar. Una cosa es no buscar venganza, descontar la deuda, y otra es volver a confiar. Las mujeres me entenderán bien. A veces les he preguntado ¿por qué para una mujer es que la infidelidad conyugal es tan difícil de perdonar?, ¿por qué es lo único que una esposa no puede perdonar?, ¿por qué -aunque el marido regresa contrito- no hay perdón, nada es igual?... y me dicen “porque no se podría volver a confiar”. Una cosa es perdonar y otra confiar, dormir con alguien, poner la cabeza y futuro de nuevo en sus manos, poner el corazón y alma en sus manos…



Si, creo que todos estamos obligados –por nuestro propio bien- a perdonar. De hecho, hay que saber perdonar. Aventuro que a muchos lectores en este sitio nos cuesta perdonar, olvidar, y por eso sufrimos. Yo el primero. A lo que no estamos necesariamente obligados es a confiar.

 

Verán, creo que cuando alguien pide perdón, por lo regular se le concede… el hecho de que esté realmente arrepentido o no, o si re-caerá, no es tan importante. Se le perdona y se acabó. Pero, el volver a confiar exige como mínimo verificar el nivel de arrepentimiento y la disposición de no volverlo a hacer. Ninguna de esas cosas las vi en los directores.

 

Un día, me llamaron del país a donde había ido por motivos académicos y me dijeron: “quiero pedirte en nombre de los directores una disculpa… tenías razón”… me quedé perplejo y pregunte: “tenía razón en qué?”… me respondieron: “en todo”. Joder! Nunca, ni en mis mas vanidosos sueños,  me creí tan inteligente como para tener razón en todo. El problema fue que ese buen amigo que representaba a “los directores” no era “los directores”… ¿quienes son “los directores”?... no eran los que me despidieron de mi trabajo como profesor con tal de encubrir a un numerario -secretario general de la universidad- que era alcohólico y mujeriego, no fueron los que recibían mi charla fraterna y luego hacían de mis jefes en el trabajo y de mi director en mi casa (cosa por demás asfixiante y prohibida), no fueron los que sentían que representaban la voluntad de Dios para mi y que afirmaban leer en el corazón de las gentes como el “Inge” Valenzuela, no fueron los que manipularon a supernumerarios moribundos para que dejaran parte de su herencia a la Obra y así ganar el cielo, no fueron los que violentaban el secreto de confesión escribiendo informes acéticos de las personas, no fueron los que me pidieron sabotear el trabajo de hermanos suyos que no se atrevían a enfrentar, no fueron los que se engolosinaron con el poder, no fueron los que me recomendaron mejor no comentar nada de lo que había visto a los directores de otros países (para no agobiarlos claro!)… no; simplemente eran demasiadas gentes y personas que cambiar. Yo también –como Damian (27-Jul-09) odio las revoluciones.

 

Don Kiko, me recomendó con profunda humildad su propio artículo… “tu problema es que no sabes perdonar”… me dijo proféticamente… lee lo que he dicho, que esta tan bien dicho (esto último lo invento)… y lo leí. No mucho después me pregunté -una vez terminado el artículo del “golfista del traje talar”-: ¿donde esta la parte “B”?… ¿donde esta la segunda parte?... ¿donde esta el manual de “Cómo pedir perdón”?…

 

Recuerdo que de entre los tantísimo días de charlas y retiros, la formación más deficiente que recibí fue la de “cómo ser director”… nadie me enseñó… nunca aprendí!... recuerdo que me refirieron a leer un montón de vademecums y ya está!… a recibir charlas y tomar decisiones de almas que la Gracia no faltará!!!... que yo recuerde nunca me dieron una charla de cómo saber pedir perdón a mis hermanos. Creo que es una omisión gravísima en la prelatura.

 

Ahora veo claramente en mi trabajo diario (como es verdad que el trabajo –con sus golpes- nos santifica y perfecciona!),  si se quiere sobrevivir y mejorar, tengo con frecuencia que perdonar y pedir perdón. Tengo que saber que la gente –me incluyo-, ante un problema que resolver, no se equivoca porque tiene algo personal… la ignorancia o el error no suelen ser intencionales… Creo que una empresa se juega su supervivencia –y con ella los puestos de trabajo que genera- en la medida en que reconozca, corrija y aprenda… en la medida en que pida perdón. A esto, K. Popper le llama aprender, en efecto “all life is problem solving”.

 

En la medida en que la Obra aprenda a reconocer errores, pedir perdón y corregir, en esa misma medida asegurará un mecanismo de aprendizaje y se ganará un lugar en el futuro. De otra manera no hace sino ahogarse. Tendría que aprender de la Iglesia!… cuantas veces no ha tenido que reconocer un error y pedir perdón. Pues ya saben, cuanto antes mejor!... sobre los demás factores que la Obra tiene que mejorar para subsistir, mas después.

 

Unocomocualquiera

 

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