Para Daniel_M en relación con María ML.- sanivo
Fecha Wednesday, 01 July 2009
Tema 900. Sin clasificar


Estimado Daniel_M:

Cito tu mensaje dirigido a María ML:

"Siento decirte que tienes razón cuando comentas en tu carta “pienso que estoy en pecado mortal y que (Dios) no está en mí”. Es verdad, no estás en gracia de Dios, no tienes vida sobrenatural en tu alma. Dios no está en tí. 

Es la verdad, pero no por enseñanza del Opus, sino porque es la enseñanza que Dios mismo nos ha trasmitido desde el primer libro de la Biblia."

Nadie está legitimado para juzgar sobre si alguien se encuentra o no en gracia de Dios. Nadie, ni siquiera uno mismo, puede tener certeza al respecto. Sólo el deseo, la esperanza de que así sea...



El estado de gracia, desde luego, no depende de cómo se sienta uno. La conciencia puede hacer que uno se sienta mal, por ser una conciencia errónea o escrupulosa.

La imputabilidad queda disminuida por factores muy diversos: los hábitos contraídos, la inmadurez afectiva, la fuerza de las pasiones, la ansiedad, etc. Por cierto, que esto es doctrina de la Iglesia Católica -ver números 1735 y 2352 del Catecismo-.  Y un pecado en materia grave, sin plena responsabilidad moral, constituye sólo pecado venial.

Por cierto, ¿alguien más ha caído en la cuenta de que el Catecismo nada dice sobre la falta de parvedad de materia en relación con el sexto? Define la lujuria con carácter general, pero sólo califica como gravemente inmorales ciertas conductas lujuriosas; no todas. ¿Por qué hemos de suponer que las no sancionadas como gravemente inmorales también lo son? ¿Qué queda de la gravedad de los besos, los abrazos intensos, las caricias, las miradas?

En fin, volviendo al tema: ¿Qué sabe nadie si María ML, o quien sea, merece o no la salvación?

Cuando yo tengo alguna caída en materia sexual, no me cabe la menor duda de que concurren circunstancias atenuantes de mi responsabilidad. Pero la cuestión que entonces se me suscita no tiene nada que ver con si estoy o no en gracia de Dios. Lo que sucede es que no recupero la paz interior hasta confesarme. Y he intentado comulgar sin confesarme después de una caída sexual, pero esa paz que añora María ML no me ha vuelto hasta la confesión.

A nivel racional puedo pensar y decir: creo que concurren circunstancias atenuantes que disminuyen mi libertad y atenúan mi responsabilidad, excluyendo el pecado mortal. A nivel inconsciente las cosas suceden de otra forma.

Me encantaría que la Iglesia rebajase la calificación de la gravedad material de ciertos tipos de conductas que tiene por inmorales. No veo la gravedad que pueda haber en conductas que objetivamente no causan daño alguno de ningún tipo: ni interno, ni externo, ni propio ni ajeno.

Me encantaría que la Iglesia cambiase el sistema penitencial vigente. Ninguno de los Apóstoles, ninguno de los Padres de la Iglesia, ninguno de los mártires del Imperio Romano, ningún santo nacido en el primer milenio de la cristiandad se confesó jamás; y no porque no pecasen, sino porque la confesión individual y frecuente de todo tipo de pecados no se empezó a practicar hasta el siglo VI.

Pero las cosas están como están y los problemas de conciencia con el sexo no casto se nos presentan a muchos. La cuestión está en cómo solventarlos. Y mi firme propósito y mi consejo no es otro que perseverar en la confesión tanto como sea necesario.

Por otro lado, como quiera que la confesión de estos pecados es siempre incómoda, no está mal como terapia que uno asocie esa incomodidad con el pecado de lujuria. Y reconocer las propias inmoralidades es un sano ejercicio de humildad. Lo bueno de los pecados de lujuria por debilidad es que, si uno persevera en su confesión, sin perder los nervios ni la paciencia con uno mismo, aumentan la propia humildad. Viene al pelo el, en mi opinión, mejor punto de Forja, el número 187: "Si tus errores te hacen más humilde, si te llevan a buscar con más fuerza el asidero de la mano divina, son camino de santidad: "felix culpa!" ¡bendita culpa!, canta la Iglesia."

Pienso que no es mala pedagogía recomendar que, cuando uno hace algo que está mal, lo confiese. Cuando uno se porta mal con otra persona, la solución no está -o no está sólo- en ir a ella a explicarle los motivos que justifican el propio proceder. Los conflictos humanos se solucionan sólo pidiendo perdón, que es siempre manifestación de humildad. La gracia no está en invocar atenuantes, ni en intentar convencerse de que lo que uno hace está bien cuando la Iglesia dice lo contrario. La gracia está siempre en pedir perdón.Y lo mismo sucede en la relación con Dios.

sanivo







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