La Carta de Junio refleja la carencia de espiritualidad de que adolecen actualmente las directrices que se nos imparte en la Prelatura. Pues se reduce a una cansina enumeración de las fiestas litúrgicas y de los aniversarios internos que se dan en este mes.

            No me extraña esa pobreza, cuando no parecen caber otras fuentes que las referencias a textos muy manidos del fundador y, como para disimular, a algunos conocidos textos de la Escritura y algunas referencias a homilías del Papa en las mismas fechas del año pasado.

            Lo que más me ha llamado la atención es que, al llegar a la parte en que habla de sus intenciones, sólo diga: «Seguid rezando por todas mis intenciones; de modo especial por el comienzo de la labor estable de la Prelatura en Indonesia, Rumania y Corea», y ni siquiera mencione al Papa, a pesar de que en este mes se celebra la solemnidad de san Pedro y san Pablo.

Ya se ve que le deben haber dicho que se le ha visto el plumero en las cartas anteriores y, ni corto ni perezoso, ha eliminado toda referencia al espinoso tema. Aquí no parecen existir los principios; sólo los intereses oportunistas.