Mi historia (X). Conocer la verdad nos hace libres.- Txiqui
Fecha Monday, 18 May 2009
Tema 010. Testimonios


Mi historia (X). “Conocer la verdad nos hace libres”

Txiqui, 18 de mayo de 2009

 

 

Volviendo atrás, al último año de mi centro de estudios, recuerdo que un día recibí una llamada de mi hermana pequeñita, tenia 16 años y decía Pax. Le pregunté que si lo sabían nuestros padres. La contestación se da por sabida: no, no…

 

Estaba contenta la pobre infeliz, era una niña que solo sabia estudiar e ir al club donde estaban todas “sus amigas”. Idealizaba a sus hermanas, pensaba que al final todo sería de color de rosa. Los problemas no tardaron en presentarse porque mis hermanos descubrieron el pastel y pusieron el grito en el cielo. Prohibido ir al club… hasta nuevo aviso...



Mi padre se presentó a hablar con la  directora que no “estaba”, visto lo cual se dirigió  al vicario, al sacerdote del club y al sursulim corda. Razonaba que hasta la mayoría de edad no permitía a su hija que tomase tamaña decisión, que no iría a vivir fuera de su casa hasta entonces porque había sido engañado anteriormente como ya expliqué. Por parte de los sacerdotes le aseguraban que podía continuar yendo como siempre…

 

La cuestión es que al cabo de una semana volvió al club esperando acogida y comprensión, encontrándose con un ambiente gélido. Nadie le hablaba.

 

Aquel fin de semana hubo una excursión a la ciudad donde yo vivía, acudió a verme pero cuando apareció en el centro de estudios le dijeron que yo no estaba. El recado no me llegó nunca.

 

Como “sus amigas” no le hablaban, volvió llorando sola todo el camino. Se encerró en su habitación, no quería salir ni hablar con nadie, ni siquiera para comer. El club era todo su mundo.

 

Viendo la desesperación, mi padre se ablandó, volvió a hablar con el cura que le aseguraba que podía ir normalmente al club. Pero al llegar, la directora le hizo ver que no era bienvenida, que ya la llamaría una persona para hablar con ella.

 

Efectivamente, un día la citó alguien de la delegación que le dijo: “No te preocupes, tú nunca has sido de la Obra”. Salió consternada. Este hecho comprobado exhaustivamente por mi otra hermana puso en evidencia la “bondad” del entorno.

 

De todos estos “pollos” personalmente no sabia nada. Este hecho tuvo lugar poco antes de mi llegada al centro del que hablaba en el relato anterior.

 

Volviendo al tema de mi vecina de habitación internada en Pamplona, me veo en vísperas de San José.

 

Aunque mi situación era de desconfianza y desencanto, se me recomendó que renovara “por si acaso” ya que así en junio podría irme si lo deseaba “por la puerta grande”, que por cierto es parecida a la de los toreros, tarde, mal y a veces nunca. Me pareció bien, pensé: -ahora calma-, hay que reunir datos objetivos para tomar la decisión correcta.

 

Estaba comiendo un día cuando aquella administradora que a veces dejaba la limpieza y me hacia algún comentario, se descolgó diciendo acerca de la enferma: “lo que más me extraña es que está sola, no hay con ella nadie de la casa”.

 

Así que con la cabeza fría le pregunté a la directora que tal seguía la persona en cuestión. La contestación fue de lo mejor: “Pobre, está mal, el médico dice que si no engorda no sé cuántos kilos en tantos días, se puede morir. Yo he ido a verla para decirle que no renueve. Sin embargo tú que sí puedes renovar, no quieres”. Yo la observaba atentamente, iba archivando en el disco duro.

 

Me fui para la Iglesia, me puse de nuevo delante de la Virgen y le pedía “alláname el camino, si esto es lo que parece, que se vea claro, aunque no me guste, dame valor para no colaborar aunque lo pase fatal y pierda todos mis ideales, aunque quede en el destierro de la vida, sácame de aquí”.

 

Me daba horror abandonar, sobretodo equivocarme tal como auguraban siempre con sus funestas predicciones.

 

Estaba en el último año de la carrera, debía desplazarme a Madrid al CSIC para iniciar el proyecto previo al tema del doctorado, necesitaba espacio, libertad de acción. No se me negó. Partí en el puente aéreo con un sobre hacia una casa “de paso”, nunca supe lo que ponía en esas notas, pero noté que una vez allí alguien me seguía en el autobús. Aburrido lo debió pasar, ya que estuve diez horas seguidas trabajando.

 

Como trabajaba y estudiaba, con muchísimo esfuerzo sacaba todo adelante pero mi delgadez empezó a ser extrema.

 

De pronto me hicieron un regalito ¿ por qué no vas a ver a tu familia?

 

Una vez allá pude comprobar que mi otra hermana estaba muy desmejorada. La habían dejado –sola– en la lavandería de un colegio mayor, me comentó mi madre muy apenada, a veces viene y la hago comer porque como siga así se va a morir.

 

Yo callaba. En un momento en que quedamos solas, con mucho miedo por si reportaba la conversación, le dije que era posible que me fuese, que la avisaba por si ella continuaba en la posibilidad de entrar en la lista negra, que lo tuviera presente.

 

Pero… una hermana es una hermana y su contestación fue: “No sé quien sale antes si tú o yo”. Se me abrió el cielo, era una de las señales que esperaba. No me estaba equivocando.

 

Al volver en la charla manifestaba mi deseo de irme cuanto antes, entonces todo eran facilidades, que fuera y volviera a Madrid cuando quisiera, que fuera al hotel que eligiera…

 

En el silencio de la noche oí llamar a la puerta, con un plato en la mano, agua y una pastilla sin cáscara, se presenta la directora: “toma para que descanses…”. Imaginé que era un tranquilizante fuerte, cerré la puerta y lo tire al lavabo. Así varias veces. Pensé que era urgente marchar. Era el primer puente de mayo.

 

Aquel viernes, dejé una nota en la bandeja de entrada a la atención de la directora, que mas o menos decía: “me voy bajo mi responsabilidad, no me busquéis, os doy las gracias por todo lo bueno que hayáis hecho por mi…”.

 

Estaba muy angustiada, desde hacia un tiempo tenia miedo a perder el equilibrio y me daba pánico encontrarme a la directora en la puerta.

 

Este momento ha quedado grabado en mi memoria para siempre, cuando lo recuerdo se me hace un vacío en el estomago y tengo que respirar a fondo. Tuve miedo, tuve miedo a que me pararan, a que no me dejaran salir…

 

En la calle, paré un taxi. Con todo mi equipaje en una bolsa del Corte Inglés inicié una nueva vida, insegura, sin certezas. Como supuse que saldrían a buscar por tierra mar y aire, no fui a casa de mis padres.

 

En mi nueva habitación estuve durmiendo prácticamente cuarenta y ocho horas.

 

Han pasado años, hasta ahora no he podido explicar todo esto. Cuando encontré Opuslibros vi que todos vosotros habíais pasado por el túnel oscuro, y que tiene que saberse. Así que aquí está mi testimonio. En otro momento continuaré la historia. Solo os anticipo que no he visto el rejalgar desde entonces. 

 

En fin Dios nos cuide a todos, a los muchos de dentro que están mal porque el sistema les ha partido el corazón, a los que piensan que han perdido el último tren, a los buenos. Gracias Agustina por mantener esta web, la verdad nos hace libres.

 

¡Hasta pronto! 

Txiqui

 

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