Mi historia (IX), la libertad de los hijos de Dios.- Txiqui
Fecha Wednesday, 29 April 2009
Tema 010. Testimonios


MI HISTORIA (IX). “La libertad de los hijos de Dios”

Txiqui, 29 de abril de 2009

 

 

En primero del centro de estudios noté que una numeraria que venia de mi ciudad no se la veía desde hacia un tiempo. Pregunté por ella a la dirección y me contestaron que se había ido, que ya no era de casa que no “era lo suyo”. Todavía aparecía su nombre en el tablón de anuncios, pedí que se quitara como señal de respeto, ya que nos hacia daño, habíamos perdido a alguien que queríamos. Al poco, nos avisaron a algunas que pensábamos ir a otro colegio mayor a un recital de que residía allí. Salió a recibirnos con la mejor de sus sonrisas y en general recibió –hielo-. Suerte que otro día la encontré y pude darle un abrazo. Era la primera “baja” que vivía, como dice Sabina “alguien perdió el carné de socio del pingüe negocio”.

 

A veces la memoria vuelve atrás y recuerdas cosas ya sin pena...



Cuando terminas en centro de estudios te envían a un centro, puede ser en tu misma delegación, a otra diferente o incluso al extranjero. Así que llegó el momento de marchar. De una en una nos fueron diciendo a dónde íbamos a parar. Vino a buscarnos la directora y al llegar al centro intuí que se aproximaba el final. Este sentimiento me hacia llorar. Cualquiera que me conozca sabe que por mí no lloro nunca, pero sentía tantísima lástima de mi persona que no lo pude resistir.

 

Me indicaron que me reincorporara a mi trabajo del cual estaba excedente, no sabía ni a dónde ir ni que pasaría. Creí que me enviarían fuera a algún lugar desconocido y que tendría muchas dificultades. Así lo manifesté en la charla, pero todo eran ambigüedades.

 

De la dire deduje que le había pasado un buen chasco o cambio o como se quiera llamar. De ocupar un cargo muy importante no digo donde, la destierran a una ciudad diferente, a un centro de universitarias –corrientito– y además, como otros de estas páginas, a buscarse la vida cuando nunca había trabajado fuera. A veces parecía que estaba completamente seca, sin alma.

 

La vida allí era mas bien triste. El lugar, oscuro, interior. La verdad es que llegar no era una fiesta.

 

Una de las numerarias tenía unas contestaciones muy raras sobretodo a la hora de comer, su delgadez era tremenda y constantemente la directora le hacia repetir, era muy violento. Nadie preguntaba nada.

 

La alegría de la casa era una estudiante brillantísima con muchas amigas que había llegado de nuestro mismo centro de estudios un año antes. También estaba delgadísima, sufría gastritis. Compartí habitación con ella y otra estudiante de COU. Fueron los ratos mas humanos que viví en aquella casa. Por la noche, como aquella tenía mucho apetito, nos levantábamos a atacar la nevera. No creáis esta aventura debió durar más de dos veces. Aquella pasaba bastantes apuros económicos y buscaba siempre clases. Yo estaba en el último año de carrera y me tenia que poner a trabajar ya urgentemente.

 

A menudo me plantaba en una iglesia a cuya virgen tenia mucha devoción y me quedaba largo rato sin decir nada. No sabia qué pedir, no sabia qué querer, por no tener no tenia ni futuro, no podía hacer planes de nada, ni de mejorar mi trabajo, ni de utilizar mi segunda carrera, nadie decía nada… Mi futuro era hacer lo que me dijeran.  Ahora entiendo que la falta de libertad y de humanidad acaban corroyendo al alma.

 

Al llegar el final del primer trimestre se me apareció la Virgen, quiero decir que me readmitieron en mi puesto con un destino en la misma ciudad y –muy bien-. Yo creo que la sorpresa no les alegró. De hecho, no sabían ni donde estaba, hecho que me ayudó luego como ya veréis…

 

También nos cambiaron de habitación dándonos dos individuales contiguas. Una noche me despertaron unos lamentos tremendos. Desde el otro lado de la pared se oía llorar y gemir a mi vecina. Me levanté, llamé con los nudillos y al abrirse la puerta la vi muy triste, contestando que no me preocupase, que tenia un disgusto familiar pero que ya se le pasaba.

 

Esta situación se repitió varias veces. Así que lo comuniqué a la directora que contesto una vaguedad nada positiva.

 

Mientras tanto en mi nuevo trabajo disponía de horario para comer. Iba al centro pero se comía tres cuartos de hora mas tarde, por lo tanto comía antes. A veces se me acercaba una numeraria del centro que hacia de administradora y estaba un poco conmigo. Un día se le escapó el comentario de que no entendía por qué comía sola dado que la directora, al final, no trabajó fuera y estaba tan tranquila en su cuarto.

 

En el Opus al menos a los novatos nos inculcaban que éramos una familia que nadie comía jamás solo, otro le acompañaba. Al final tenía que hacer un gran sacrificio para ir a comer allá, además estaba lejos, tenia que correr… Estaba muy delgada, pero continuaba con mis estudios, iba saliendo adelante bastante bien, pero con un poso de sufrimiento en el alma, esto me hacia adquirir una gran seriedad. 

 

Y… es que sin la idea de libertad se desvanece la idea misma de persona, desaparece la pretensión común a todo ser humano de vivir una vida con sentido, porque el sentido resulta de la elección de un proyecto existencial. Con la negación del hombre como sujeto se niegan los valores individuales que son específicamente humanos, de aquí la destrucción de la persona y la somatización de enfermedades.

 

Tuve la oportunidad de ver cómo trata el opus a los enfermos, o al menos si no a todos, a los que yo conocí.

 

Un día descubro que no había visto a mi vecina de habitación en toda la semana . Nadie decía nada. Así que ¡a preguntar a la directora! La explicación era que estaba enferma y la habían enviado a descansar.

 

Pero qué pequeño es el mundo. Unas amigas suyas de San Rafael me vinieron a buscar a la facultad contándome una historia increíble. Una de ellas, había ido por casualidad a Pamplona porque tenia un hermano enfermo. Al pasar a través de un cristal la vio, en la planta cuarta, entre los demás enfermos. Estaba incomunicada. No había posibilidad  de confusión porque ellas dos eran del mismo pueblo y sus familias vecinas de la misma finca. Los padres de la enferma no sabían nada. 

 

No me lo podía creer, algo empezó a temblar en mi interior.

 

Hasta pronto, ¡Que Dios nos cuide a todas y a todos, que nos cuida!

Txiqui

 

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