Señor Prelado, tengo una pregunta para usted.- La del jersey rojo
Fecha Monday, 30 March 2009
Tema 070. Costumbres y Praxis


 

Señor Prelado, TENGO UNA PREGUNTA PARA USTED

La del jersey rojo, 30 de marzo de 2009

 

 

Por casualidad, cayó el otro día en mis manos una “carta mensual” del Prelado que alguien dejó olvidada (¡mamma mía! ¡Cómo han cambiado las cosas, una carta olvidada!).

 

Y busqué hacia el final, donde solían estar las preguntas. Y sí, ahí estaban, donde siempre. (Pues no, no han cambiado tanto las cosas) Las preguntas del millón, seguían estando en su sitio.

 

Tan flageladoras como siempre. ¡Cuántas horas he pasado en mi frustrado intento de oración, dejándome asfixiar por un interrogatorio despiadado, por un examen que inevitablemente suspendería una y otra vez!: Y ahora, hija mía, hijo mío, pregúntate:(…)

 

Y así, de los interrogatorios del padre, crece en los hijos el sentimiento de culpa, en algunos casos hasta la desesperanza.

 

¡Cuántos esfuerzos vanos por conseguir lo inconseguible!

 

¡Cuántas culpas nos han caído, por el noble deseo de llegar a una meta que no existe!

 

Y sobre todo, cuánta pequeñez de miras y cuanta mezquindad demuestra quien traslada su problema a un ser inocente, intentando provocar en él un sentido de culpabilidad del que usted, prelado, padre y buen pastor, quiere desentenderse.

 

Usted estrangula el amor de las almas a Dios con sus maniáticas y minuciosas preguntas sobre innumerables prácticas de un interminable examen.

 

Pero ahora, me toca el turno.

 

Sí, como las cosas están cambiando, me toca a mí el turno, y empieza la ronda:

 

- Usted, como Buen pastor, ¿No se pregunta nuca el motivo de la tristeza de sus hijos, aún la de los más entregados? ¿No se pregunta por qué no funciona aquello de que la alegría es consecuencia directa de la entrega? ¿Por qué en la cuarta planta de Navarra no dan a basto? ¿Por qué tanta enfermedad, tanto desencanto, tanta frustración?

 

- ¿Por qué se comporta como a quien le importa más preservar la buena imagen, que afrontar la realidad de los hechos?

 

- ¿Por qué no entiende, de una vez por todas, que no debe buscar el fallo en las personas, sino en el sistema?

 

- ¿Y por qué motivo nunca escucha la voz de sus hijos? ¿Por qué se queda paralizado, enquistado en el ombligo del fundador, cuando un alma noble desea aportar sus ideas en beneficio de todos?  Será acaso porque recuerda con miedo aquella amenaza de su antecesor ante el menor cambio?  ¡Que Dios le cofunda!, decía el “fidelísimo” Álvaro.

 

- ¿Por qué se le quedan los centros vacíos? ¿Por qué intenta frenar su fracaso a base de concesiones en la entrega, que están convirtiendo sus hogares luminosos en lujosos hospitales y frías casas de hospedaje?

 

- ¿Usted se ha preguntado sinceramente alguna vez, qué diferencias hay entre la Caridad Cristiana, la que predicó y vivió Jesucristo, con la caridad que la institución practica con las almas que tiene más cerca, con los propios de sus filas… y con los que se quedaron heridos en el camino? ¿Qué sabe de ellos? ¿Les hospedó? ¿Les curó? ¿Mandó que no les faltara de nada, y lo comprobó después?

 

- ¿Es que no se plantea que va a tener que rendir cuentas ante Dios sobre qué es lo que está pasando con un potencial humano joven, con nobles aspiraciones de santidad y entrega a Dios y a las almas?

 

Responda, sinceramente: ¿De verdad no ve que se los está cargando?

 

Señor Prelado, tengo éstas y muchas otras preguntas para usted.

 

Pero usted nunca escucha. Usted nunca responde.

 

Ahora ya no necesito su respuesta, porque ya lo he entendido todo.

 

Pero usted sí necesita ponerse en la presencia de Dios y, con la sinceridad que predica, hacer examen. Y por una vez en la vida, rectificar.

 

Y si lo hiciera así, devolvería a tantos miles de almas la alegría de la entrega. Y pitarían más. Y despitarían menos. Y ese gesto le honraría, y su alma se haría grande. Y su vida, la que encerró desde su juventud en un búnker de mármol en el lujoso barrio del Parioli, acabaría por tener un sentido.

 

Señor Prelado, responda. Responda por una vez.

 

Los lectores de ésta Web, especialmente sus hijos, se lo agradecerán.

 

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