Tocando fondo.- Andreu
Fecha Monday, 23 March 2009
Tema 060. Libertad, coacción, control


 

TOCANDO FONDO

Andreu, 23 de marzo de 2009

 

El pasado viernes Calandria publicaba un escrito en el que de alguna manera se lamentaba de lo que ella denominaba “echar más leña al fuego” y pedía más mesura y ponderación en los escritos de OpusLibros.  Reconocía que lo estaba pasando mal. Y que como ella, son muchos, los que estando dentro, sufren y a pesar de ello no dejan de ser optimistas de un próximo cambio.

 

Según ella ahora es distinto, las cosas están cambiando. Y no puedo dejar de preguntarme ¿Cambio? ¿Qué está cambiando? ¿Más libertad? ¿Qué libertad? ¿Qué se entiende por libertad? ¿Qué entienden por libertad? ¿Aún después de años no te has percatado?

 

Admito y, es más, entiendo y comprendo el dolor que tantos y tantas pueden sentir en sus vidas. Sé lo que es, personalmente también lo he experimentado y también lo han sufrido tantos de los que escriben y participan en esta web. Es un sentimiento de impotencia absoluta y generalizada...



No te engañes. Lo que te está pasando, lo que estás viviendo y contigo tantos es la respuesta lógica a que “algo” no funciona y no es algo accidental. Es darse cuenta que por mucho que lo intentes, por mucho que te esfuerces, existe un abismo insalvable entre lo que “crees firmemente que debe ser” y lo que realmente es. Pienso que lamentablemente te has embarcado en una misión imposible y estéril.  El tiempo lo dirá.  Mientras ¿cuantas vidas más serán consumidas?

 

Algo relacionado con lo que comentas me contaba, no hace demasiado tiempo, un buen amigo.  En su momento compartimos “algo” que pensábamos era esencial. La amistad, es una persona auténtica, se ha mantenido e incluso se ha acrecentado con el paso del tiempo. Y con la amistad, como no puede ser de otra manera, el compartir realmente las “preocupaciones, tristezas y alegrías”. 

 

Me decía: Aparece algo parecido a una desgana, a un principio de desinterés. Es una inapetencia que progresivamente se va apoderando de la voluntad. Las pilas se agotan. El cansancio, no justificado, al menos aparentemente, empieza a estar presente en todos los momentos. Cunde el desánimo y su efecto es devastador. Cuesta sonreír, cuesta trabajar, cuesta levantarse, cuesta comer, cuesta respirar, cuesta... ¿Qué es lo que no cuesta? La energía vital brilla por su ausencia. Todo se hace cuesta arriba. ¿Qué está pasando? Sólo apetece desconectar, evadirse, escapar de una realidad que no nos gusta, que incluso nos agrede. Dormir tampoco es la solución, ¿Tan difícil es descansar? El sueño, antes reparador, ahora es otro motivo de tensión. Cuesta dormir y cuando se consigue dura poco. Amanecemos aún más cansados. Un desastre.

 

Peligro! Los sistemas de alerta se accionan. Algo está pasando. Somos conscientes de ello. No nos reconocemos. Intentamos frenar, pero no podemos. Dentro de la pasividad, adquirimos velocidad, cada día peor. Cada día es un reto que parece insuperable. Cada día es un montón de obstáculos imposibles.

 

Todo lo que antes era ocasión de alegría, de satisfacción es, ahora, una carga insufrible e insoportable. Lo que antes nos motivaba, nos ilusionaba se transforma en algo vacío, insulso, sin contendido. Descubrimos la ridiculez de tantas acciones que en su tiempo eran motivo de orgullo. Nos damos cuenta de la gran pérdida de tiempo y de energías en tareas insustanciales, que pensábamos eran “el no va más”. Nos descubrimos con un corazón ansioso de cariño y que sólo se llena, lo llenan, de notas, frases hechas, advertencias, “modos y formas”. Todo superficial. Nada profundo. Nada satisfactorio.

 

Empiezan las preguntas... sin respuesta o respuesta de manual ya conocido. Nosotros mismos las hemos repetido tantas veces... y, claro está, no nos dan respuesta. No nos satisfacen. Ahora somos nosotros los que estamos padeciendo. La solución no es ser más obediente, más mortificado, más... ¿Qué? Ojalá fuera así de fácil. Para eso, uno está entrenado.

 

La única visión es un muro que parece insalvable. La impotencia ante la imposibilidad de cambio, o el riesgo que éste comporta, aumenta el peso de la losa. La situación no es fácil. La angustia se transforma en algo permanente.

 

Los más próximos, los amigos que nos quieren, se percatan rápidamente de que “algo” nos está pasando, algo no va bien. Preguntan, se preocupan, se ofrecen. Pero nuestro silencio es la respuesta. No queremos reconocerlo, no, al menos, públicamente.

 

¿Cómo vamos a reconocerlo? ¿Cómo vamos a admitir que tenemos una vida que no nos llena, que no nos satisface? ¿Cómo vamos a aceptar que “todo” lo que ha sido motivo de vida, ahora, estamos descubriendo que no “es” lo que creíamos con tanta firmeza que “era”? ¿Cómo asumir que no hemos vivido nuestra vida, sino un sucedáneo? ¿Cómo aceptar que hemos estado casi “narcotizados” intelectual y  emocionalmente? ¿Cómo reconocer que hemos sido manipulados y, lo que es peor, hemos colaborado activamente en la manipulación de tantos?  Y finalmente la pregunta del millón, la que verdaderamente atormenta, ¿Dios quiere “eso”? ¿Es ésta su voluntad...? Tu, ¿Qué crees? Por mi parte, lo tengo clarísimo.

 

Su moraleja estaba clara. Según él toda esta situación, desde luego no deseable, pero realmente necesaria, puede ser el principio de algo aún  mucho más grave. Y puede ser, también,  el principio del PRINCIPIO. De nosotros depende.

 

No olvidemos que aún tratándose de un pasillo, largo y oscuro, al final hay una puerta. Es cuestión de armarse de valor y simplemente abrirla. El paisaje, el entorno, todo cambia, hasta los olores y los aromas.

 

Compruébalo. Mi amigo, por cierto, abrió la puerta y... salió a la calle y respira aire limpio, y toma el sol y decide si subir o bajar... Siempre le veo sonriente. Es libre.

 

Por último sólo decirte que no se “echa leña al fuego”. Se cuentan realidades vitales, nada gratuitas, nada frívolas. Piensa que detrás de cada escrito se esconde un torrente de experiencias personales llenas  de ilusiones defraudadas, de esperanzas no cumplidas, de años de entrega absoluta, de ... No es un juego, no se trata de meter el dedo en el ojo de nadie. Tu dolor y sufrimiento es compartido por muchos/as. Dios lo sabe y sabe más, sabrá la razón de tanta sinrazón.

 

Saludos,

Andreu





Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=14356