Haz cuentas. Para Mariapia.- Kaiser
Fecha Wednesday, 18 March 2009
Tema 020. Irse de la Obra


 

Sin conocer tu circunstancia personal no es fácil responder a tu pregunta. Supongo, además, y en ello confío, que habrá quien te conteste con mejor criterio que yo, pero voy a aventurar algunas reflexiones por si te sirven de orientación.

 

Se me ocurre decirte que la admisión, como la oblación, la fidelidad, etc… están ahí para inocular en el individuo esa suerte de incitante desasosiego propio del perpetuo aspirantazgo, de modo que pueda medirse en cada momento la temperatura de tu celo y, por otro lado, para recrear un clima castrense, no de castro, sino de castración, de escalafones y ringorrangos, que en el fondo ellos mismos te dicen desde el principio que no llevan a ninguna parte, porque desde el momento en que pitas eres tan opus dei como el que más y, así seas el único que quede sobre la faz de la tierra, deberás seguir siendo opus dei...



           Esta perspectiva dual de las cosas que caracteriza el enfoque que se da a cualquier realidad dentro de la obra es lo que convierte a los miembros del opus dei en seres sin base firme, necesitados de soporte espiritual y, sobre todo, emocional, que les facilite el tránsito entre una y otra faz de esa doble realidad según convenga.

 

            Es cierto que ante la divinidad no hay más jerarquía que la del grado propio de santidad que cada cual atesore. Es cierto que desde el primer momento uno siente el peso de la responsabilidad de ser fiel miembro de la obra de Dios cual si del propio fundador se tratara. Es cierto que no hay cargos sino cargas y bla, bla, bla; pero, ¡ay! También es cierto que las que pitaron con una -¿Mariapia?- cuchichean por lo bajini acerca de si les han llamado para hacer la admisión y a una no ¡y lo que escuece! Y más escuece que llamen a quien has hecho pitar tú y a ti no te llamen. Escuece. Y, mira, si ha de escocer es porque algo habrá que sanar. Y si no lo ves es porque te falta mortificación, vida interior, filiación divina… ¡de ahí al descarrío no hay más que un paso Mariapia!  

 

Es curioso, cuando se habla de traer vocaciones, por ejemplo, las 500 vocaciones, nadie piensa en 500 admisiones, sino en 500 pitajes. La incorporación material (dejemos a un lado la jurídica) al opus dei se produce en el acto de pitar. A nadie se le dice que ha ingresado pero poquito. Es más, se juega tanto con el ansia de perfección que domina en ese trance al interfecto, que se benefician de la inercia que provoca el hecho de que la incorporación subjetiva se ha producido ya en el momento en que en el aspirante ha tomado cuerpo la idea de ingresar, incluso aunque la admisión no se produzca nunca, de ahí la proliferación ad infinitum de personajes que afirman petenecer o haber pertenecido únicamente porque frecuentaron los centros o los medios de formación o, simplemente, se sientan afines o manifiesten “vivir como si fueran” del opus dei. Nada más denigratorio para el recién pitado y recién instruido en las prácticas internas que verse relegado y confundido entre ese magma indefinido o, peor aún,  sobrepasado por alguien a quien él mismo confundía.

 

Posiblemente estés en observación y lleves bajo el sobaco del alma sin tú saberlo un termómetro midiendo el grado de tu capacidad para vivir la humildad o delate el pico en la curva inquietante de tu soberbia.

 

Se me ocurre que podría tratarse de algo más simple, como, por ejemplo, que no des muestras de suficiente desapego con respecto de tu familia de sangre. O algo tan prosaico como que no cuentes con recursos económicos, o no estés dispuesta tú misma o tu familia a transferírselos. Si te han preguntado acerca de cómo entiendes la virtud de la pobreza ponte a hacer cuentas. 

 

Kaiser.







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