Me ha resultado un tanto artificial la Carta del Prelado del Opus Dei en Marzo, en la que, con la excusa de la fiesta de san José y del viaje del Papa a África, nos suelta una soflama pidiéndonos que «cerremos filas junto al Papa» en una «sinfonía de corazones».

Y es que esa excusa resulta un tanto débil, en comparación con el subido tono de su petición de «unión con la Cabeza visible del Cuerpo místico» como algo «esencial en la Iglesia» y con la referencia al momento en que la Iglesia pedía la liberación de Pedro de la cárcel de Herodes: ¿tan preso ve al Papa?

Pienso que la mención que hace del ejemplo de Pablo, que abraza a Pedro a pesar de no estar de acuerdo con su actitud hacia los judaizantes, puede dar una pista de lo que consciente o subconscientemente nuestro Prelado puede ser que lleve por dentro, quizá especialmente después de su audiencia con el Papa el pasado 31 de Enero, de la que siguen sin decirnos nada.

Y me parece que confirma esa sospecha el hecho de que, sin venir a cuento, pase a mencionar los tiempos de los últimos años de la vida de Mons. Escrivá, en que –ante su sentimiento de impotencia ante lo que no le gustaba en la Iglesia- se aferró a la idea del «tiempo de rezar y de reparar».

En suma, que lo que nos está diciendo es que, a pesar de que los tiempos pintan mal en la Santa Sede para los manejos que se traen las autoridades de la Obra, tenemos que hacer de tripas corazón y dar la impresión de que somos una institución que mantiene su unión con el Papa a pesar de los pesares.

Es como si quisiera curarse en salud, en prevención de una posible llamada de atención por parte de Roma: -No, ¡si nosotros estamos muy unidos y pedimos a nuestros fieles lo mismo…!

Pero servidora no se lo cree, porque aquí seguimos sosteniéndola y no enmendándola en todos los temas importantes en los que en estos momentos la praxis de la Prelatura constituye un auténtico cisma para la Iglesia: Obras son amores y no buenas razones.

Trinity