La importancia de los nombres.- Antón
Fecha Monday, 09 February 2009
Tema 900. Sin clasificar


La importancia de los nombres

 

Francisco Moyano

La Tribuna de Marbella, 6/02/2009

 

Para cualquier persona un nombre puede resultar una condena o un orgullo. Cuando hablamos de la designación de una calle, una plaza o un parque, además nos encontramos con una motivación en el origen del nombre y, generalmente, con ciertas connotaciones históricas. Una de las zonas de Marbella que goza de un topónimo más antiguo y cargado de resonancias históricas, tradicionales, costumbristas y de la vida cotidiana de la ciudad durante siglos, es el Calvario: monte del Calvario, ermita del Calvario, Parque del Calvario…

 

Recientemente un grupo de miembros de “La Obra de Dios” (Opus Dei) ha puesto en marcha una iniciativa para que el Parque del Calvario pase a denominarse “Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei”. Monseñor Escrivá se encuentra en el santoral de la Iglesia Católica, después de un proceso de canonización llevado a cabo con una rapidez que no recuerdan los tiempos; tiene su festividad entre San Juan y San Pedro, el 26 de junio.

 

No encuentro nada en contra de que el santo cuente con una calle, una plaza, un parque o una avenida en Marbella, pero sí creo que hay muchas razones para que no sea precisamente en esa zona y a costa de que el Parque del Calvario deje de tener esa denominación. Simplemente el derecho de antigüedad, una especie de derecho adquirido, debería bastar, pero existen las razones históricas, la existencia de la Iglesia del Santo Cristo del Calvario, la Cofradía de la Virgen del Calvario y Cristo de la Exaltación y, de forma contundente, la denominación popular desde tiempos muy antiguos. Al fin y al cabo es el pueblo quien termina por hacer triunfar los nombres de las calles. Hay ejemplos muy clarificadores: nadie pudo cambiar el nombre de Plaza de los Naranjos (por mucho generalísimo de los ejércitos que luciese en la placa y en el busto de su centro), ni se desbancó nunca la denominación de Calle Ancha a la que se intentó, institucionalmente, que fuese López Domínguez y más tarde Germán Porras. De momento la demanda para el pretendido “parque Escrivá de Balaguer” se encuentra en manos de la “Comisión municipal de nombres de calles”, quien propiciará el que sea llevado a Pleno o no. Ignoro desde cuando funciona esa comisión, pero debió andar muy despistada cuando, en plena era democrática, puso como nombre de una calle el de uno de los monarcas españoles más nefastos o detestables que registra nuestra historia: Fernando VII; habría que aplicar ahí la ley de memoria histórica. Hay cierta tendencia a cambiar los nombres sin contar con un aval que lo justifique; últimamente también se escucha con insistencia llamar a la calle del Peral, calle Isaac Peral. No existe ningún testimonio documental ni oral que refleje que esa calle se haya llamado así en algún momento; es más, ni siquiera calle Peral, sino “Del Peral”, que es como el pueblo siempre le designó. Pero volviendo al caso que nos ocupa, parece ser que la Cofradía de la Virgen del Calvario ha presentado unas alegaciones argumentadas sobre su posición en contra de que se cambie el nombre del parque. Bien visto sería algo así como desvestir a un santo para vestir a otro. Creo que esa proposición no debería llegar al pleno y que el grupo solicitante podría formular la petición en el sentido de que Escrivá de Balaguer cuente con una calle pero en otro lugar que no distorsione ni la historia ni la tradición.









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