Discernir las vocaciones sacerdotales o consagradas (I).- Ruta
Fecha Monday, 19 January 2009
Tema 050. Proselitismo, vocación


¿Poseemos algún método para discernir las vocaciones sacerdotales o consagradas?

 

Por Marcel Devis Rector del Seminario de Post-Curé La Cliesnoye-Cuise-la-Motte (Oise).

 

En una carta que el Dr. Ch.-H. Nodet escribía al director de esta revista y que fue publicada en el número 40 bajo el título «Desequilibrio nervioso y vocación», proponía en resumidas cuentas esta pregunta: —¿Hay, en la Iglesia, un método netamente elaborado para el discernimiento de la autenticidad de una vocación, que, sin desinteresarse de los datos psicológicos, se coloque no obstante sobre el terreno propio que es el de la Iglesia, el terreno espiritual? El autor de la carta se ha visto obligado a hacer esta pregunta por su experiencia de psiquíatra, que le ha puesto frente a seminaristas o novicios afectados por perturbaciones nerviosas o psíquicas...



Si no hemos entendido mal, se le piden dos cosas que son de su competencia: la primera es cuidar al enfermo, la segunda decir si le parece que el sujeto tiene o puede adquirir, mediante un tratamiento, las aptitudes psicológicas necesarias al sacerdocio, o a la vida religiosa. Queda una tercera cuestión, que no es de la competencia del médico sino que depende de los superiores y del director espiritual: ¿tiene el sujeto una vocación auténticamente sobrenatural! Citemos al Dr. Nodet: «El tercer tiempo sólo lo conozco fragmentariamente: es la respuesta de las casas religiosas a mi pregunta de ver al director de conciencia ejercer su método propio para estudiar, en el plano exclusivamente religioso, el valor sobrenatural de esta vocación. Hablando claro, me da la impresión de que no existe habitualmente un método totalmente elaborado. Yo habría creído con frecuencia facilitar las cosas separando claramente, al tratar del método, el aspecto psicológico (sobre todo inconsciente) y el aspecto sobrenatural del deseo de vocación.

 

He tenido frecuentemente la impresión de que esto no facilitaba nada; porque raras veces he podido constatar que el sujeto haya sido tomado en cuenta de una manera seria y que su vocación fuese estudiada por un método cada vez más elaborado, que utilizara la aportación del psiquiatra sin confundirse sin embargo con ella. Sé muy bien que lo sobrenatural no se da nunca en estado puro y que desempeña su papel a través de comportamientos sicológicos. Sé igualmente que el discernimiento de los espíritus es una antigua e irrefutable conquista de la pedagogía eclesiástica. Pero me pregunto si no se entremezclan método espiritual, método psicológico e intuición del director». Y el Dr. Nodet desearía que «se elaborase de manera explícita un método propiamente espiritual, método que ha vuelto a encontrar su originalidad propia, utilizando las adquisi­ciones psicológicas sobre el dinamismo psíquico, pero trascendiéndolas en una visión específica».

 

Ninguno de cuantos tienen la tremenda carga de pronunciarse sobre la aptitud de los candidatos al sacerdocio o a una vocación consagrada podría desinteresarse de esta pregunta. Sin duda estará planteada especialmente en función de las relaciones entre el psiquiatra y el director espiritual. Pero vale, y con mayor razón, cuando tenemos que examinar a aquellos de nuestros alumnos que no han dado lugar a una consulta psiquiátrica: ¿tenemos en el plano específicamente espiritual, un método que permita responder sin mucho miedo a la pregunta del obispo: «Seis illos dignos esse»? Antes de exponer tímidamente nuestro juicio, propongamos algunas observaciones que encuadrarán el tema. Se trata de método, no de doctrina. La doctrina no se puede inventar; ha sido fijada por la Iglesia quien, al formularla, no ha he­cho más que recopilar su práctica secular. La vocación, en sentido estricto, se constituye por la llamada del obispo, pero esta llamada debe hacer referencia a dos disposiciones del sujeto, esenciales y suficientes: la recta intención y la idoneidad. En eso, todo el mundo está de acuerdo: examinar la autenticidad de una vocación es necesariamente plantearse estas dos preguntas: ¿desea el sujeto ser sacerdote por un motivo bueno? ¿Tiene el candidato las aptitudes necesarias para un sacerdocio fecundo en tal diócesis y en tal época, y esto en todos los planos caracterológico, intelectual y espiritual? Todo el mundo ve que estas preguntas implican una doctrina, pero queda por decir cómo el director de conciencia y el superior, con su consejo, se dan cuenta de que el sujeto posee estas aptitudes.

 

Como lo nota el Dr. Nodet, este examen deberá tener en cuenta los datos psicológicos. No sólo porque «lo sobrenatural no está jamás en estado puro», sino también, porque, en la mayoría de los casos, los superiores eclesiásticos son, de hecho, los únicos jueces en el campo psicológico como en el campo espiritual. No hace mucho tiempo que el método psicológico se ha constituido en una disciplina autónoma; no hay que asombrarse pues, de que, en el examen del sujeto, «se entremezclen método espiritual, método psicológico e intuición del director». Pero reconocemos sin inconveniente alguno que el psicólogo, reivindicando la autonomía de su campo, presta un gran servicio al «espiritual» si le obliga así a volver a encontrar la originalidad propia de un método específicamente espiritual.

 

El psicólogo deberá no obstante guardarse de exigir al «espiritual» un método tan riguroso como el suyo propio. La sicología es una ciencia que tiene sus leyes. La gracia de Dios no se somete a ninguna ley. Hay sin duda «constantes» en la acción divina sobre las almas; pero la gracia y, singularmente la gracia de la vocación, resulta un misterio. El «método» espiritual nunca alcanzará el misterio; deberá limitarse a interpretar signos. Entre estos signos estarán precisamente las aptitudes que no pueden juzgarse más que por medio de una sicología —científica o empírica—, y está la rectitud de intención que hace entrar en juego a los elementos sicológicos (para descubrir todas las motivaciones inadmisibles, sean conscientes o no), y los elementos propiamente espirituales que jamás se revelarán si no es a través de una sicología.

 

Estos elementos espirituales son los que querríamos explicar en una primera parte, El criterio de una autentica vocación. Dejando para una segunda parte decir cómo se cultiva en los seminario y noviciados, la preparación para la Hora "H".

 

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