Hacer y ¿desaparecer?.- Beto
Fecha Wednesday, 15 October 2008
Tema 100. Aspectos sociológicos


            “Hacer y desaparecer, que sólo Jesús se luzca" y "trabajar como cien haciendo el ruido de diez" (o algo parecido) son dos frases muy habituales en la obra. Supongo que muchas de vosotras y muchos de vosotros os sentisteis atraídos por estas y por otras frases tan rotundas y redondas, que parecían compendiar un programa de vida atractivo e ilusionante; atractivo e ilusionante sobre todo cuando éramos más jóvenes que ahora y teníamos muchos mundos por descubrir. El caso es que estas frases volví a recordarlas de nuevo a la vista de las varias imágenes del fundador que en los últimos meses se han ido colocando en lugares públicos (o al menos abiertos al público). Unos meses atrás se nos hablaba de la foto de la colocación de un retrato del fundador en una galería de personalidades de una universidad pontificia en Roma. Y últimamente, con ocasión de los 80 años de la obra, una capilla dedicada al santo en Nuestra Señora de los Ángeles (Madrid) y una imagen en San Pedro del Vaticano. Esto se une a la imagen de la catedral de Madrid, y a otras imágenes en iglesias y capillas del universo mundo...

            Tanta profusión iconográfica me resulta un tanto incoherente con las frases de arriba, y con esas otras que seguramente recordáis (si no su literalidad sí su significado) sobre no querer ser el centro, no llamar la atención, etc., etc. Con estos despliegues de imaginería, me parece que no hay manera de no llamar la atención. Como las comparaciones dicen que son odiosas, no haré ninguna; pero con toda seguridad a todos se nos ocurren al menos dos o tres nombres de otras tantas personalidades recientes de la Iglesia, con merecimientos más que sobrados para considerarlas santas (o al menos relevantes para la historia de la Iglesia), y de las que no se encargan imágenes ni se les dedican capillas (o si se ha hecho algo de esto, lo han debido hacer muy discretamente). Un dicho castellano dice "dime de qué presumes y te diré de qué careces"...

            Por otra parte, hay algo en todo esto que me sigue llamando la atención y que se podría relacionar con el acertado análisis de Bruno (Gabuzo), Lo que pasó a ser el Opus Dei”. A todos se nos dijo de muchas maneras que lo nuestro era una vocación laical, que para nada se asemejaba a la vida religiosa; la realidad que vivimos, sin embargo, desmintió por la vía de los hechos (incluso también hechos jurídicos y canónicos) esa laicidad, en particular en la vida de los numerarios y de los agregados. No éramos religiosos, pero teníamos votos; no éramos religiosos, pero vivíamos en algo que se parecía mucho a un convento; no éramos religiosos, pero vivíamos separados del mundo a pesar de que “nuestra celda era la calle”. Y así podemos seguir enumerando hechos y circunstancias con los que seguir ampliando el trabajo de Bruno. Pero por abreviar, vuelvo al caso de las imágenes. El Opus Dei, también se nos dijo, era una revolución en la Iglesia… y a la vuelta de ochenta años, se dedica a hacer lo mismo que hicieron buena parte de las instituciones de la Iglesia: altares, capillas, imágenes de su santo fundador, siguiendo los mismos cánones iconográficos en otros tiempos rechazados por sensibleros. Me reitero en lo que dije en Una estampa para niños; lo que allí dije sobre esa imagen, lo vuelvo a aplicar con respecto a la decoración de la capilla de Nª Sª de los Ángeles. Es cierto que no la conozco más que por las fotografías y vídeos disponibles la red, por lo que mi juicio puede estar errado; pero la impresión que tengo es la de ver una obra mediocre en su planteamiento y composición, que me parecen obvias y simplonas: la estructura de la imagen piadosa del santo arrodillado y con la cabeza gacha rodeada de las fachadas de lugares claves para la historia de la obra, me recuerda los murales que de niño hacía en el colegio. Ya sé que para gustos hay colores, y que habrá gente a la que esto les guste; pero a mí no, porque no me parece que esté en la línea del gusto estético religioso actual. Y por eso me parece mediocre: porque si de lo que se trata es de hacer una glosa a la fundación de Escrivá (además de la de su propia persona), el mensaje es contradictorio. Si de lo que se trata es de santificar el propio trabajo, lo primero (como nos enseñaron) es hacerlo como el mejor, incluso mejor que el mejor, con competencia profesional; y eso no es lo que revela la composición madrileña (al menos, según mi criterio), en la que no parece haber un esfuerzo por contribuir al arte religioso en el siglo XXI, sino tan sólo recurrir a las fórmulas piadosas del siglo XIX y primeras décadas del XX.

Beto            









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