Alchile:

En uno de tus muy interesantes, claros y valientes escritos te refieres a varias irregularidades de carácter fiscal, civil y administrativo de varias obras corporativas del Opus Dei en México. Asimismo, en algunos otros correos se ha hecho referencia a la clara ilicitud del modo en que el entonces "licenciado Pacheco" adquirió los carnets de conducir de don Álvaro y don Javier (Así se hacía todo en el México de Pacheco). Pues bien, me parece que te has quedado corto...

Cuando leí tu envío recordé muchas otras formas de corrupción que se dan en la Universidad Panamericana, en el ESADI y en el IPADE, así como en otras obras corporativas de la región mexicana, donde los asuntos de gobierno interno se resuelven siempre bajo la óptica de la doble verdad y la simulación. Lo de los carnets de conducir no es sino la punta de un iceberg, pues desde que la Obra llegó a México ha conseguido muchas cosas a través de la vía sinuosa de la triquiñuela revestida de pillería (al más puro estilo casiareño). Es suficiente con recordar los usos de prestanombres y las simulaciones de títulos de propiedad, así como los arreglos que se han hecho tras bambalinas para manipular la aplicación de la ley de uso de suelo del DF en Mixcoac y en las Lomas de Chapultepec. Y no se diga la forma en que se aprueba a muchos alumnos de la Panamericana por razón de estado, aún cuando hayan quedado suspendidos o reprobados en los exámenes.       

Pero lo que me interesa destacar ahora es la causa por la que esa institución que predica la pureza voluntarista en el cumplimiento de las normas (morales, canónicas y civiles) cae tan fácilmente en las redes de la corrupción. Me parece que la causa principal es que en la Obra siempre se antepone el bien (su bien) a la verdad y a la justicia. De ahí la recurrencia constante a la palabra conviene, con la que se justifican los maquiavelismos más sofisticados y las mentiras que se cuentan para cuidar su imagen. De ahí, también, la forma tan engañosa como se maneja la información, especialmente cuando se le explica la vocación a los candidatos a pertenecer a la prelatura. 

Mucho se habla de lo paradójico, lo complejo, lo raro y nublado de esa institución (¿Qué es el Opus Dei?). Me parece que la clave para comprender muchas de sus contradicciones está en esa moral acomodaticia en la que se echa mano de mil sutilezas lingüísticas con las que todo se acomoda, todo se ajusta y reajusta o encubre. Desde mi punto de vista la raíz de esta forma corrupta de conducirse en todos los terrenos está en la gran mentira de la vocación. Ahí empieza todo. ¿Cómo se le puede pedir a esa institución que sea congruente con los principios de la moral católica cuando instrumentaliza, manipula e inventa vocaciones al celibato? ¿Cómo pedirle que cumpla las leyes del país si no cumple las más elementales de la verdad y trastoca el lenguaje llamándole vocación a la cooptación y amistad a la instrumentalización de las relaciones personales? ¿Cómo puede esperarse de ella limpieza y honestidad en la vida civil si el numerariado es instruido para mentir a través de estrategias humanas y manipulaciones lingüísticas?

Muchas gracias Alchile por decir las cosas al chile (sic), por hablar con valentía de cosas que resultan tan duras e inhumanas, no sólo para los que son o fueron del Opus Dei, sino para los católicos en general, que vemos con tristeza la forma tan lamentable como esa institución juega con lo sagrado, lo rebaja, banaliza e instrumentaliza. Ojalá puedas hablar más sobre estos temas relacionados con la justicia social más elemental, a ver si das algún aldabonazo a la conciencia moral de los que dirigen la Obra en este país desde los campos de golf, el Club de Industriales de Reforma, o desde los tresillos afrancesados de la Comisión regional.  

Castalio.