Mi recuerdo de D. Florencio Sánchez-Bella.- Harto
Fecha Wednesday, 17 September 2008
Tema 010. Testimonios


Me ha sorprendido la noticia de la muerte de D. Florencio: hacía mucho tiempo que no sabía de él. Más me ha sorprendido el obituario de La Gaceta.es porque describe a un personaje que no es el que yo conocí.

De 1965 a 1969 tuve un contacto bastante frecuente con él; incluso vivimos en el mismo edificio (Diego de León 14, Madrid), aunque no en la misma casa (él era el Consiliario de la Comisión de España y yo un joven numerario del Centro de Estudios). Luego a mí me mandaron lejos de Madrid y mis encuentros con él fueron más infrecuentes y más formales. Conocí a su hermano Ismael cuando era embajador en Londres, e incluso traté a su sobrino, que estudiaba Derecho como yo, aunque en cursos inferiores porque era más joven que yo.

Quienes le hayan conocido en aquella época coincidirán conmigo en que su presencia "imponía". No era miedo exactamente, pero sí un cierto temor: su porte (un tanto pomposo y mayestático), su mirada (muy penetrante e incisiva), su manera de hablar (parecía que -como Moisés- acababa de bajar del monte Sinaí y te iba a tirar las Tablas de la Ley encima), su andar (deprisa y levantando aire a su paso), su carácter frío y autoritario y la fama de que daba unas bofetadas impresionantes que no venían a cuento. Todo ello le rodeaba y le precedía. Cuando álguien decía: "Que viene Don Florencio" ya podías encomendarte a todos los santos porque algo podía pasar y no era algo bueno, por supuesto.

Dice Brian (15/09/2008) que le desterraron a Méjico porque no votó a Don Álvaro como Presidente; no lo sé, pero si fué así: el destierro no fué inmediato porque el marqués murió en Junio de 1975 y en Agosto de 1976 -cuando yo me marché del Opus- aún seguía D. Florencio de Consiliario. Por otro lado, eso indicaría que la elección del Presidente, Padre, Prelado, o como se llame, no era una votación secreta, como lo es la de los cardenales en cónclave para elegir al Papa. Nunca nos lo explicaron, como muchas otras cosas.

En resumen: que descanse en paz, pero que menudo era cuando era el tercer mandamás en el Opus de aquel entones. El marqués, Don Álvaro y D. Florencio eran los pesos pesados de la Obra; D. Javier apenas era algo más que un sacristán, encargado del cable del micro en las tertulias y reloj-agenda andante del gran jefe. Al menos Don Álvaro sonreía a veces, pero Javi (como le llamaba el marqués) era más seco que una piedra: nunca le vi sonreir.

Desde el país de las sonrisas (Tailandia) un beso a tod@s,

Harto









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