¿Escuchar la Biblia en el siglo XXI?.- Erasmo
Fecha Wednesday, 06 August 2008
Tema 900. Sin clasificar


¿Escuchar la Biblia en el siglo XXI?

Erasmo

 

 

En algunos escritos de los últimos meses ha surgido un inicio de debate sobre si tiene sentido en pleno siglo XXI, con los grandes avances de las ciencias, descubrir en la Biblia orientaciones para la sabiduría y la vida humana.

 

Me ha dado la impresión de que, al referirse a ello, se implicaba una lectura fundamentalista, literal, de los textos bíblicos, sin tener en cuenta las aportaciones de las ciencias que se ocupan sobre cómo interpretar los textos antiguos escritos en contextos antropológicos, culturales, históricos, etc. muy distantes de los nuestros.  Por ello he pensado que podía ser oportuno incluiros aquí el contenido de cuatro páginas de mi libro –ya citado en otro escrito- Mis convicciones sobre el cristianismo explicadas a mis amigos no cristianos, vol. I.  En concreto, el apartado que titulo “¿Cómo puede ayudar la ciencia en la credibilidad de la fe bíblico cristiana?”...



¿Cómo puede ayudar la ciencia a la credibilidad de la fe bíblico-cristiana?

 

Gracias al trabajo científico de la Crítica Bíblica hoy podemos conocer cómo fueron compuestos los textos del Antiguo y Nuevo Testamento –hebreos, arameos o griegos-, en qué circunstancias históricas y antropológico-culturales, con qué finalidad, y –cuando es posible saberlo- por qué autores. Además:

 

Hay que saber que esta revelación, esta manifestación de Dios al hombre en Israel fue algo progresivo, como la creación, no algo instantáneo [...] Fue preciso modificar, progresivamente, las mentalidades, reafirmar las ideas transmitidas, eliminar las viejas prácticas religiosas [...] La crítica bíblica, los estudios de arqueología y de historia, han establecido, de manera cierta e incontestable, que hay que admitir en la teología hebraica un desarrollo, una sucesión de etapas (Tresmontant, 1978 , pp. 101s.).

 

Aparece, pues, una analogía, entre los procesos evolutivos de la creación y de la revelación divina. Así como los antiguos, cuando justificaban o no la existencia de Dios desconocían el hecho de la evolución cósmica y biológica, mientras que ahora, gracias a este conocimiento, se facilita este análisis metafísico, así también ocurre respecto a la revelación.

 

Si atendemos, por ejemplo, a lo referente a la ética, en la sabiduría bíblica, se puede percibir su desarrollo como un proceso evolutivo. Tresmontant describe el hecho de un proceso de descubrimiento evolutivo por parte de la conciencia del pueblo de Israel, lo cual se comprueba analizando sus diferentes y sucesivas legislaciones morales. Gradualmente, en fases sucesivas:

 

a) Se van rechazando algunas prácticas primitivas anti-humanas. Así, por ejemplo, se establece la abolición de los sacrificios humanos, sacrificios a los ídolos característicos de las diversas religiones que rodeaban al pueblo de Israel, que también existían en zonas de América Central y del Sur cuando llegaron a ellas los españoles, y que se han practicado también en el mundo contemporáneo, no sólo en África, sino también –como hace notar Tresmontant- en el primer mundo, en especial por parte de los Estados Totalitarios. El culto idolátrico a la raza aria en la Alemania nazi, o el culto al Estado comunista bolchevique y a sus líderes Lenin y Stalin, ¿cuántos millones de sacrificios humanos han acarreado?

 

b) Se va produciendo una transformación espiritualizadora de prácticas de carácter más bien mágico. Por ejemplo, los sacrificios de animales y la forma de practicar el ayuno, el descanso sabático y la circuncisión, eran prácticas externas que habían perdido su intención original, y que los profetas ayudaron a recuperar.

 

c) A partir de una metafísica implícita creacionista, según la cual todo ser humano, todo individuo, constituye una verdadera realidad, y no una apariencia –al estilo neoplatónico- podemos comprobar que en la Biblia se inaugura la ética de la justicia, del respeto a todo ser humano.

 

d) Posteriormente, a partir de Yeshúa de Nazaret, en el Nuevo Testamento, se centra la atención sobre un aspecto considerado sólo excepcionalmente en la Torah: la interioridad del sujeto.

 

El trabajo científico llevado a cabo durante cerca de dos siglos, al servicio de la crítica bíblica supone una ayuda insustituible para saber leer e interpretar adecuadamente los textos bíblicos. Según la información que poseo, no existe ningún otro libro, en la historia universal de la literatura, que haya sido analizado científicamente con el rigor y profundidad con que se ha estudiado la Biblia.

 

Es para mí un motivo de importante alegría haberme podido ahorrar el tener que experimentar la etapa histórica en la que lo habitual era una lectura fundamentalista de la Biblia. Aunque pienso que muchas personas, a base de sentido común e intuición, debieron de saber interpretar, durante esos siglos, con más o menos acierto, la intención esencial de los textos bíblicos. Personalmente pienso que no estaba desencaminada la normativa de evitar durante siglos las traducciones de la Biblia, fuera de la Vulgata latina manejada casi sólo por los expertos en ciencias teológicas, para impedir una lectura fundamentalista de la misma como si las palabras del texto fuesen un dictado divino (tal como ocurre todavía, de forma generalizada, en la lectura del Corán por los musulmanes). Una lectura de la Biblia sin las adecuadas introducciones y comentarios posteriores a la etapa de la Crítica Bíblica tenía que dar lugar a producir frecuentes confusiones y contradicciones en un lector con suficiente capacidad crítica y no dispuesto a implicarse en una fe ciega. Hay constancia de que una lectura precientífica de la Biblia, fue causa de no pocos abandonos de la fe cristiana por parte de intelectuales.

 

Resulta sorprendente que incluso pensadores de los tiempos de la Ilustración francesa, como Renan, todavía leyesen los textos de la Biblia como si en ella se pretendiese dar respuesta, aparte de hacerlo a preguntas de carácter religioso, a cuestiones cuyo estudio corresponde a ciencias como la Física, la Biología, la Cosmología científica, la Astronomía, etc. Por lo visto Renan suponía que la inspiración divina que la fe cristiana ha atribuido siempre a los redactores de los escritos bíblicos constituía una especie de dictado divino al autor humano intermediario. Por otra parte dicho dictado, cuando hiciese alusión de pasada a cuestiones propias de las ciencias naturales o humanas –lo cual no tiene que ver con la finalidad religiosa de dicha inspiración- debería, según Renan, expresarse de acuerdo con los conocimientos científicos que en el futuro se habrían de alcanzar, y no de acuerdo con la propia mentalidad de la época, incluidas las leyendas, cantares de gesta, etc. que integran la cultura de los profetas redactores. No es extraño que un día Renan cayese en la cuenta de múltiples afirmaciones del texto bíblico en las que no aparecía por ningún lado la infalibilidad que debe corresponder a una inspiración divina. Fue esta forma tan poco ilustrada de leer Renan la Biblia, esta lectura fundamentalista, la que le provocó su crisis de fe y consiguiente ruptura con el cristianismo. Así ocurrió también con otros pensadores de la época, supuestamente ilustrados. Personalmente me resulta sorprendente seguir encontrando en el presente en pensadores, científicos y filósofos de prestigio, cuando exponen críticas a la Religión en general y al Cristianismo en especial, esta forma tan poco ilustrada de leer e interpretar los textos bíblicos. Pienso ahora, entre otros, en Bertrand Russell. No digamos nada de esos periodistas –no fueron pocos- que manifestaron sorprenderse por lo que consideraron una salida innovadora y teológicamente avanzada del papa Juan Pablo II, cuando éste afirmó de pasada, en una de sus alocuciones, que el Cielo no es un lugar, sino un estado en la vivencia humana. También hubo los que se sorprendieron de que afirmase que Dios no es un viejo con barba. Leyendo los motivos por los que rompieron con la fe cristiana, en el siglo XVIII, autores como Diderot, Holback, Bakunin, Proudhom y, posteriormente Nietszche, aparte de Renan, se puede constatar que estos pensadores –que podían ser eruditos en otras áreas del saber- no eran precisamente ilustrados en su conocimiento de la fe cristiana, y eran no poco pueriles en su forma de leer la Biblia.  El Concilio Vaticano II -acogiendo como válidas teorías vigentes de exégetas y teólogos- admitió oficialmente, respecto a la forma correcta de interpretar las afirmaciones bíblicas, lo que quedó parcialmente resumido en este párrafo

 

El intérprete indagará lo que el autor sagrado dice o intenta decir, según su tiempo y cultura, por medio de los géneros literarios propios de su época. Para comprender exactamente lo que el autor propone en sus escritos, hay que tener muy en cuenta los modos de pensar, de expresarse, de narrar que se usaban en tiempos del escritor, y también las expresiones que entonces más se solía emplear en la conversación ordinaria (Constitución Dei Verbum, n. 12).

 

Para un cristiano lo esencial y suficiente es su fe en Yeshúa y, a ser posible, poder dar razones que justifiquen dicha fe –en su diálogo posible con agnósticos o ateos- y en especial su fe en lo que Yeshúa reveló sobre la Divinidad (el Padre), sobre la finalidad de la existencia humana, y sobre los requisitos para alcanzarla satisfactoriamente. Sin embargo, no deja de tener también interés para mí, como cristiano, comprobar si es razonable creer que la revelación divina que pretendió haber experimentado el pueblo hebreo tuvo su comienzo unos veinte siglos antes de Yeshúa con Abraham, y pasó por situaciones de especial relevancia por mediación de personajes como Moisés, Abraham y Jacob y de profetas como Amós, Oseas, Isaías, Miqueas, Sofonías, Jeremías, Ezequiel, y el profeta desconocido del tiempo de la deportación (el Pseudo Isaías), aparte de otros más. Pienso que es también de interés para el cristiano –como lo es para el judío y el musulmán- conocer y beneficiarse espiritualmente del contenido esencial del mensaje religioso de la Antigua Alianza, o mal llamado Antiguo Testamento.

 

Cabe pensar que yo podría prescindir de detenerme en el estudio del contenido esencial de la revelación bíblica anterior al nacimiento de Jesucristo. Si el sólo conocimiento de la persona, el mensaje y el proyecto de Yeshúa me garantizan suficientemente –una vez diferenciado lo histórico y lo legendario de las narraciones evangélicas y de las cartas de los apóstoles- el origen divino de su mensaje, no necesito en rigor buscar lo esencial de la sabiduría divina transmitida por los profetas del Antiguo Testamento, desde Abraham hasta san Juan Bautista. Sin embargo tengo el convencimiento de que actuando así me perdería aportaciones muy valiosas y no tendría en cuenta la relevancia que concedió Yeshúa a la misión y mensaje de los profetas judíos que le precedieron.

 

Además, dada la importancia que en el Cristianismo se ha concedido siempre a todo el conjunto de la Biblia –no sólo a los escritos de la Nueva Alianza (los cuatro evangelios, las cartas de los apóstoles y el Apocalipsis)- hasta reconocer su carácter de escritos cuyos autores humanos los redactaron bajo la influencia de una inspiración divina, he considerado para mí un deber ético ocuparme de ellos. En primer lugar, para preguntarme: ¿qué criterios hay para poder aceptar que estos escritos son portadores de una revelación divina? En segundo lugar: ¿qué es lo esencial del mensaje que me han transmitido? En tercer lugar: ¿cómo se explica que los autores inspirados de esos textos ofrezcan con frecuencia una imagen tan poco sublime, tan defectuosa y, podríamos decir, inhumana de la Realidad Divina? En cuarto lugar: ¿qué puede reconocerse como válido y comprobado empíricamente tanto de los vaticinios anunciados por los profetas, como de su posterior cumplimiento? Por último: ¿qué tienen de común y en qué se diferencian principalmente el mensaje o revelación –supuestamente divino-, transmitido por los profetas de la Antigua Alianza, y el transmitido por Yeshúa de Nazaret? Sobre estos cinco puntos he podido encontrar respuestas satisfactorias a través de la Teología y ciencias auxiliares. Aquí sólo me referiré a algún punto.

 

Erasmo

 







Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=12810