Releyendo, con agradecimiento, a EBE y Markus Tank.- Luxindex
Fecha Monday, 28 July 2008
Tema 100. Aspectos sociológicos


La atormentada vida del pobre Escrivá hubiera sido otra si de pequeñito no hubiese quedado marcado por la inquietante ascensión de la muerte guadañando a sus tres hermanas menores (Rosario, Lolita, Asunción) ni padecido a una madre comprensiblemente desquiciada ante tanta cama vacía que, entre crespones y crespillos, le trepanó a fuego una imponente misión: “hijo mío, para algo grande te ha dejado en este mundo la Virgen”. Sí, amigos, doña Dolores pronto le vistió de santo como Jane Francesca Elgee, para compensar su decepción por haber parido a un varón, disfrazaba de niña a su niño, Oscar Wilde.

 

También, otra hubiese sido su vida si la vergüenza por el pufo que dio su padre (figura que el Opus Dei ® nos retrata tan presente como delicuescente) hubiese terminado con la sigilosa huida posterior del botiguer y su familia y no se hubiese prolongado el resto de los días de su vida; vida que empleó en la obstinada tarea, tan alienante como perdida, de ser otro.

 

Ser otro. La vergüenza, tan burguesa, del fracaso social, José María la quiso conjurar fingiendo licenciatura, doctorado y título nobiliario; requiriendo chauffeur (¿llevaba gorra de plato?) y automóvil “mejor que el de los ministros”; exigiendo cuerpo de servidumbre con cofia y reprendido; avasallando a los que eran más inteligentes pero más pusilánimes que él (también llamados los primeros), con muchos mármoles, soperas de plata, palomas de oro (¡todo macizo, todo macizo!), codiciando reposteros y tapices de patrimonios ajenos... en suma, con tonterías.

 

El miedo a la muerte quiso vencerlo retándola varias veces, aunque si cantó victoria no fue por ningún milagro sino por incomparecencia de la vencida. Así hasta que un día, el día concreto que tenía que ser, apareció la muerte sin más aviso que un trémulo “Javi, me encuentro mal...”.

 

Entristece pensar que mejor hubiese sido que sus últimas palabras las hubiese pronunciando mucho antes, al principio, siendo una criatura; entristece que le hiciera falta toda una vida poder expresar algo que, de un hijo, cualquier madre adivina, cualquier padre espera que su mujer adivine y cualquier persona compasiva comprende: “me encuentro mal”.

 

Así que, si el inepto y sordo se creyó divino instrumento no es sorprendente (cualquiera con esos antecedentes y ascendentes también podría haber perdido la cabeza), lo asombroso es que tantos, como tú y como yo, le siguiésemos.

 

¿Asombroso? No, no tan asombroso. Si alucinas una infancia con llamadas seudo divinas y la haces avergonzarse hasta aborrecerse, hasta hacerse holocausto, te saldrá otro escrivá u otro opusiano, que lo mismo es.

 

Eso le hicieron a él, eso nos hizo él, y eso también hicimos nosotros hasta que, gracias a Dios, nos fuimos. Y cuando nos fuimos dejamos atrás lo más triste de todo esto: vivir una vida prestada de miedo y vergüenza, una vida que nunca fue la nuestra.

 

Luxindex









Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=12768