Estoy muy agradecido y conmovido por las muestras de cariño y de solidaridad que me habeis dispensado.

Nada podrá disolver la fuerza que nos une. Nadie pudo consolarme mejor que quienes me visitaron de entre vosotros en nombre de todos en el mismo tanatorio.

A los que seguís dentro: es deber moral grave acompañar a un padre en su enfermedad y en su sufrimiento. Es una canallada dejarlo morir sin nuestro abrazo y presentarse únicamente con la debida autorización de un director como marmolillos cuando nada hay ya que hacer. Es inhumano dejar a una madre sola, preterida por la conveniencia de iniciar con los demás, por ejemplo, un curso anual.

Esto es lo que pudo ocurrirme de seguir dentro. Algo peor me sucedió con un familiar muy querido que falleció en su casa enfrente mismo del centro en el que vivía. Le velé, como es costumbre en mi familia, toda la noche... naturalmente sin encomendarme a nadie. ¡Grave falta de desobediencia!

¿Puede uno anteponer la sensación de faltar a alguna norma al único sentimiento que debe dominar nuesto ánimo en una circunstancia así? Para vosotros sí. Y eso, lo siento, no hay psiquiatra que lo resista.

Kaiser