Dices en tu escrito "ligeros de equipaje":

"No soy un ingenuo, y no se me escapa que hay temporadas que estamos cansados y destrozados, sin fuerzas y desesperados, furiosos por nuestro destino, que parece torcido, injusto y sin sentido, que eso del buen humor, entonces, sirve de muy poco. Lo sé. Llevo unos días pensando “Dios mío, ¡que lejos estoy de ti!”. Y no voy a hacer nada por acercarme a Él, que Él también se me esconde y juega al un dos tres picapared (en otros sitios “ un dos tres chocolate inglés”). Pero diciéndole eso, salgo de ese estado de tristeza y sé que, aunque en estos momentos no puedo entender que Él es amor, sí pienso y confío, sin embargo, en que todo está bien como está.

Sé lo que me digo, aunque no se me entienda."


Hola Satur,

Leo este último parráfo y creo que das en el clavo. Cuando te alejas de la Cosa te sientes alejado de Dios. Ni qué decir que encima dejes por completo cualquier práctica de piedad. No buscas a Dios, sabes bien dónde está y a veces dices “Dios mío, ¡que lejos estoy de ti!”, como tú escribes.

Pero una fuerza interior de ser buena persona persona, de amar a Jesucristo como él nos amó, nos hace sentir alegres al observar la gracia interior que conservamos (o incluso, llegamos a ampliar) cuando hacemos el bien. Buscamos a Dios en el amor al prójimo y sentimos en nuestro interior que más vale una obra de amor al prójimo que mil minutos heroicos, que tardes de sábado arrodillados oliendo incienso o una agenda Finocam repleta de pecadillos y propósitos. Efectivamente, Dios es amor y yo también confío que la lejanía con Dios no es tan grande y que todo está bien como está.

Yo, que te he conocido, que disfruté con tu excelente sentido del humor y que actualmente leo a menudo tu blog creo entenderte. Quizás sea porque fui alumno tuyo.

Cooperata