Opuslibros - Mejores amigos.- Carocha

Para Ismelda y para Armando,

yo tengo una hija con 17 años que tuvo el año pasado un enorme disgusto con un chico con quien se entendía especialmente bien: este tipo de cosa es aparentemente muy serio durante toda la vida. Todavía hoy tiene fases de enorme tristeza, y no hay verdaderamente argumentos que valgan. Sólo cabe sufrir frontalmente, y esperar, estúpidamente, que el tiempo se encargue de esa cosa misteriosa que se llama embrutecimiento del alma y que tan útil es para la supervivencia, o como se llame.

Ayer mismo, a propósito de las vacaciones que empiezan, y de su grupo de amigos, preguntaba ella, muy escéptica, a otra de mis hijas, con 19: “Mas o que é que é um namorado querido?” es decir, que es un chico decente, al que dé gusto y alegría amar? Y la respuesta fue, muy sabiamente, :)) - “tiene que ser tu mejor amigo”. La lucidez de esta generación asusta, a veces, pero no seré yo a corregirlos.

Que sabe una persona, inmediatamente después de quince años de ser numerari@ del opus dei, sobre ser “mejor amigo?” Sabe muy bien que quiere desesperadamente amar, pero no sabe como se hace. Y los años del opus, sean pocos o muchos, nos dejan a todos, si no tenemos cuidado, un olímpico desprecio por el sufrimiento ajeno, en favor de la corrección de los procedimientos y de los “criterios” de vida, y sobretodo, animalmente, de un verdadero y tal vez comprensible pánico a sufrir. Sabemos instintivamente que nos moriremos si no amamos, y que nos moriremos si sufrimos más. Las relaciones que nos apetecen son por eso muchas veces, según las distintas maneras de ser, las de tipo descartable, o, en el extremo opuesto, las de tipo suicida, por transferencia del modelo miserable de corrección absoluta e irracional que aprendimos en el opus.

Me gustaría sugerirte, Ismelda, que leas un escrito Dionisio y este otro también de él, que tiene publicados, también con el de Armando; en mi opinión, algunas de las mejores y más equilibradas cosas sobre este asunto, en OpusLibros.

Un grande abrazo,
Carocha