Maripaz, tu forma de contar las cosas llega como sólo lo hacen las cosas buenas, sencillas y ciertas, de siempre.
Sigo, como tantos, tus relatos porque nos enseñas, sin querer darte cuenta, con inteligencia a ser ponderados a los que nunca los seremos.
Pero, aunque no tenga ninguna importancia, quiero aclarar una cosa. En tu último escrito, (que quizá me permití que me resultara muy triste porque sé que el final, ¡ole por ti, ole por la vida! es feliz) te refieres al médico que te atendió en el periodo que va entre que sentiste el fiasco del Opus Dei ® y lo entendiste, como psiquiatra, pero en realidad es internista. Ya no lleva bigotito, ¿te has fijado? La diferencia puede parecer una tontería (no me refiero al bigotito sino a ser internista y no psiquiatra) pero para mí, y para otros, no. Como Enrique R. (al cual recomienda desde la página-Web de la asociación del ex-bigotito), no es lo que dice sino que Enrique R. es, eso, Enrique R.
Hace no mucho, el pseudo-psiquiatra (digo pseudo porque muchos de sus pacientes (?) lo teníamos como psiquiatra sin que nadie nos sacase de nuestro inducido error), me imagino que lo habrás visto en tu búsqueda en la Web, publicó un libro cuyo título y contenido resulta chocante viendo de su pluma. (Se lo publicó la editorial de un ex-ministro con el PP que es una persona, por cierto, filo-opus a su manera –al menos antaño-, sensata e íntegra). El libro va sobre el perfeccionismo cuando se eleva a enfermedad, el perfeccionismo de “aquellos que se desgastan siguiendo normativas sin cuento” y va dirigido a “médicos y psicólogos, padres y educadores, profesores e investigadores y, muy especialmente, a las personas afectadas, conscientes o no, y a sus allegados”... lástima que no se lo recomiende también a los directores del Opus Dei ® a los que tanto les podría hacer bien para evitar hacer el mal. Advierte el autor, el que antes llevaba bigotito, que los sometidos a eso “van a perfilar –si no se les ayuda- una dolorida biografía cargada de lastres, frenos y contradicciones que mermarán significativamente su calidad de vida y la su entorno. Y tantas veces ¡son ellos los últimos en enterarse! Considerado como conducta excesiva y desgastadora, es conocida la influencia del Perfeccionismo en procesos psicopatológicos y psicosomáticos (ansiedad, depresión, fibromialgia, obsesiones, trastornos de la conducta alimentaria y de la imagen corporal, las adicciones, anomalías de la personalidad, dificultades en la comunicación interpersonal o familiar…)”.
“En cuanto [añade] a las relaciones sociales el perfeccionista sufre y hace sufrir viendo frustrada su buena voluntad y empobrecida su actividad generosa. Cuando surge la contradicción entre los resultados negativos y la aspiración natural de lo bueno, lo perfecto… hay que saber distinguir el Perfeccionismo de la perfección”. Sin duda este tipo sabe de lo que habla, aunque no sepa del todo a quien se dirige. Hay que distinguir, dice, entre “el Perfeccionismo y la perfección” y, también, entre la santidad y la neurosis servil y alienante, podría haber añadido.
Maripaz, a mí también me trató, me llenó a pastillas cuya única propiedad demostrada era secarme la boca más que un bocadillo de polvorones de anchoas. Pasé de estar infeliz a estar infeliz y sediento. Dejé las pastillas, dejé el Opus Dei ® y lo más que he vuelto a tomar, y pocas veces en estos casi treinta años, es algún antitérmico. Y tan contento.
Lo que tú cuentas en tu último escrito es otra cosa, no quiero que te parezca que frivolizo o no sé lo que los electrochoques y las curas de sueño son.
En fin, que el libro, del que espero no haber dado suficientes pistas, mientras no lo lean los directores del Opus Dei ®, ¡lo va a leer su prima!
Bueno, no. Ése no es el fin. El final es, Maripaz, que da gusto ver cómo piensas a través de tus entrañables, acertados, naturales y preciosísimos escritos, ¡ea!
Luxindex
