La reliquia de creer en las estampas.- Luxindex
Fecha Wednesday, 18 June 2008
Tema 090. Espiritualidad y ascética


Estimada Maruja, una cosa es practicar vudú (en lo que ni entro ni salgo) y otra es hacer proselitismo del vuduismo; una cosa es el íntimo deseo de querer una estampa-talismán (en lo que ni entro ni salgo) y otra hacerlo público, que es exponerse a que los demás contesten lo que nos parezca, como expuesto quedaré yo desde el instante que envíe este escrito...



No creo que para Dios un padrenuestro valga más que dos padrenuestros. Tampoco veo a Dios teniendo amistades particulares entre sus santos; no veo a Dios aceptando estampas (tengan o no reliquias) como salvoconducto celestial para, sorteando a codazos otros desgraciados casos y a otros santos, colocarse en la primera fila de sus favores... Es más, lo confieso: no veo a Dios.

Pero no te precipites: creo en Él. Creo en Él, pero no sé ni cómo es ni cómo actúa. Para mí, Dios, es tan misterioso... Confío en Él, sí, pero no sé ni por qué. Creo en Él aunque, la verdad, se esconde diez veces más que los justos a los que anda buscando.

 

Sí rezo, Maruja, pero tampoco sé cómo rezo. Supongo que apenas es mi forma de estar en el mundo, una forma de permanente celebración, como un optimismo conquistado quizá sin muchos motivos. Un asombro... Algo así.

 

Yo (sé que tú también) no me esfuerzo en que Dios acepte mi voluntad sino yo la suya (ésa que no hay quien entienda y menos quien, de verdad, explique). Tampoco creo que mi insistencia le hiciera cambiar sus inescrutables planes, más bien creo que mi obstinación sólo sería una forma soberbia, o quizá infantil, de contumacia.

 

Me hablas de enfermedades como si fueran argumentos, pero los que tenemos la fortuna de cumplir y cumplir años compartimos la certeza de que la vida genera una deuda que, a veces antes de tiempo, no se puede estar pagando siempre. Claro que sí, Maruja, claro que todas las familias nos arremolinamos en torno al ser querido vulnerable.

 

Efectivamente, para mí una reliquia sólo tendría un, dudoso, valor comercial. ¿Qué me más me da tener o tocar una muela cordal de san Pablo?  Para mí las muelas, o los retales de sotanas o hábitos, no valen nada, entre otras cosas, porque no valen nada. No veo a Dios pendiente de colecciones de dentaduras o jirones.

 

Creo en los santos. Para mí los santos son como a la literatura los clásicos: modelos dignos de imitación. Bueno, mejor dicho, no creo: he conocido varios. Y, para deleite de quien se deleite, uno era miembro del Opus Dei ®, el resto, no. El del Opus era ejemplar, cariñoso, entrañable y aconsejaba muy bien. Ante las preguntas sin respuesta, guiñaba los ojos, balancea el cuerpo como si le mecieran y guardaba silencio. Pero con el tiempo acabó guardando silencio ante cualquier pregunta y, al final, siempre. Acabó siendo una beatífica mezcla de barbitúricos y lucidez perdida... Ahora, con la distancia, sé que alcanzó la santidad y si en el ejercicio perdió la cabeza fue porque le faltó alguien que también, cariñosamente, le aconsejara bien. No he vuelto a saber de él.

 

Creo en los milagros. Veo milagros a diario. Es más, creo que a diario incluso vivimos de milagro. Y aunque los vea a diario nunca los cuento porque les pasaría como con los chistes, que si los explicas pierden la gracia. Recelo de los milagros oficiales porque siempre acaban teniendo un montón de tiendas de souvenirs y otro montón de preguntas por responder.

 

Hágase el milagro y hágalo el diablo es una expresión con que se indica que lo importante es conseguir algo, cualquiera que sea el medio. Pero en esos milagros no creo. Tampoco creo en la santas desvergüenza e intransigencia. Me parecen juegos de palabras poco ocurrentes que encierran juegos muy crueles con personas.

 

A José María no lo veo modelo de nada bueno y su obra me parece un engendro clasista, maniático y falso. Estando en el Opus Dei ® vi como se redondeaban las anécdotas hasta hacerlas piadosas perlas literarias, tan redondas como falsas. Reconfortantes anécdotas, eso sí. A mí me pasó tener que escuchar con asombro el relato versionado (era un curso anual y vino a arengarnos el director de san Miguel) de un suceso en el que yo era ¡uno de los testigos! Fue, en realidad, un malentendido deliberadamente provocado por un amigo mío. Estábamos de colonias (verano del 74) y uno de los numerarios le entró a mi amigo. Mi amigo, rubio y alto y ya toreado por las labores de san Rafael, fingió ser protestante y convertirse repentinamente al catolicismo y querer pitar sin solución de continuidad gracias a la retahíla de eslóganes que le soltó el numerario. Al final mi amigo le aclaró la broma (la broma pesada) al numerario en cuestión. Pero eso dio igual. La anécdota que allí se contó (y me consta que en otros sitios) fue la conversión súbita al catolicismo y la voluntad de hacerse del Opus Dei ® de un protestante que fue abordado por un numerario que estaba de colonias.

 

Soy católico y practicante. Sí, practico esta difícil religión de una Iglesia que tantos muertos ha provisto para la Vida Eterna, que tantas tonterías ha dicho y hecho y que atesora una sabiduría tan difícil de ver que se acaba antes haciendo chistes y bromas sobre ella que descubriendo la sabiduría que atesora, que es mucha.

 

Maruja, admito que soy un pobre ignorante, creyente a mi pesar, brusco por impaciente y cursi sobre el papel, y eres tú una mujer inteligente, buena... y un poquito fanática.

 

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