La estampa como instrumento fidelísimo.- Luxindex
Fecha Friday, 13 June 2008
Tema 900. Sin clasificar


Morgana, puede que sea suspicacia mía pero por el tono de tu escrito parece que tu verdadera preocupación era reconvenir a Julia por bromear sobre la estampita de Escrivá que conserva; es como si disimuladamente le recordaras que hay quien se confía a ellas en los momentos difíciles de la vida.

Pero, Morgana, el uso del, llamémosle, método-estampa no demuestra su eficacia per se sino, únicamente, estar pasando por esos penosos trances que tanto nos iguala a paganos y creyentes.

Morgana, una estampa, sea de quien sea, es un amuleto, un ídolo. Y una estampita del santo-Bala es un ídolo del ídolo. Dime, ¿entre eso y el fetichismo cuál es la distancia?

Pero puestos a ser fetichistas, y ciñéndonos al caso tan próximo que comentas, ¿por qué no rogarle a san Juan de Dios, patrón de los enfermos? Y si él no escuchara, ¿por qué no encomendarse entonces a san Francisco de Sales, como patrón de los sordos, para que san Juan de Dios nos escuchase? ¡Vaya lío!

Se me ocurre, para simplificar el enredo, que un atajo es encomendar las súplicas directamente a Dios (sin necesidad de concretarle mucho, aprovechemos su omnisciencia) que, la verdad, aunque poco facundo es omnipotente y no al santo-Bala que, aunque facundo, no consiguió ni siquiera controlar sus humores de niño mal criado.

Morgana, si lo que querías, a toda costa, era re-convertirnos al Opus Dei ® con cuatro oportunistas letras embarazosas, mal.

Si me he equivocado y tu escrito no era un impúdico chantaje sino un sincero escrito reducible a tres letras (SOS) te pido, sinceramente, disculpas.

En cualquier caso, espero, de todo corazón, que tu hermano responda bien a la vasculitis idiopática (no ideopática). ¡Ánimo, las estadísticas de éxito están a su favor! Pero déjate de preguntarle a Julia por la estampa de la porra y pídele que te hable de los niveles basales y postpandriales, pues, respecto a la diabetes, hay un milagro sobradamente reportado*: ser disciplinado en los controles de la glucemia disminuye significativamente las complicaciones microcirculatorias y neuropáticas.

Es decir, que si tu hermano no usara con la debida frecuencia el glucómetro dile que lo haga, por lo que más quiera, por lo que más quieras, Maruja.

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(*) Algún día habría que hablar de la rocambolesca relación de Escrivá (antes -a lo Prince- conocido como Escriba) con la diabetes. Resulta asombroso que de un texto escrito por el propio Javier Echevarría (Memoria del beato Josemaría Escrivá), cuyo mérito, al menos cuyo mérito más difundido, fue dar o recoger carrete al cable del micro del santo-Bala en la era preinalámbrica... ¿qué estaba diciendo? Ah, sí, que es cómico que sea el mismo Javi el que dé tantas pistas para poder concluir, incontrovertiblemente, que Escrivá o nunca fue diabético o siguió siéndolo (es lo más seguro) después de su supuesta milagrosa curación en 1954, diez años después de haber debutado (como les gusta decir a los endocrinólogos diabetólogos hoy en día). En fin, eso, que es un triste chiste del que algún día hablaremos a no ser que algún colega especialista en la sala no se adelante.









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