Numeraria auxiliar durante 35 años (17).- Maripaz
Fecha Monday, 09 June 2008
Tema 010. Testimonios


 

NUMERARIA AUXILIAR DURANTE 35 AÑOS (17)

Mari Paz, 9 de junio de 2008

 

 

Alguna mañana no teniamos misa en casa y acudiamos a la parroquia del barrio. Cuando por la noche nos avisaban de ello, nos organizabamos con tiempo, pero mas de una vez, esperamos inutilmente hasta salir corriendo y llegar por los pelos habiendo empezado hace un rato. De todas las maneras con tal de salir a la calle, yo, encantada, me sentía una persona normal. 

 

Allí difruté mucho, teniamos que salir dos veces en semana. Una al centro el día del circulo, que era en la avenida de la Palmera. Tomábamos el autobús en la Puerta de Jerez y teniamos que atravesar el puente que nos separaba de la otra orilla de la ciudad y qué maravilloso paisaje al contemplar el rio Guadalquivir...



Otro dia, acudiamos al encargo apostólico a un piso de segunda mano, no muy amplio que habia en una calle cercana a la calle Asuncion. Alli acudian nuestras amigas a los medios de formación.

 

Alli, también di mis primeros circulos de S. Rafael. Se me daba bien el arte de comunicar y sabia transmitir mis ideas con entusiasmo, haciendo el mensaje atractivo, me solían llamar "piquito de oro ", no así ahora, actualmente, que me aturullo con frecuencia y, a veces no soy capaz de terminar la frase en una conversación, teniendo que pedir ayuda a mi interlocutor y es que los años no pasan en balde...

 

Dábamos enormes paseos por una calle llena de tiendas de gran categoría. Y, cuántas proposiciones de entrega total hice a mis amigas pensando que les daba lo mejor que tenia. Muchas de ellas aceptaron y solo se de una que esté fuera. Realmente disfrute de mis dos salidas semanales, me sentía verdaderamente una persona de la calle y como me gusta el trato con la gente, era una recompensa a tantas horas de trabajo intenso.

 

Viví en un centro de gente joven al lado del barrio de Triana y paseabamos los domingos, bordeando el rio hasta llegar a su mítico puente saboreando la brisa de la tarde o perdernos por sus calles y escuchar el acento peculiarmente gracioso de sus gentes, compartiendo miradas y sonrisas.

 

Un dia me llamo la directora de la delegación de las auxiliares. Habían pensado que me fuera a vivir a Málaga.

 

Por entonces, allí  solo había un centro de cada sección y los numerarios no tenian auxiliares en la administracion. Me sentí feliz, para mí era como irme al extranjero y me sentia orgullosa de que hubieran pensado en mi.

 

Llegamos a Málaga una tarde del mes de Julio y me pareció una ciudad preciosa con mar. Vivíamos en el paseo marítimo, al lado de la plaza de toros, cerca del puerto y de Gibalfaro, un monticulo donde se divisaba el mar. Nos esperaba la directora que era un encanto, hija de militar, aragonesa. Seriamos sus niñas mimadas... Nos enseñaron el centro y nos llevaron a la administración donde íbamos a vivir.

 

La casa estaba bastante sucia, teniamos una habitación con tres camas y un baño completo. Recuerdo que una mañana me desperté soñando que subia una montaña y que de repente caia al vacio. Cual seria mi sorpresa, al abrir los ojos y ver que estaba en el suelo. Se habia roto la pata de la cama , debido a que me movia con mucha fuerza en ella, hasta que la rompí. Se despertaron las otras dos y reimos con ganas.

 

A la mañana siguiente, llegó una señora que hacia la comida hasta nuestra llegada y se quedaba todavia alguna semana con nosotras. Era graciosísima, muy gordita, de unos cincuenta años, campechana. Era capaz de comerse una sandía ella sola a bocados. Luego nos enteramos que al hacer la comida de los residentes, hacia doble de casi todo y se lo llevaba a su casa. Pobre, tendria necesidad... Pero claro, a punto de arruinar a los numerarios. Apareció la administradora y pasamos a la residencia a limpiar. Limpiábamos pasando de una a otra parte de un pasillo grande, escondidas detrás de un biombo y la señora decía con mucha gracia cuando algun despistado se intentaba colar :"Quitarse de enmedio que están aqui las niñas", refiriéndose a nosotras.

 

Todo estaba bastante deteriorado, poco limpio y cuidado. Nos costaría meses ponerlo al día.

 

Vivian conmigo una chica de cara muy dulce y muy pacifica que reía con mis trastadas y otra muy seria, más mayor, catalana, buena persona, que me mandaba a la cama, recién llegada a Sevilla cuando tanto me afectó el calor. Volví a coincidir con ella de nuevo. Serían las únicas auxiliares que vería en tres años de mi estancia allí.

 

Me pusieron de planchero y para servir la mesa. El comedor era muy pequeño, cabía la mesa y las sillas justas, no quedaba apenas espacio para pasar por detrás y aunque era bastante delgada, más de una vez me enganché con el lazo del delantal o me tropezaba con las sillas rompiendo lo que llevaba en las manos. Luego tenia que intentar recogerlo y procurar no caerme. En mis tacones siempre quedaban restos de vidrio que resultaban muy molestos.

 

Recuerdo al director de manera especial ¡Que buena persona!. Nos adoraba. Era marino, capitan de corbeta, y cuando invitaba a los adscritos a comer al centro, les contaba unas hazañas que parecía que habia estado en la batalla de Lepanto. Ellos disfrutaban y yo ponía la oreja a todo volumen para no perderme nada y creo que hasta alguna vez pudieron escuchar mi exclamación, llena de asombro, como una más.Años mas tarde le ordenaron sacerdote y pude asistir a su primera misa y besar sus manos, agradeciendo emocionada, todo el cariño que siempre nos supo tener.

 

La primera noche de nuestra llegada pidieron para celebrarlo, vino duce y pasas, muy típico de la zona.

 

Por fin conocí el mar, lo tenia casi a la puerta de casa y los domingos dábamos grandes paseos por el paseo marítimo. De tal manera me acostumbré a él, que a mi vuelta a Sevilla, siempre lo buscaba por los rincones.

 

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