Una anécdota nada divertida sobre la confianza.- Beto
Fecha Monday, 02 June 2008
Tema 070. Costumbres y Praxis


....o de cómo generar desconfianza en un sistema de relaciones supuestamente basado en la confianza...

   Cuando lei el correo de Dolce vita (miércoles 28 de mayo), y sobre todo la recopilación doctrinal del comienzo, me vino a la cabeza un suceso de esos que al unirse a otros dieron como resultado que al cabo de los años decidiera que mi lugar en el mundo estaba precisamente en el mundo. Algunos episodios ya os los conté en correos anteriores.

   Al grano. Era yo entonces a la sazón subdirector en un centro de universitarios. Un residente, estudiante supuestamente de un curso avanzado de su carrera, pongamos por ejemplo que de tercer año, estaba pasando un mal momento y puso por fin las cartas sobre la mesa y contó que a pesar de lo dicho en ese y los años anteriores,  en realidad no estaba en tercero sino, sigamos poniendo un ejemplo, que en realidad está cursando materias de primero y de segundo, o algo parecido. Y ahora viene lo que viene.

   El director decide que para qué fiarse de la palabra de esta persona: si ya ocultó la realidad antes, ¿por qué creerle ahora? Así que armado de la "gracia de estado", y sin atender al consejo de nadie, decreta que hay que enterarse realmente en qué materias estaba matriculado el interesado. Pero de volverle a preguntar a él, nada de nada... así que me mandó (porque fue así, un mandato terminante) a que fuese a la secretaría de la facultad y pidiese un certificado de estudios de esa persona. De nada sirvió que le dijese que no me parecía oportuno (eufemismo característico interno para decir que no a una consulta o para expresar desacuerdo radical) ni nada efectivo, que estaba seguro de que ahora sí decía la verdad, etc.... Así que impelido por la obediencia, allá fui, pedí la certificación (que me dieron a pesar de que no era el interesado: todavía no había normas sobre protección de datos), y pasó lo que tenía que pasar: estaba matriculado en las asignaturas que él decía que estaba matriculado. Volví con el papel, se lo entregué al director, que puso cara de circunstancias, pero que desde luego no se retractó (aunque es evidente que se retrató) ni nada de nada.

   Con el residente en cuestión tenía una relación muy estrecha, pues habíamos hecho juntos el centro de estudios y coincidido en otro centro antes de recalar en el escenario de los hechos; durante bastante tiempo se me hizo muy cuesta arriba tratarle con la naturalidad de siempre, al fin y al cabo no había sabido ser leal con él y había dejado que se desconfiara de su palabra, y materialmente había hecho algo de lo que no me sentía en absoluto orgulloso (de hecho, hoy en día no sé si sería delito, pero si no le es desde luego se le parece mucho).

   A partir de entonces, se me hizo difícil confiar en según qué decisiones de los directores. Y a esto se le sumaron, como ya os dije, otras cosas. Cuando unos cuantos años después un director me hizo la pregunta que fue para mí clave (¿estás a gusto en la Obra?), la contestación fue inmediata y contundente: NO. 

Beto









Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=12452