Numeraria auxiliar durante 35 años (12).- Maripaz
Fecha Friday, 23 May 2008
Tema 077. Numerarias auxiliares


NUMERARIA AUXILIAR DURANTE 35 AÑOS (12)

Maripaz, 23 de mayo de 2008

 

No sabia nadar pues soy de tierra adentro y por entonces no conocía el mar. En la pequeña alberca había una tubería que sobresalía por dentro y que formaba parte de la depuradora. En ella me sujetaba y chapoteaba sin soltarme haciendo hasta el muerto... Por mucho que me decían que los cuerpos flotaban, no me lo creía. El mío, nada mas me descuidaba se iba al fondo. Tenia verdadero pánico.

Era el blanco de las burlas de mis compañeras .Yo disfrutaba con ellas, me encantaba jugar. Pero lo que no imaginaba  fue que una mañana se confabularon entre ellas para tirarme a la piscina ¡Todavía no he perdonado su traición! Cuando menos lo esperaba me cogieron entre cuatro y me lanzaron al agua. En mi desesperacion, arrastre a un par de ellas que cayeron encima de mi. Mi cuerpo se fue al fondo sin posibilidad de salir. Me senti morir ahogada. Cuando me lograron sacar, lloré desconsoladamente, intentando sacar el susto de mi cuerpo...



Lo que en principio habia sido una broma, se convirtió en un disgusto, pues lo pase francamente mal.

Pasados unos dias, en la tertulia, me concedieron la medalla de oro a la mejor deportista de todos los tiempos. Recogi, entre aplausos una enorme copa, que formaba parte de la decoración del vestíbulo y olvidé mi mal rato con una sonrisa. 

Eso sí, todavia no he aprendido a nadar. Ni aprenderé...

Por entonces Julio Iglesias estaba en pleno apogeo y a mi me encantaban sus canciones romanticonas. Una mañana, en el tiempo de deporte, disfrutaba yo sola, con la sala de estar en penumbra, de un precioso disco. Apareció la subdirectora y quitó la música diciendo: ¡Ala, venga, a la piscina, que esta música tan sensible no es buena!

Me senti avasallada. ¿Quien era ella para analizar el grado de mis sentimientos ? ¿También pretendían mandar en mis gustos musicales?

Así era todo, descarnado, autoritario,  poco atractivo y sobre todo impersonal, refugiandose en el grupo, sin ser, cada uno, algo especial.

Por las tardes, las clases eran pesadísimas, temas áridos doctrinales y del espíritu de la obra hacían que mas de una se pegase una siesta de tamaño natural.

Cuando ya nuestro cansancio estaba al límite, paseábamos por la carretera aprovechando la brisa de la tarde. Un dia al pasar por el lado de una chumbera, nos paramos al contemplarla llena a rebosar. Los higos chumbos, típicos de la tierra por su clima casi tropical, son riquísimos y valorados.

En nuestra ignorancia, pues no éramos andaluzas, empezamos a manosearlos, observándoles con curiosidad. A los pocos minutos, nuestras manos se llenaron de pequeñas espinas de las que era imposible desprenderse. Al oír nuestros gritos un campesino del lugar, que trabajaba en su campo,vino en nuestro auxilio. Hizo una pasta de agua y barro y nos la dio para que frotásemos con fuerza y pudieran salir las espinas que nos estaban haciendo ver las estrellas. ¡Pero zeñorita, como e que han hecho uztede ezto! decia sonriente. Desconocíamos las características  de aquel fruto y pagamos la novatada. Cuando más tarde los pude comer, me parecieron exquisitos pero eso sí, hay que saber cogerlos y prepararlos.

En el centro de la avenida de la Palmera viví unos años, estaba alejado de lo mas céntrico de la ciudad y saliamos poco. Algún fin de semana ibamos el sábado al Corte Ingles. Volvíamos agotadas y hambrientas pues no se merendaba ese dia. Se me iban los ojos a las cosas bonitas pero ya para entonces el fanatismo por la obra formaba parte de mi y estaba dispuesta a todo.

De todas las maneras envidiaba en secreto a las que trabajaban en las casas pequeñas, que en mitad de la semana acudian al circulo y a atender la labor apostolica, con lo cual salían a la calle mas veces. Deseaba vivir como ellas, no aguantaba estar encerrada.

Y un dia me dieron el nuevo destino. Volvía al barrio de Santa Cruz, aquel precioso barrio que no pude disfrutar, por la "caló" y que mi organismo ya acostumbrado, soportaba estoicamente. Era el centro de la delegación, no se como cabian alli, era bastante pequeño y sin aire acondicionado.

Era la tipica casa sevillana. Un patio interior central lleno de macetas y cubierto con unos toldos que lo cubrían durante las horas de mas sol y alrededor el resto de las habitaciones, había otro mas pequeño, en la entrada, donde los turistas metian su nariz mirando con asombro, pues la puerta de la calle estaba entreabierta .Una cancela que era la que estaba cerrada siempre, limpísima y con una campana con la que, antiguamente se solia llamar, formaban un conjunto muy peculiar.

La puerta exterior  era muy bonita, de madera noble rematada con unos clavos dorados que limpiábamos con sidol y habia que salir literalmente a la plaza con una escalera. El espectáculo estaba garantizado ,los chicos jóvenes se metian con nosotras y los turistas, con grandes exclamaciones, pensaban que aquello formaba parte de las cosas mas tipicas de Sevilla, nos aplaudian y sacaban fotos para el recuerdo. Yo me lo pasaba fatal, pero no me quedaba mas remedio.

 

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