Cuanto dolor y cuantas lágrimas derramadas Cris, pero al final triunfó el amor y el perdón, y como bien decías, ¡y después que serenidad!. Incluso cuando te iba llegando el atardecer de tu vida, te distes, tendiste la mano a alguien que sufría como tú sufriste en su día. Se lo debías y te lo debías. Tu comprensión y apoyo hacia ANG me hizo recordar la misma suerte que yo tuve.
Para ti, Cris, que has sido un ejemplo de cómo vivir la vida y cómo afrontar la muerte y, por amar a Dios con todo tu corazón y toda tu alma, estas ahora gozando del Amor eterno en el Cielo, inmensamente feliz. Tu enfermedad fue tu cruz y la cargaste, con tu sonrisa, hasta el último día.
Siempre en mis oraciones y cuida de nosotros.
Isabel