Numeraria auxiliar durante 35 años (III).- MariPaz 48
Fecha Wednesday, 16 April 2008
Tema 077. Numerarias auxiliares


NUMERARIA AUXILIAR DURANTE 35 AÑOS (III)

MariPaz, 16 de abril de 2008

 

 

Vienen a mi memoria las excursiones al monte Archanda, cuando después de varias semanas ,sin apenas la luz del sol, por fin nos llevaban en manada a correr y gritar por el campo y recuerdo el vértigo que nos daba subir en un viejo funicular que casi se ponía de pie.

 

Algún día entre semana nos sacaban a pasear porque literalmente era así. Todas, en grupo con una numeraria encargada, íbamos en mogollón, llamando la atención de los transeúntes. A mí, personalmente, me costaba ser oveja del rebaño y a la primera de cambio me hacía la despistada con mis amigas, e íbamos alejadas del grupo, como si no perteneciésemos a él. Por supuesto, éramos llamadas al orden inmediatamente...



Un día nos encontramos un chico del pueblo, de nuestra edad, y nos saludó. Nos dio mucha alegría. Las demás nos miraban con envidia viendo nuestro éxito. Inmediatamente, la numeraria de turno, como si de algo maligno y canceroso se tratara, nos prohibió hablar con ellos y les dejamos plantados con dos palmos de narices. A mí, aquellas reacciones me parecían desmesuradas pero era el principio de que las cosas bonitas de la vida, si les parecía a ellas que no eran espíritu del opus dei, eran malas malísimas. Como mucho, me desorientaban, pues amaba la vida y la belleza, pero por aquella época yo había entregado mi vida a la obra y por supuesto todo lo mío quedaba supeditado a un segundo plano.

 

Empezaba la época de ir poniendo los cimientos esculpiendo en mi alma aquel espíritu que tanto me costaba y que me llevaba a rebelarme tantas veces. Cuando eres apenas una adolescente, eres manejable, no tienes formadas tus propias ideas, por eso cuanto más joven se pita, te pueden manipular mejor. Era como una esponja, empapaba todo lo que recibía, era apasionada y joven.

 

Por aquella época me hicieron un vestido nuevo para irme al centro de estudios. Entonces, no era tan normal como ahora ir a los grandes almacenes. Había una modista que venía varias veces en semana a coser a casa. Y un día eligieron una tela que había por allí, sin consultarme si me gustaba o no. Recuerdo que era de cuadros verdes y azules muy oscura para mi edad y no era para nada de mi gusto, pero yo había dicho a Dios que sí y entraba todo en el lote. Me sentí avasallada en mi sentido del gusto, en mi propia personalidad. No esperaba yo un modelo de alta costura. Mi madre también me hacía los vestidos, por aquello de la economía, pero me daba a elegir, nunca me imponía lo que me tenía que poner y experimenté por primera vez la falta de libertad en mis propias decisiones. Entonces no podíamos llevar manga corta. La llevábamos hasta el codo y así me lo hicieron con “manga tres cuartas” que se llamaba.

 

Si hay algo que me gusta apasionadamente son los trapos, la ropa bonita, y acababa de empezar un calvario para mí, que nunca superé a pesar de los años. ¿Por qué teníamos que vestirnos así, si éramos chicas corrientes? Cuantos malos ratos pasé a cuenta de la ropa. Menos mal que al poco tiempo de salirme de la obra pude comprarme todo lo que quise, sin tener que consultar a nadie, sin escuchar evasivas, sin esperar respuestas que nunca llegaban. A mí me dijeron en mi pueblo que íbamos a estudiar y trabajar. Trabajar lo hacia, estudiar alguna clase de escritura, dictados de muy bajo nivel. Yo tenia una cultura general muy buena y no me aportó nada intelectualmente aquello. Me sentí engañada, aunque por otra parte, ya habían dejado de interesarme los estudios, algo de lo que siempre me arrepentí. Además, no me daba cuenta entonces que para ser hija pequeña del padre no hacia falta promocionarme culturalmente. Con tener garbo para trabajar mucho bastaba.

 

Por mi extenso trabajo mientras no fui de la obra, recibía una remuneración, más bien escasa. Pero la alegría que sentí al tener mi primer sueldo en las manos fue única. Le compré a mi madre una blusa porque le gustaban tanto los trapos como a mí, debe ser genético. Y a mi hermana pequeña unos juguetes. Lo había ganado con mi esfuerzo y quería que ellas fueran participes de algo muy mío.

 

Mientras voy escribiendo ,me parece todo de otra galaxia. Para poder entenderlo hay que remontarse a una época, unas circunstancias concretas, una mentalidad del momento. Pero si os dais cuenta en lo fundamental, apenas ha cambiado nada. La obra no va con los tiempos, sigue anclada en su fanatismo destructivo, su espíritu es tan rancio como siempre.

 

Un beso y hasta pronto

MARIPAZ

 

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