Numeraria Auxiliar durante 35 años.- MariPaz
Fecha Wednesday, 09 April 2008
Tema 077. Numerarias auxiliares


NUMERARIA AUXILIAR DURANTE 35 AÑOS

Mari Paz, 9 de abril de 2008

 

 

En uno de mis escritos en esta pagina, os decía que algún día escribiría mis vivencias como numeraria auxiliar durante treinta y cinco años y hoy ha llegado la hora.

 

Mi vida dio un giro inesperado cuando, a la edad de quince años, una mañana me encontré a una conocida mía que iba al lado de una chica, mayor que ella y que al pasar por mi lado me paró para presentármela. Era una numeraria del opus dei. El primer contacto y conocimiento que tuve y que iba a cambiar mi vida de manera total.

 

Yo pertenecía a una familia humilde de un pueblo de la montaña leonesa. Mi padre era minero.  Éramos cuatro hermanos, yo la segunda. Hacía un par de  años que había empezado a estudiar el bachiller, interna en un colegio de monjas de la capital. Se me daban bien los estudios, pero con quince años no sabes lo que quieres... Por eso había dejado hacía un mes de estudiar y cuando aquella señorita, bien claro me dejó que así –señorita- la tendría que llamar, me dijo de irme a Bilbao, me ilusioné, y quise marcharme del pueblo...



En los años sesenta era lo normal que los sacerdotes diocesanos de la obra, agregados, sirvieran de gancho para llenar de gente joven los internados de los colegios mayores de la obra. Y yo, aunque no participaba de las  actividades de la parroquia que aquel sacerdote organizaba apenas recién llegado al pueblo, sí conocía de las reuniones por mi amiga, pero nunca tuve interés.

 

Después de mucho pelear con mi padre, pues no me dejaba ir, por aquello de la fama de mi tierra -somos tozudos-,conseguí coger un tren de aquella época y llegar a mi nuevo destino casi de noche. Llegaba por primera vez a un centro de la obra.

 

Era un colegio mayor universitario de chicos. Estábamos como veinte chicas de las que habían captado en los últimos meses en diferentes pueblos. Por aquello de la novedad, todo me ilusionaba. Me enseñaron la habitación o camarilla, como las llamaban: un habitáculo donde apenas cabía un colchón encima de unos pivotes  que sobresalían de la pared y una madera con un soporte, a modo de mesilla. Como puerta, una cortinilla. Cenamos algo y dormi como un liron por lo largo del viaje.

 

A la mañana siguiente, al alba, un timbre muy potente me despertó. Nos habían dado un uniforme la noche anterior compuesto por bata, delantal y gorro y realmente allí me daba cuenta ya, que aquello no me gustaba nada. Años más tarde, en mi fanatismo, amé con locura aquellas prendas porque así lo aconsejaba el santo fundador. La verdad que mi precioso pelo negro dentro del gorro y la bata grande y fea, hacía de nosotras unos auténticos mamarrachos... Recordé lo que había oído contar de la mili, cuando les daban el uniforme a los soldados nuevos y reíamos con ganas.

 

A la media hora, la numeraria que había ido al pueblo, vino a recogernos a las camarillas donde esperábamos ya arregladas y nos llevó, casi en fila, por pasillos y escaleras hacia el ascensor. No sin antes decirnos que teníamos que guardar silencio total. Empezaba, así, la llamada “primera limpieza”. Sin apenas dormir lo necesario, sin desayunar, me dieron unas bayetas para ponerlas en los pies y sacar brillo a la cera del suelo. Yo sólo sabía reírme mirando a las demás novatas. Reíamos por no llorar… pues ganas no nos faltaban.

 

Después de la limpieza subimos al oidor con el delantal blanco a oír misa. Era el oidor una habitación en penumbra con uno o dos bancos, siempre ocupados por las directoras mientras las demás aplastábamos nuestras jóvenes rodillas en el duro suelo. Había una celosía que daba al altar del oratorio de la residencia. Desde allí la administración asistía a misa, como algo etéreo, que estaba pero no estaba... Os podéis imaginar nuestras caras casi infantiles, mirándonos con complicidad por si veíamos a los residentes... ¡y pegándonos cada golpe en las espinillas dada la oscuridad que allí reinaba!

 

Era todo muy NORMAL como me habían dicho más de una vez: hacíamos lo que hacía la gente corriente... Y yo tenía cada día una nueva sorpresa de mi nueva vida.

 

Volvere de nuevo con mi historia...

Un abrazo de Mari paz

 

 

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