¿Alguien tiene un minuto? (Fin).- Emevé
Fecha Wednesday, 09 April 2008
Tema 100. Aspectos sociológicos


¿Alguien tiene un Minuto? (Final)

Emevé, Lima, 9 de abril de 2008

 

 

Lima es una ciudad con un tráfico caótico. Uno sale por las mañanas luego del beso y del café matutino y se interna en un infierno. Una ciudad llena de gente estresada que necesita imponer su punto de vista o de ser mejor que el otro por lo menos en las pistas. Nadie respeta a nadie ni a nada. Si maneja una anciana llevando a sus nietos a la escuela, no faltará el gentleman de turno, manejando una 4x4 último modelo con llantas más grandes que una casa gritándole “vieja de m… ándate al asilo”. Y como si nada. El domingo a la misa y el cura lo abraza a la hora de dar la paz. Él es más.

 

A veces una observa como provinciana asustada que es. Y dice “esta ciudad es de locos, todos deberían estar en terapia”. Y no lo están. Y es que la  gran mayoría de las veces no va a terapia quien debería ir sino más bien quien quiere prevenir (si manejas en Lima, o si piensas manejar en Lima, búscate el número de un centro de terapia porque te vas a volver loco).

 

La terapia es una cosa libre y voluntaria, a la que acude quien quiere y quien puede y quien está rodeado de gente que lo aman y le dice “vamos a la terapia y saldremos de esto”. Eso es la vida ordinaria. Nadie insulta a nadie por ir al psicólogo, o por hacer yoga o por necesitar de sendas sesiones de reiki semanales para recuperarse del desgaste diario, del estrés de este mundo apurado y a veces hostil.

 

En el opus en cambio no suele pasar así. En el opus se va a terapia para acallar las ansias de libertad. Mientras que la gente en medio del mundo va a terapia para liberarse, en el opus se va a terapia para no liberarse, para dejar a un lado ese mal vicio de “pensar por sí mismos” y para que la medicina los haga “volver” a la muerte en vida que son sus día a día.

 

Quien ha sido obligado a ir a la terapia en el opus es una víctima. Tanto como lo fueron los de los campos de concentración. Víctimas y no enfermos mentales. Ya sea que sigan dentro (“muy felices”) o estén fuera como cooperadores o como imparciales o como lo que fuera. El decirles “enfermos mentales” a las víctimas es como decirles “raza impura” a los judíos. Y hay muchos políticamente incorrectos que justifican las atrocidades. Mientras no les pase a ellos, claro (que así sea).

 

Otra cosa diferente es que en el opus se nos enseñan muchas cosas que no están bien. Ni cuando las hace el opus, ni cuando las hacen los niños prodigio de la luz solar, ni cuando las hacemos nosotros. No está bien –por ejemplo- abusar de los menores de edad. Es feo, muy feo, manipular a un niño en plena formación de su personalidad y robarle años preciosos de sus vidas en aras de un bien menor: los números de la secta.

 

No está bien por ejemplo el decir medias verdades. El permitir que otros intuyan algo haciendo restricciones mentales. No está bien el pensar que sólo hay una manera de hacer las cosas, que sólo unos cuantos sabemos la verdad y que sólo hay un lado positivo y uno negativo de las cosas. “O conmigo o contra mi”. Esas cosas están feas en el opus, están feas en los niños iluminados del Caribe Central y están feas en la secta de la cabra sagrada.

 

Y no es que estemos locos. O que seamos “como los del opus”. O que seamos malas gentes. No. Para nada. Es que nos hemos habituado a verlo y a hacerlo durante nuestra permanencia dentro y a veces es difícil ser de otra manera. Es casi inconsciente e involuntario.

 

Cuando nos queremos tirar de las greñas en esta web, solemos decirnos “tú parece que fueras del opus” o algo similar. Como si el opus fuera el dueño de todo lo malo del mundo. Y no. No es que  pensemos que esto me lo quedo y lo otro a la basura. No. Es que muchas veces lo que hemos aprendido en el opus ha sido internalizado tan bien que es ya parte nuestra. Y así somos. O a veces ya éramos así y por eso nos hicimos del opus.

 

Pienso que hay una moral natural, una especie de ley escrita en cada corazón que te indica lo bueno y lo malo (en las circunstancias en las que vives, claro) y es muy importante desnudarse ante uno mismo y evaluar si esto o aquello es coherente con esa “música de mi corazón”. Y actuar en consecuencia.

 

Pero claro, siempre acordarse de la regla de oro: si lastimas a otro, eso que haces ya tan tan tan bueno y loable, no ha de ser. Piénsalo dos veces.

 

Y quien tenga oídos, que oiga.

 

Hasta la siguiente ocasión,

 

Emevé

 

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