Solo Miguel y Eduardo.- Nacho Fernández
Fecha Monday, 07 April 2008
Tema 100. Aspectos sociológicos


SOLO MIGUEL Y EDUARDO

Nacho Fernández, 7-Abril-2008


Los primeros años del Opus Dei son poco conocidos, sobre todo en lo que se refiere a las primeras incorporaciones. Es más se pueden constatar habituales silencios sobre personas que pertenecieron a la hoy única prelatura personal de la Iglesia Católica y que contribuyeron a sacarla adelante. Todo debe contribuir a exaltar la figura del "único sol", su fundador, hoy San Josemaría Escrivá de Balaguer y Albás. Los demás que vivieron entorno al Santo Marqués de Peralta eran satélites, estrellitas, estrellas fugaces, satélites sin importancia o aerolitos. Y, en consecuencia, dentro de la Obra se procuraba no hablar de ellos.

Son conocidos los nombres de algunos varones que se incorporaron a la Obra antes del comienzo de la Guerra Civil en 1936 y de los que acompañaron al fundador en los años de la contienda. Lo poco que sé es o porque lo he leido en publicaciones como "Crónica" y "Obras" o porque lo he oido directamente a algunos de estos "semiprotagonistas". Me refiero principalmente a Don Francisco Botella y Don Ricardo Fernández Vallespín, que acudían a las tertulias de las convivencias anuales de agregados que se celebraban en el mes de agosto de finales de los años sesenta del siglo XX en la casa de retiros de Molinoviejo, cercana a Ortigosa del Monte en la provincia de Segovia...



Don Francisco Botella explicaba aquellos primeros años de la Obra con mucho detalle. En especial, aportaba algunos datos sobre la huida del fundador durante la Guerra Civil desde Madrid, controlado por el gobierno republicano, a la zona dominada por el grupo encabezado por el General Franco. Esto se hizo atravesando la cordillera de los montes Pirineos. Hubo necesidad de invertir una fuerte cantidad de dinero que aportó el padre de Miguel Fisac, uno de los primeros, que entonces se encontraba escondido en una buhardilla de su casa en Daimiel (Ciudad Real). Esta financiación no fue revelada por don Francisco.

De la misma manera, don Francisco recordaba que Miguel (Fisac) acompañó al hoy San Josemaría en la entrada a Madrid al terminar la Guerra Civil. Inmediatamente fueron a ver la residencia de la Obra que existió cercana al Cuartel de la Montaña. Entre los escombros solo encontraron el letrero del "Mandatum novum" (el mandato que os ameis unos a otros como yo os he amado) que había escrito Miguel por encargo del fundador del Opus Dei. Ese cuadro se conserva hoy en un centro de la prelatura.

Uno de los participantes en esa huida a través de los Pirineos fue Eduardo, otro de los primeros numerarios, al que don Francisco solo citaba como Eduardo y no añadía ningún apellido. Lo mismo le sucedía a Miguel Fisac, al que solo se nombraba como Miguel, sin más detalles, y eso que su hermana Lola era la más antigua de las mujeres de la Obra. Para los directores del Opus Dei alguien que se ha ido es un "pobrecito" que ha abandonado su vocación "a cambio de un plato de lentejas", que no vale nada, como si fuera Esaú que dio su primogenitura a su hermano menor Jacob.

Haciendo memoria recuerdo algunos que se incorporaron al Opus Dei antes del comienzo de la Guerra Civil: Isidoro Zorzano, con un proceso de beatificación incoado, pero que nunca acaba de llegar a la Santa Sede; Juan Jiménez Vargas, que fue decano de la Facultad de Medicina en la Universidad de Navarra; don Pedro Casciaro; don Francisco Botella, Don José María Hernández de Garnica; don José María González Barredo, Don Alvaro del Portillo, Luis Gordon (fallecido antes del inicio de la Guerra Civil) y Don Rafael Calvo Serer, que fue el último en incorporarse pocos días antes del inicio de la contienda. El otro día me refería a unas palabras de San José María que se lamentaba de que en aquellos años las vocaciones se le "escapaban como anguilas" en el rio.

Antes del comienzo de la Guerra Civil el fundador recurrió a una serie de sacerdotes diocesanos para que le ayudaran en la atención a los de la naciente Obra. A alguno de ellos le acusó de no haber actuado bien con el primero de la Obra cuando éste le consultó si debía dialogar con aquella joven mujer a la que conoció mientras oía misa en una iglesia de Madrid y posteriormente abandonó su entrega al Opus Dei. San Josemaría afirmaba que esos sacerdotes habían sido su "corona de espinas". Las excepciones fueron los sacerdotes Jose María Somoano, enterrado en un pueblo de Madrid, del que dentro del Opus Dei se dice que fue envenenado (existe un folleto sobre su vida de uno de llos escritores oficiales de la prelatura), y Heliodoro Gil, que fue secretario del ex obispo de Tui-Vigo y ex arzobispo Castrense, monseñor José Lopez Ortiz. El hoy santo decidió eliminarlos de pertenecer a aquella pia unión. Con el tiempo Heliodoro Gil pasó a pertenecer a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz.

Cuando murió el hoy San Josemaría, todos los de la Obra nos pusimos a buscar testimonios. Surgió el de una persona de Córdoba, que había pitado antes de la Guerra Civil, pero que había perdido el contacto desde entonces. Estuvo abandonado sin saberse de él hasta esa fecha. Se ausentó entonces pues tenía que atender a sus padres. ¿Cual es la razón verdadera de este abandono? Dentro de la Obra se solía decir que tanto el fundador como los tres primeros sacerdotes --Don Alvaro del Portillo, Don José Luis Múzquiz y don José María Hernández de Garnica--, viajaron mucho para atender la labor incipiente en distintos lugares. Por lo que se ve se olvidaron de este cordobés.

Por mi trabajo de periodista, ha sido frecuente que cuando iba a una convivencia anual me encomendaran elaborar el diario de esos días. En una a la que asistí en 1975, poco despues de "la marcha al cielo" del fundador, en el Colegio Mayor Guadaira de Sevilla, escuché como se decía por uno de los invitados a la tertulia, que a la primera convivencia celebrada despues de terminar la Guerra Civil, todos los los de la Obra cabían en un autobús. Me dijeron que corrigiera eso porque no era correcto. ¿Cual es la verdad exacta de lo que ocurrió en esos años? La impresión que me dio siempre es que todos los mayores tenían miedo a contar hechos. Así lo demostró Luis, el numerario que me corrigió en Guadaira, y que hoy ha fallecido. Lo que sí pude observar es que en esos primeros momentos de fallecido el Padre se podía contar todo. Los hechos demostraron que luego dieron marcha atrás y no contaron toda la verdad.

                                    NACHO FERNÁNDEZ







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