Rejalgar contra ciento por uno.- Heraldo
Fecha Wednesday, 05 March 2008
Tema 040. Después de marcharse


REJALGAR CONTRA CIENTO POR UNO

Heraldo, 5 de marzo de 2008

 

 Imagen: Tino Sobrino, “A couple and a donkey walk up”

 

 

La polémica del rejalgar continúa monopolizando la web gracias a las intervenciones de algunos talibanes y a pesar de los intentos de algunos colaboradores en llevar la discusión hacia otros temas. Sorprende “el argumento” de algunos en favor del rejalgar escrivariano: hay rejalgar porque así lo profetizó Escrivá -el santo de los santos-, en contra del testimonio de los únicos autorizados para hablar del tema con conocimiento de causa. Es bien conocido el recurso “interno” a inventar o magnificar cualquier dato para hacer plausibles las afirmaciones del fundador.

Como digo, los únicos autorizados para afirmar si hay o no rejalgar post-opus somos los post-opus, pues somos los únicos que tenemos la posibilidad de realizar tal constatación. Los opus tienen que refugiarse en la fe en Escrivá, y eso es lo que hacen, aunque tengan que negar la evidencia. Como afirmé en mi brevísima colaboración sobre este particular, en mi experiencia personal y en la que corresponde a los ex que están dentro del círculo de mi influencia, la profecía del rejalgar está ausente. Ciertamente que a algunos no les ha ido tan bien, pero la culpa no parece deberse a una venganza o a un restablecimiento del orden por parte de Dios, sino a causas bien precisas y señalables. Tengo en mente a dos numerarios que, se puede decir, han fracasado en su vida matrimonial y profesional. Uno de ellos se casó sin amor y ambos precipitaron su elección. Uno de ellos, ex cura, confesaba que no acudiría al divorcio para que los del Opus no pudieran alegrarse por su desgracia. Sin embargo, la mayoría han salido adelante con gran decoro y hasta con éxito. Y por lo demás, no conozco a ninguno que se haya arrepentido de haber dejado el Opus...



Creer en Escrivá, y en todo cuanto dijo, es una de las condiciones necesarias para mantenerse “fiel”. Una vez le oí decir a Carlos Llano, ante evidencias en contrario, que cada uno tenía que buscar las razones, inventándolas si fuera necesario, para convencerse del enfoque institucional. Eso es a lo que se ven obligados quienes siguen “fieles”, pues de lo contrario caerán en el cinismo o terminarán por abandonar la barca. Irracionalismo convertido en fe.

Apoyándose en la Escritura, Escrivá prometía el ciento por uno a quienes se mantuvieran fieles. Nada tengo contra las palabras de Jesucristo. En cambio, identificar las renuncias de que habla el Señor con la entrega en la Obra es muy diferente. Pero Escrivá procedía a identificarlas sin pestañear. De ello se puede deducir, a lo sumo, que eso era parte de sus convicciones, pero nada sobre la verdad de lo afirmado. Ante los caprichos de los hombres el misterio de Dios debe mantenerse a salvo. El Opus pretende la monopolización de ese misterio.

Mi pregunta es la siguiente: ¿tienen los que siguen en la Obra el ciento por uno prometido? Me parece obvio que no. Quienes siguen en la Obra se han quedado como el perro de las dos tortas. Dejo a salvo a quienes siguen dentro con rectitud de conciencia, pues Dios no los abandonará. Pero lo mismo vale para quienes se han salido. Como ya he mencionado, una de las razones más poderosas para abandonar la Obra fue, para mí, comprobar inequívocamente que dentro me deparaba un futuro sin horizonte. Los centros de jóvenes suelen ser divertidos. Los centros dedicados al gobierno de la Obra, como las Delegaciones y Comisiones, tiene también sus alicientes. Pero los centros de mayores simpliciter son un cementerio de elefantes. Y esto es así porque, como ha comentado acertadamente Otaluto, la reducida perseverancia va dejando en la Obra a altos directivos vitalicios, sacerdotes y locos. La clasificación no es muy exacta, pues entre los directores y sacerdotes hay bastantes locos, personas enfermas, o personas que deambulan por la vida con la cabeza rodeada de una nube sobrenatural que les impide ver la realidad más palmaria. Una modalidad de locura, caracterizada por la desconexión con la realidad. La gracia anulando la naturaleza. La fe cegando la razón.

En los centros de numerarios –mayores y jóvenes- el ambiente queda marcado por la represión. Basta para ilustrarlo el ejemplo de las películas. Una al mes era la tarifa de mi última época. Una determinación que nadie tolera, y que en la práctica da lugar a un sinfín de corruptelas. Laicos y curas poseen películas y las ven en sus ordenadores, que disfrutan en la triste soledad de sus habitaciones aún durante el retiro. Conocí a un director de un centro que, junto con su sacerdote, veían una película diariamente. Al menos se acompañaban.

Otro ejemplo: las normas sobre la pobreza son una materia muy frecuente para alimentar –y aliviar- la soledad de los numerarios. Como es bien sabido, los numerarios no pueden, por ejemplo, tener un discman, un ipod o una cámara fotográfica como propiedad. Sin embargo, quienes han estado en centros de mayores saben muy bien la cantidad de estos aparatos que se encuentran en cajones y armarios en régimen de contrabando. Conozco un sacerdote que hasta tiene una televisión –de cinescopio- de 20 pulgadas escondida en su armario. Lo de menos es la falta de pobreza; el vacío e insatisfacción que manifiestan. Puedo afirmar, asimismo, que quienes no se tomaban estas licencias están peor que los demás: más deprimidos aún y en una situación más grave de soledad y confusión, que sólo los psicofármacos alivian. Son sólo algunos ejemplos. ¿Es esto el ciento por uno prometido por el Señor? Lo dudo. Si aceptamos a Escrivá caemos en la paradoja de que el rejalgar es preferible al ciento por uno. Como profeta, Escrivá está reprobado.

Por mi parte, no dejé el Opus Dei en busca de una vida más feliz. Lo dejé –y seguramente por eso me tardé tanto en dejarlo- porque la vida en la Obra me parecía insoportable, hasta que llegó a asfixiarme (sic). Considero que es una razón muy legítima para abandonar una institución. Me importó un bledo si tenía o no vocación. En la asfixia, la vocación no es el tema. Llevaba 25 años tomando antidepresivos, y los dejé de necesitar a los tres años de haberla dejado. Un hecho sumamente indicativo. Fuera de la Obra he encontrado una paz que ni siquiera buscaba. Disfruto la amistad, el amor humano, un viaje y una buena audición de mi música preferida sin pagar tributo a Escrivá por el remordimiento o alguna otra modalidad de diezmo.

Tengo una madre sabia, y un día me dijo que la felicidad no existía, y que la verdadera felicidad es más bien la paz y la tranquilidad. Ciertamente la felicidad como estado intenso de alegría desbordante es sólo cosa de algunos momentos en la vida. A lo que cabe aspirar es a la paz. Después de pensarlo bien y estudiar los hechos, he llegado a aceptar que a algunos ex no les ha ido demasiado bien. Sin embargo, la razón no parece deberse a su abandono del Opus Dei, a una forma de divina venganza, sino precisamente a haber pertenecido al Opus. Trataré de explicarme.

La pertenencia al Opus Dei como numerarios conlleva por lo común un menoscabo del desarrollo profesional y del desarrollo afectivo, por razones que en esta web son más que claras. Ocurre entonces que cuando se deja el Opus Dei, quizá después de muchos años, uno sale con un rezago de desarrollo profesional y madurez afectiva muy considerables y riesgosos. Con un poco de mala suerte esto cristaliza en dificultades, y al parecer así ha sido en algunos casos menos afortunados.

Para alcanzar la paz y la serenidad humanas hace falta una base, que es, a mi juicio, la vida profesional. Es algo así como una plataforma dónde pisar. No sé si para las mujeres es igual, pero a lo hombres nos afecta mucho no tener resuelto este aspecto. No ser capaces de concedernos una vida digna -más difícil cuando se tiene una familia que sacar adelante- es algo que no nos sabemos perdonar. Si no lo logramos la autoestima se nos viene abajo. Pero es el Opus Dei quien nos ha impedido –contra todo lo que nos prometía en un principio- lograr una madurez profesional paralela a la de nuestros coetáneos.

Por su parte está la madurez afectiva. Todo en la vida tiene su tiempo, su momento, y el paso por el Opus Dei lo perturba por cuanto lo retrasa y modifica. Hay en esto una completa desorientación y las salidas más dispares. Algunos ya tienen fecha de boda antes de recibir la dispensa de compromisos; otros intentan elegir mujer con los criterios con los que se compra un coche, con el agravante de que el coche es para toda la vida. No faltan quienes han  podido sacar adelante un matrimonio feliz. En fin, que el tema no nos es fácil, los riesgos son muchos, y todo gravemente lastrado por nuestro paso por la Obra. Eso de amar exclusivamente a Dios y estar desprendido de todo lo demás nos desentrena para recorrer el sinuoso laberinto del amor humano. Mi consejo es no precipitar decisiones. No me detengo más en este asunto, pues además no soy ningún buen ejemplo.

Si el desarrollo profesional está en la base de la tranquilidad, la madurez afectiva es la coronación de la vida plena. ¿Es Escrivá el profeta del rejalgar? Basta un acertado análisis antropológico, relaciones causales y sentido común. El recurso a la profecía es simple superstición. Por otra parte, no se trata de dificultades insuperables, y no se expresan de la misma forma en todos los casos. Además, en lo humano la excepción es la regla.

Dicho de otro modo: dejar la Obra tiene tanto su recompensa como su precio. Y ello por la sencillísima razón de que toda decisión práctica tiene ventajas y desventajas. O también: la propia biografía nunca es indiferente. Uno no puede prescindir del hecho de haber estado tantos años en el Opus. Ventajas y desventajas. Y que cada quien saque su balance. Es importante salir en números negros, y las probabilidades de lograrlo son enormes.

No me resisto a comentar algo sobre lo dicho por JJ (La moda...). Es evidente que ha invertido algunas horas leyendo opuslibros y está muy molesto por lo que decimos. Muy comprensible. Opuslibros es un ataque furibundo no sólo a ciertas ideas sino al mismo sentido de su vida. La reacción es igualmente comprensible: llenar opuslibros y a sus lectores del máximo de rejalgar, rejalgar al alto vacío. Una reacción visceral, fuera del espíritu del cristianismo. No sabéis a qué espíritu pertenecéis (Lc 9, 55), le diría el Señor. Los Apóstoles cayeron en la misma tentación en más de una ocasión, y el Señor los tuvo que reprender en todas. Vuelve tu espada a su sitio, porque quienes recurren a la espada, a espada perecerán (Mt 26, 52), le dijo el Señor a un San Pedro, que después fue cobarde y finalmente obtuvo el perdón. También JJ obtendrá el perdón, incluso el nuestro. Quizá en algunos años –o meses- lo veremos colaborando en Opuslibros con otro tenor. Las probabilidades están en su contra –en su favor-, pues el índice de perseverancia en el Opus es lamentable.

Escrivá se equivocó en muchas cosas, y hasta en lo que acertó se cierne la duda. Una de sus más contundentes profecías fue aquel mañana o pasado entierro. Pero esa incertidumbre –mañana o pasado- y su error sobre la persona (el padre y no el hijo) ensombrecen la anécdota. ¿Cuántas otras cosas que no se cumplieron, nunca salieron a la luz precisamente porque no se cumplieron? Es evidente que hubo toda una labor minuciosa para ocultar lo negativo y hacer aparecer lo positivo. Nada malo si no hubiera sido en vistas a la más extrema y falaz mitificación del personaje.

Una pequeña digresión. Me lo contó uno de los protagonistas. Un día iban por carretera, con el fundador, un grupo de miembros jóvenes, seguramente poco después de la guerra. Se detuvieron a hacer aguas, y lo hicieron, bromeando, todos simultáneamente, codo con codo, desde lo alto de una roca hacia el vacío. El Marqués hizo lo mismo, olvidando en ese momento su dignidad sacerdotal. Supongo que alguno desvió la vista para mirar al de al lado… Curiosidad disculpable. Otra anécdota, también del protagonista, entonces Defensor. Estando el fundador en su región, un día cualquiera, lo invita a ver la TV, a media mañana. Se ponen a ver las caricaturas, muy divertidos, cosa de hora y media. Ambas anécdotas muy humanas, pero por poco edificantes suprimidas de las biografías. El precio es la mitificación del personaje hasta la inhumanidad; y su consecuencia: la inhumanización de la actual Prelatura.

La profecía rejalgariana adquiere equilibrio si se le entiende correctamente. En efecto, bajo el supuesto de que el Opus Dei sea una verdadera vocación sobrenatural, ser infiel a ella por razones egoístas no traería sino desventura. Y esto es así por la simple razón de que ser infiel a sí mismo es la única razón de la verdadera desventura. Lo demás son “cosas de la vida”. Pero lo mismo vale para quienes están dentro y no se salen de la Obra sólo por miedo al futuro. En la medida en que se autotraicionan serán fuente de rejalgar. Y al revés, el ciento por uno puede estar fuera de la Obra. Y esto porque, por mucho que le duela a JJ, el Opus Dei no es un absoluto, en estricta doctrina católica. Él cree que lo es, cuando afirma que eso no se arregla con una buena confesión, o cuando lo asimila a los pecados contra el Espíritu Santo.

En efecto, como ya he indicado, lo peor del Opus Dei y la fuente de todos sus errores es su auto declaración de absoluto, enmascarado de sobrenaturalidad y de querer divino. Si no cayera en este inconfesado extremo, la Obra podría ser útil a la Iglesia. Vuelvo a insistir en su carácter gnóstico gravemente herético. A Escrivá le pasa lo que a tantos intemperantes: absolutizan su criatura, como Freud absolutizó el psicoanálisis o Hitler el nacionalsocialismo. Pese a todo, un frecuentísimo error humano, inaceptable por lo demás. De ahí procede el monopolio de la verdad, la mitificación del fundador, el absolutismo sobre las almas, la pretensión de dominio sobre las conciencias, la justificación de los medios por el fin, y un largo etcétera. Su profecía del rejalgar es una de tantas. El Opus Dei es perfectamente coherente con su gnosticismo, es decir, con su pretensión de absoluto. Desde esa óptica todos sus excesos quedan explicados. Y al revés: si se desmonta su pretensión de absoluto –todo lo cual es imprescindible si se quiere ser católico- todos sus excesos se desmoronan, y el Opus aparece como una anacrónica herejía, quizá el último superviviente de los numerosos absolutismo europeos del S. XX. La sincera rectitud de muchos de sus miembros no salva la cuestión o la deja en el misterio, como pretende Sancho 1964.

Quienes hemos padecido este flagelo tenemos la obligación, ante la Iglesia y ante el mundo, de desenmascarar su locura. Opuslibros cumple esta función histórica, y Agustina López de los Mozos Muñoz pasará a la historia por su valentía. Para ella mi reconocimiento y gratitud. El triunfo sobre la herejía podrá llegar bruscamente o poco a poco, en la medida del alejamiento temporal de su origen, pero llegará. Mientras tanto, me aferro al rejalgar y desprecio el ciento por uno. El S. XX ha sido el escenario de la conquista de la libertad precisamente porque en ella, como en ninguna otra época, han proliferado los absolutismos del más distinto cuño. La Iglesia misma, en su maduración histórica –que la tiene, aunque Escrivá la niegue- ha abandonado el absolutismo y enaltecido la libertad y sus consecuencias como único marco del verdadero encuentro con Dios.







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