El destino final de una 'tesis digna': la papelera.- Josef Knecht
Fecha Friday, 22 February 2008
Tema 900. Sin clasificar


Desde que en esta página web se está hablando acerca de las tesis doctorales, sobre todo las eclesiásticas, que han elaborado bastantes miembros del Opus Dei a lo largo del siglo XX, me han venido a la memoria anécdotas relativas a esta cuestión. En mi escrito titulado “Don Honorio y la ‘tesis digna” (20.02.08) plasmé el primero de mis recuerdos. A continuación, voy a poner por escrito otro recuerdo.

 

Pero antes de hacerlo, desearía felicitar cordialmente a Beto por su magnífico artículo titulado “Más sobre tesis doctorales” del 20 de febrero de 2008. Me solidarizo del todo con sus afirmaciones. Cuando nos planteamos este tema en Opuslibros, no lo hacemos por afán de molestar ni de cotillear, sino de sacar a la luz una de las muchas contradicciones que se viven en el Opus Dei, ya que la teoría de la santificación del trabajo profesional no se vive bien en la praxis interna de la Obra, cuando los directores de esa institución anteponen la dedicación de tiempo y esfuerzo a las labores apostólicas por encima del trabajo profesional de los miembros del Opus Dei y también por encima de la formación académica de los sacerdotes de la prelatura. Como bien afirma Beto, esta grave contradicción práctica se enraíza en un serio problema de fondo, problema que no se resuelve por el hecho de que se trabaje bien, por ejemplo, en la Clínica Universitaria de Pamplona. El problema de fondo es el desprecio manifiesto de los directores de la Obra por el trabajo intelectual.

 

Y ahora paso a relatar mi recuerdo. Es una anécdota poco edificante de la que no se hablaba en las tertulias ni en las charlas impartidas en los medios de formación de la Obra, y me la contó en una conversación privada un miembro del consejo local de Aralar o, dicho en términos más precisos, uno de los formadores de ese seminario sacerdotal de la Prelatura del Opus Dei. Sucedió a finales de la década de los años 80 del siglo XX.

 

Pocos días después de que un numerario del Opus Dei defendiera su tesis doctoral en una de las Facultades Eclesiásticas de la Universidad de Navarra, regresó a su país de origen que, si mal no recuerdo, era Ecuador; esto debió de suceder a mediados o finales de junio o a comienzos de julio, ya que casi todas las tesis doctorales se defendían a lo largo del mes de junio. Ese numerario, ya doctor, se desplazó de Pamplona al aeropuerto de Madrid-Barajas bien cargado de maletas, en las que no sólo transportaba enseres personales, sino también abundante correo para la Comisión Regional de la Obra en el Ecuador. Cuando facturó el equipaje, la azafata le advirtió que sobrepasaba el peso establecido para embarcar en el avión y le impuso la obligación de aligerar las maletas. El numerario, que estaba apremiado porque le faltaba poco tiempo para emprender su vuelo, comenzó a deshacerse de enseres personales suyos tirándolos a las papeleras del aeropuerto; en aquellas fechas los vestíbulos de los aeropuertos aún tenían papeleras, que posteriormente se quitaron por motivos de seguridad. Pues bien, uno de los objetos que fue a parar a una de esas papeleras del aeropuerto de Madrid-Barajas fue el ejemplar de su propia tesis doctoral que acababa de defender unos días antes. Lo importante era que la Comisión Regional de la Obra en el Ecuador recibiera su correo.

 

A decir verdad, no sé si esta anécdota está basada en un hecho verídico o se trata más bien de una leyenda urbana. Pero, en cualquier caso, tanto si es histórica como si es legendaria, manifiesta a la perfección la autoconciencia que tenían de sí mismos los doctorandos de Aralar en aquellas fechas: eran plenamente sabedores y conscientes de que no pasaba nada si sus tesis doctorales tenían como destino final el de ser arrojadas a una papelera.

 

Josef Knecht









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