Libro 'olvidado' por el Opus Dei sobre Isidorio Zorzano (Cap. XVIII).- Brian
Fecha Friday, 22 February 2008
Tema 090. Espiritualidad y ascética


POSICIONES Y ARTÍCULOS

PARA LA CAUSA DE BEATIFICACIÓN

Y CANONIZACIÓN DEL SIERVO DE DIOS

ISIDORO ZORZANO LEDESMA

DEL OPUS DEI

Por José Luis Muzquiz, sacerdote numerario del Opus Dei -1948-

 

XVIII.-LABORIOSIDAD

 

 

235. -Espíritu de trabajo.-Convencido el Siervo de Dios de que su camino de santificación en la Obra consistía en santificar el trabajo de cada día, ordenado y perseverante, en hacer con perfección, con amor de Dios, las cosas pequeñas de cada momento, trabajaba sin descanso, silenciosa y humildemente. Llegó a la santidad mediante el cumplimiento heroico y perfecto de sus deberes religiosos y profesionales, edificando por su laboriosidad a cuantos le rodeaban.

El Siervo de Dios trabajó siempre: en Málaga, además de tomar parte activa en obras de apostolado, desempeñaba su cargo de ingeniero y dirigía centenares de obreros a sus órdenes; intensamente trabajó también cuando, sin disminuir su labor profesional, desempeñaba el cargo de administrador de la Obra. Siempre con perseverancia y paz, con constancia y alegría, con orden y puntualidad admirables.

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Todo lo cual será probado por testigos dignos de fe por haberlo visto, oído o leído, o que lo saben por ser cosa pública y notoria, los cuales indicarán, además, sus fuentes de información.

 

236.-No conoció el descanso.-El Siervo de Dios no conoció nunca el reposo, ni se concedía descanso alguno, sino que con continuo celo atendía al cumplimiento puntual y exacto de todos sus deberes y obligaciones, e incluso ayudaba a los demás en sus trabajos...



Fué modelo en el cumplimiento del trabajo profesional, a pesar de su deficiente salud y de que sus mismos jefes y compañeros le insistían en que se concediese el descanso necesario y obligado. Una vez terminada la guerra y estando y a enfermo, se esforzó en hacer vida normal y continuar su trabajo, aunque él mismo se daba cuenta de que le faltaban las fuerzas; a pesar de su agotamiento, no por eso dejaba de desempeñar sus deberes con normalidad, sin hablar nunca de sus dolores ni concederles importancia.

Dice de esta época un hermano suyo que «nunca le vió sin hacer nada». Y así hasta última hora: comiendo con dificultad, sin dormir apenas, pero trabajando. El día antes de declararse su gravedad estuvo toda la tarde ocupado en la contabilidad de la administración.

Todo lo cual, etc.

 

237.-Estudio.-Desde la infancia el Siervo de Dios fué ejemplo por su laboriosidad y por el empeño que ponía en el estudio, a pesar de las dificultades que al principio encontró. Con frecuencia le hallaban estudiando cuando le iban a llamar por la mañana, pues solía madrugar para hacer rendir más el tiempo.

Sus compañeros, alumnos y subordinados recuerdan su incesante estudio; en cuantas ocasiones le visitaban en la oficina, o entraban en el despacho del Siervo de Dios, le encontraban estudiando. Y en sus conversaciones solía recomendarles el trabajo.

Una vez en Madrid, sus tareas profesionales y la administración de la Obra le ocupaban realmente todo el

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día; sin embargo, aún lograba sacar tiempo para estudiar, y así lo hizo hasta que por su enfermedad hubo de guardar cama.

En el Sanatorio se le vió varias veces estudiar un tratado sobre frenos de locomotoras, cuando conocía ya la noticia de su muerte próxima y segura.

Recomendaba el estudio a sus hermanos: «Ahora tu deber es estudiar; eso quiere Dios de ti. Fíjate cómo fructifica el estudio: el apostolado de nuestros hermanos se debe al estudio. Y si te cuesta, mejor. ¡Poca gracia tendría si todo fuese sobre ruedas! Así tienes algo más que ofrecer al Señor: una mirada a Jesús y otra a su Madre, y adelante».

Todo lo cual, etc.

 

238.-Trabajo profesional.-El espíritu de laboriosidad del Siervo de Dios fué continuo. En Málaga llevó una vida de trabajo intenso y agotador; el cumplimiento de sus deberes en la oficina y en los talleres de ferrocarriles le ocupaban la mañana entera y gran parte de la tarde. Después explicaba las asignaturas de Matemáticas y Electricidad en la Escuela Industrial, y continuaba dando clases particulares hasta última hora del día. Hubo épocas en que, según testimonio de un amigo suyo, «seguramente trabajaría de catorce a quince horas diarias». Nunca se le oyó comentario alguno respecto a esta intensidad de trabajo, ni queja alguna por los sacrificios que le imponía.

Enfermo ya, acudía regularmente a su oficina de la Red Nacional de Ferrocarriles, como si nada le aquejase. Al empeorar su estado, cuando ya apenas podía hacer nada, seguía dirigiendo la marcha de su departamento, e incluso en el Sanatorio despachaba y firmaba los asuntos pendientes. Solía también periódicamente recibir visitas de sus subordinados, quienes le daban a conocer las novedades de la oficina.

Todo lo cual, etc.

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239.-Trabajos de apostolado.-La laboriosidad heroica del Siervo de Dios le hizo posible desarrollar, además de su trabajo profesional, una intensa y fecunda labor de apostolado. En Málaga, después de muchas horas de trabajo agotador, las clases en la Casa-Asilo del Niño Jesús; en Madrid, realizando siempre los trabajos más humildes y más inadvertidos, y ayudando lleno de delicadeza a sus hermanos. Cuando apenas podía moverse ya, pocos días antes de ingresar en el Sanatorio, el Siervo de Dios seguía cooperando en los trabajos de los demás, aunque fuese en cosas tan insignificantes en apariencia, pero tan molestas, como corregir pruebas de imprenta.

Se ocupó de montar materialmente algunas de las primeras casas, atendiendo personalmente a los obreros, recorriendo calles para comprar muebles y utensilios, etc. Y fué intensa su labor en las Residencias de estudiantes. Mientras vivió en ellas, con su ejemplo callado y con su amistad, que tanto arrastraba a los que convivieron con él; y siempre, cooperando eficazmente en su marcha con la labor minuciosa de la administración.

Todo lo cual, etc.

 

240.-Aprovechamiento del tiempo.-El Siervo de Dios aprovechaba el tiempo de un modo heroico. Persuadido de que el tiempo es un medio precioso para dar gloria al Señor, sabía desarrollar la máxima actividad en el desempeño de sus deberes profesionales y de sus ocupaciones dentro de la Obra.

Sus escritos y cartas muestran esa misma diligencia: no perdía el tiempo en divagaciones inútiles.

Trabajaba siempre con gran intensidad, sin hacer caso del cansancio, la desgana o el frío; de él recuerdan sus hermanos que nunca estaba ocioso o distraído en ocupaciones de poco o ningún provecho. No recuerdan haberle visto nunca obrar con precipitación; y sin embargo, fácilmente se podía apreciar hasta qué punto aprovechaba el tiempo.

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Todo lo cual, etc.

 

241.-Orden.- Consecuencia de su heroico aprovechamiento del tiempo -todo para la gloria de Dios-, el Siervo de Dios era ordenado hasta en el detalle más insignificante. En todo su trabajo se revelaba el orden más exquisito, y sólo por este orden puede explicarse la intensidad con que realizaba sus labores.

En su habitación reinaba siempre un orden extraordinario; y en todo lo que hacía, aunque fuese provisional, se esmeraba para que resultase ordenado como si hubiese de ser definitivo.

Revelaba claramente su conducta que este amor a los pequeños detalles era fruto de una intensa vida interior: «No es por el valor del detalle en sí -decía-, sino porque todo debe hacerse con espíritu sobrenatural, y si no es así, se pierde el tiempo».

Otras veces solía decir que «los empleados que dependen de un sueldo, por no perderlo, procuran esforzarse en que todo vaya al día y primorosamente hecho; y sería una falta de generosidad que a nosotros el amor de Dios no nos moviese a hacer, por lo menos, otro tanto».

Todo lo cual, etc.

 

242. Puntualidad.-El Siervo de Dios cuidó la puntualidad desde su infancia: dicen sus hermanas que aun cuando se hubiese acostado tarde por quedarse trabajando, siempre se levantaba a hora fija. No se recuerda ni una sola falta de puntualidad en sus clases, ni en los Talleres, ni en ninguna de sus ocupaciones profesionales.

Durante su vida en las casas de la Obra, jamás faltó a la puntualidad en los actos del Oratorio.

Hasta el último momento de su enfermedad, siguió siendo modelo y ejemplo para los demás, que percibían entonces más claramente que nunca que aquel orden y puntualidad no eran virtudes puramente humanas, sino enteramente sobrenaturales.

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Todo lo cual, etc.

 

243.-Ayuda a los demás.-El Siervo de Dios realizaba su trabajo hasta dejarlo del todo terminado, y entonces, con entera naturalidad, ayudaba a sus hermanos, de manera tan delicada que apenas era advertido por el mismo interesado. Ponía constantemente en práctica aquel consejo de San Pablo: «Alter alterius onera portate et sic adimplebitis legem Christi» (Gal., 6,2). Con esta humildad, perseverancia y caridad trabajaba el Siervo de Dios.

Según testimonio de sus hermanos, aquellas cosas que se realizaban con la ayuda del Siervo de Dios no se podían mejorar, a pesar de tratarse en muchas ocasiones de materias que no eran de su especialidad. Y hay que tener en cuenta que llevó a cabo esta delicada ayuda hasta cuando ya no podía moverse por la enfermedad.

Otra faceta de su caridad para con el prójimo en el trabajo, nos la da su cuidado y delicadeza en no interrumpir el de sus hermanos, estando siempre pendiente de ellos, y cargando sobre sí cualquier ocupación o cuidado que pudiera suponer una interrupción en las tareas de los demás.

Todo lo cual, etc.

 

244.-Espíritu sobrenatural en su trabajo.-En sus actividades, procedía el Siervo de Dios con una naturalidad tan extraordinaria que todo parecía resultarle fácil, cuando en realidad esta facilidad era fruto de su intensa vida sobrenatural. «Cumpliendo el deber de cada momento -decía- y con espíritu sobrenatural, es como hemos de sacar la Obra adelante».

Sabía sobrenaturalizar el trabajo por insignificante y material que fuese, y realizarlo con escrupulosidad y esmero, consecuencias de la intensa presencia de Dios que vivía. Su mortificación, su vencimiento, su espíritu de sacrificio, hacían que todo lo realizara con sencillez, sin

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buscar nunca una satisfacción personal para su amor propio ni la alabanza de los demás.

El trabajo del Siervo de Dios, realizado con el sentido sobrenatural que informó toda su vida, estaba totalmente consagrado al Señor. Toda su vida fué un continuo servicio; y al final de sus días, ya enfermo, repetía muy a menudo, despacio, corno paladeándola, una de sus jaculatorias preferidas: «Serviam!».

Cuando la enfermedad se agravó y tuvo que ingresar en el Sanatorio, hubo de hacer un esfuerzo y ofrecer su inactividad: «¡Con las cosas que hay que hacer!», decía, sin perder por ello nunca la serenidad y la paz. Y llevó entonces su deseo de ser útil al más puro terreno sobrenatural: ofrecía sus sufrimientos y pedía por todos los problemas de la Iglesia, de la Obra y de cada uno de sus hermanos. De esta manera incorporaba plenamente todos los trabajos de los demás a su vida de unión con Dios.

Todo lo cual será probado por testigos dignos de fe por haberlo visto, oído o leído, o que lo saben por ser cosa pública y notoria, los cuales indicarán, además, sus fuentes de información.

 

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