Libro 'olvidado' por el Opus Dei sobre Isidoro Zorzano (Cap. XV).- Brian
Fecha Wednesday, 20 February 2008
Tema 090. Espiritualidad y ascética


POSICIONES Y ARTÍCULOS

PARA LA CAUSA DE BEATIFICACIÓN

Y CANONIZACIÓN DEL SIERVO DE DIOS

ISIDORO ZORZANO LEDESMA

DEL OPUS DEI

Por José Luis Muzquiz, sacerdote numerario del Opus Dei -1948-

 

 XV.-POBREZA

 

 

209.-Vivió la pobreza.-El Siervo de Dios fué siempre modesto y austero, aun antes de entregarse a Dios en el Opus Dei. Después, vivió siempre una firme perseverancia en medio de todas las dificultades, gracias a su generosidad y desprendimiento.

Al consagrarse a Dios en la Obra, y después de haberlo deseado ardientemente, formuló voto privado de pobreza perpetuo. Y durante toda su vida observó este voto de manera heroica, ejercitándolo en todas las circunstancias y con una naturalidad admirable. Hasta la muerte se mantuvo fiel al voto de pobreza y supo desprenderse de todas las cosas, aun de las más pequeñas. No retuvo nunca una cosa superflua y procuró usar, hasta que dejaban de ser utilizables, aquellos objetos de que necesariamente tenía que servirse.

Todo lo cual será probado por testigos dignos de fe por haberlo visto, oído o leído, o que lo saben por ser cosa pública y notoria, los cuales indicarán, además, sus fuentes de información...



 

210.-Desprendimiento.-Fué heroica la pobreza del Siervo de Dios, porque vivió siempre un pleno y total

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desprendimiento de las cosas de este mundo, buscando tan sólo lo que pudiese redundar en gloria de Dios y bien de las almas. Dice su compañero, el Ingeniero industrial don Angel Quesada, que ha conocido «pocos que llevaran con alegría una vida tan austera y modesta». No deseó nunca nada superfluo, ni aun necesario, pues su alegría y su paz no se alteraban jamás, a pesar de todas las privaciones.

Pocos momentos antes de morir hablaba a uno de sus hermanos de la vanidad de los bienes de la tierra, que a la hora de la muerte se ven tal como son: «Cuando llega la hora de la verdad, la hora en que no vale mentir, ¡cuántas preocupaciones! Dios pedirá cuenta del dinero derrochado en comodidades y cosas superfluas: entonces viene la duda, la inquietud. Para nosotros, sin embargo, ¡qué tranquilidad! ¿Qué cuentas ha de pedirnos el Señor de nuestras cosas materiales si nada poseemos?».

Todo lo cual, etc.

 

211.-Austeridad de su vida.-El Siervo de Dios nunca puso su afecto en las riquezas ni en el lujo. Vivió siempre con gran austeridad. Cuentan sus amigos y compañeros de Málaga que durante toda su permanencia en esta ciudad no alternó en fiestas ni lugares de distracción. Vivía en una pensión modesta, sin detalles superfluos de lujo, y prescindiendo de todo mueble cómodo o valioso.

Poco antes de verse obligado a guardar cama, continuaba asistiendo diariamente a la oficina, y un día, incidentalmente, habló a sus hermanos del enorme y extraño cansancio que sentía mientras esperaba la llegada del tranvía; hasta tal punto vivía la pobreza que, a pesar de sus dolores y sufrimientos, soportaba toda clase de incomodidades antes que recurrir a otro procedimiento de locomoción que supusiera un gasto extraordinario.

Todo lo cual, etc.

 

212.-Dependencia de sus superiores.-El Siervo de

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Dios vivió heroicamente la virtud de la pobreza, guardando una dependencia absoluta de sus superiores; jamás se consideró autorizado para hacer ningún gasto por su cuenta, y siempre, y hasta en las cosas más insignificantes, sabía delicadamente pedir permiso. Durante su estancia en Málaga, además de desempeñar su cargo en los Ferrocarriles Andaluces, explicaba Matemáticas y Electricidad en la Escuela Industrial y daba clases particulares; así pudo ayudar a los gastos de instalación y mantenimiento de la primera Residencia dirigida por socios de la Obra en Madrid. Mientras tanto, el Siervo de Dios vivía pobre y austeramente y gastaba lo menos posible.

Su fino espíritu de pobreza incluso le llevó durante su enfermedad a dolerse de los gastos que ocasionaba, sintiendo que su enfermedad fuese una carga para la Obra.

Todo lo cual, etc.

 

213.-No tuvo cosas superfluas.-Pocos eran los objetos de uso personal del Siervo de Dios, y así resultaba muy sencillo trasladar sus cosas de un lugar a otro; muy difícil hubiera sido querer suprimir alguno de los objetos que habitualmente empleaba, pues todo era imprescindible: los instrumentos ineludibles para su trabajo y lo más corriente para las necesidades ordinarias.

Su ajuar era sencillísimo. «Observando su vida de trabajo y la ausencia total de necesidades particulares -dice uno de sus hermanos-, me daba cuenta perfecta de cuán pocas cosas se necesitan para servir a Dios».

Edificaban algunos detalles de su espíritu de pobreza: el reloj, antiguo, y el Misal, una edición antigua e incómoda también.

El aspecto exterior del Siervo de Dios era siempre correcto y agradable, según el tono de los de su misma clase social; un cuidado extraordinario tenía de sus trajes y demás prendas personales.

Su desprendimiento le llevaba a utilizar lo peor, en obsequio y beneficio de sus hermanos, y rehusaba cualquier

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mejora o adquisición, mientras fuese posible, aun con gran sacrificio y soportando las inclemencias del tiempo, para seguir utilizando las prendas usadas. En épocas de mucho frío utilizaba ropa de verano, hasta que sus superiores le obligaron a comprar otra de más abrigo, que sólo empleaba, sin embargo, cuando la temperatura era extremadamente rigurosa.

Todo lo cual, etc.

 

214.-Como administrador.-Por su cargo de administrador de la Obra, el Siervo de Dios tenía que ocuparse de la instalación de las casas que se iban abriendo; espontáneamente cargaba sobre sí este trabajo y era admirable el espíritu con que atendía a los obreros y cuidaba todos los pormenores. En la casa en que vivía, se ocupaba con verdadero cariño de pequeños arreglos y reparaciones; tenía además un completo fichero de comercios, talleres y proveedores aconsejables por lo económicos, y muchas veces se ocupaba él personalmente de buscar lo que hiciese falta, viviendo de esta manera su afán de ahorro, aunque para ello fuese necesario tiempo y esfuerzo.

Conocía perfectamente dónde se podía hacer las compras más baratas, y en ocasiones adquiría algunos artículos en cantidad suficientemente capaz para evitar que otros hermanos suyos tuviesen que emplear tiempo en estas compras. A veces, aprovechaba sus viajes para llevar a Madrid algunos objetos que sabía necesarios y que en otros sitios podían adquirirse en condiciones más económicas.

Todo lo cual, etc.

 

215. Pobreza en los detalles.-E1 Siervo de Dios vivió muchos detalles de pobreza que demuestran el grado heroico en que practicó esta virtud.

Con exquisito cuidado llevaba la contabilidad que tenía confiada, sin que nada le pasara inadvertido. Sabía recoger en notas y fichas su experiencia personal sobre esta

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materia, con el deseo de facilitar la labor a los demás y a los que habían de sucederle en el cargo.

Nunca desechaba las cuartillas o papeles que, empezados a usar, todavía podían ser utilizables para tomar notas; guardaba muchas cosas que parecían inútiles, pero que en realidad aún podían prestar servicio, y llevado de su espíritu de orden y pobreza, tenía un sitio asignado a cada cosa.

Pocos días antes de su muerte, y a pesar de sus enormes sufrimientos, preguntaba con preocupación por el estado en que se encontraba su báscula, que por estar colocada en un sitio húmedo temía el Siervo de Dios que pudiera estropearse.

Este espíritu de pobreza en los detalles no demuestra, sin embargo, mezquindad alguna: el Siervo de Dios cuidaba escrupulosamente de que nunca los demás regateasen los gastos necesarios.

Todo lo cual, etc.

 

216.-Ejemplo de pobreza.-La minuciosa exactitud, el Amor de Dios con que vivía heroicamente la virtud de la pobreza, fué para sus hermanos un ejemplo continuo. Cuando visitaba las distintas casas de la Obra para seguir de cerca su marcha económica, siempre daba lecciones a sus hermanos. Con insistencia les inculcaba la fidelidad en los más pequeños detalles, previniéndoles que no despreciasen nunca nada por insignificante que fuese y cuidasen sobre todo del orden, que parece estar hecho de cosas fútiles, pero que en realidad son la garantía de un conjunto perfecto.

Se apresuraba a indicar firmemente, pero con delicadeza, cuantos peligros para el espíritu de pobreza podía prever e insistía con mucha frecuencia sobre el valor de esta virtud. Con fecha 2 de mayo de 1935 escribía: «Que todos nuestros tesoros estén en la Obra, para que en ella estén también nuestros corazones».

Hasta en su lecho de muerte, poco antes de morir, inculcaba

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a sus hermanos el amor y la confianza en la Virgen como remedio de todas las necesidades.

Todo lo cual será probado por testigos dignos de fe por haberlo visto, oído o leído, o que lo saben por ser cosa pública y notoria, los cuales indicarán, además, sus fuentes de información.

 

 

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