Mi vida sin mí (V).- Books
Fecha Monday, 18 February 2008
Tema 010. Testimonios


MI VIDA SIN MÍ (V)

EL YO ESCONDIDO ASOMA

Books, 18 de febrero de 2008

 

Si, tuve algunas directoras, yo diría, normales, sin dárselas de nada. Simpáticas, dialogantes.

Hubo centros en los que de vez en cuando desaparecía la directora o la subdirectora durante unos días. Pero no nos decían nada, ni a dónde iba, ni cuando volvía. De repente no estaba, y del mismo modo aparecía. A mí me extrañaba muchísimo, no entendía aquel silencio... ellas sabrían, pero qué cosas más raras en una familia.

Tuve una directora con dos caras. Simpática, graciosa, con chispa, con golpes muy buenos en algunas ocasiones. En otras era prepotente, irónica, hiriente. Llamaba la atención en el comedor, en el cuarto de estar, en público a dos personas en concreto. Yo creo que nadie se atrevía a decirle nada, por su prepotencia, porque te podía mandar a hacer puñetas. Además, cuando se enfadaba te gritaba, le daba igual quien estuviera delante y la edad que tuvieras. A mí un día me pegó tales gritos que decidí irme y no volver, pedí no volver a pisar aquel centro. Yo ya tenía 40 años, y me hallaba rumiando mi salida y ya no lo aguantaba todo...



Viví con numerarias sibaritas, siempre quejándose. Eran precisamente las que nunca movían un dedo, las que nunca tenían tiempo para echar una mano. !Pobre administradora si faltaban los confles en el desayuno!

En una ocasión una empleada le dijo a una administradora:

"Me voy"

ad: ¿Pero por qué? ¿No está contenta?

em: Me voy porque ya estoy harta de tanta leche.

Ad: ¿cómo?

em: Sí de los desayunos, tanta leche desnatada, leche semidesnatada, leche fría, leche caliente, leche y más leche. Me voy.

Conocí a administradoras de pacotilla y  a  otras que se dejaban los huesos.

Las de pacotilla, eran las  que iban a pasearse por la administración y a enredar al personal, se metían en todo pero no hacían nada.

Luego estaban las que se dejaban los huesos, trabajaban igual o más que las empledas.

En una ocasión me tocó administrar una casa  de numerarios con señoras de la calle. Trabajé mucho, pues eran madres de familia, no acostumbradas a ese tipo tan concreto de residencias, no entendían nada ni de separaciones, ni de doncellas para una gente tan joven, ni de una capilla en una casa normal. Les explicaba como podía, que era un club, que patatín, que patatán, pero ellas no entendían que sólo pudiésemos hablar por un teléfono.

En octubre, mis cuatro señoras y yo teníamos en la residencia a catorce. De buenas a primeras, sin previo aviso, en diciembre, cuando se acercaban las navidades, eran dieciocho. Yo debía tener cara de tonta, porque ésto no se lo hacían a cualquiera.

Al principio no me iba a comer a mi centro y que quedaba con ellas en el turno. Uno de esos días, sale del comedor una de las señoras con los pelos chorreando. Yo no la había visto entrar. Le dije, que mejor se lavara la cabeza después. Ella me dijo, que una auxiliar (estuvieron dos durante 15 días con ellas y conmigo) le había dicho que se bañara antes de entrar al comedor.

Otra me decía: "Izabelita, que el padre ceztá quedando mú flaco"

En una ocasión que habían tenido bendición, viene una diciéndome: Izabelita, ¿Dónde pongo el botafumeiro? Cogían los atriles, los misales, los candelabros con pañitos. Lo que más me gustaba era "zu genufleción"

Tenía a una en la cocina que hacía tres tortillas para la residencia, y una para ella, tres pizzas para la residencia y una para ella, tres empanadas para ellos y una para ella, hasta que la pillé.

Un día la del office se empeñó en que ella hacía huevos a la flamenca en el microondas. Bueno, pues adelante, le dije. Salieron monísimos, con su choricito y su tomate. Se pusieron a comer y cuando pincharon los huevos les explotaron en la cara.

Cuando pasábamos a la residencia había una que  me decía: Izabelita, pa lante, que ya no hay moro  gen la costa.

En fin demasiado para madres de familia acostumbradas a su marido y a  sus hijos y sin tantas tonterías. Lo cierto es que trabajábamos mucho, pero nos reíamos más, si cabe.

En varias ocasiones comenté en mi centro lo que tenía que correr. Yo llegaba por las mañanas a la hora de las empleadas, y casi siempre llegaba tarde a comer o me quedaba en la administración. Un día, una administradora me comentó "en privado" que cuando hablaba de mi administración parecía que iba a apagar fuegos, que la administración... bla, bla,bla. Ella tenía a cuatro numerarias auxiliares en un centro de personas maduras, no tenía  ni idea  de lo que era una administración, por lo menos lo que era deslomarse.

Ya iba  encontrándome con mi yo perdido. Trabajé en una casa de la que acabé bastante harta, y no porque hubiera mucho trabajo, que lo había, sino por otras cuestiones. Lo dije en la delegación. Un día me llama una del consejo local de mi centro y me dice: que ha llegado de la delegación, que te vas a encargar de tal tarea.

Yo lo dejé estar aquella tarde. A la mañana siguiente, busqué a esta persona y le dije que contestara a la delegación que  me encontraba cansada física y mentalmente y que no podía llevar a cabo aquello que me pedían. Pasaron los días, y me llaman de la delegación: "Mira que podíamos quedar para hablar de tu tarea, qué bien, así te desengrasas de tu trabajo anterior".....

¿Qué?  ¡Pero si yo dije que no estaba en condiciones, que os lo comunicaran!

"Aquí no ha llegado nada"

Yo me quedé tiesa. Ella al ver mi reacción me  dijo, que podíamos quedar para tomar algo y hablar. Y quedamos.

Antes, busqué a la del consejo local: "En la delegación me han dicho que no sabían nada de lo que os dije, que no les ha llegado ningún papel, ni habéis hablado con ellas"

Ah ¿Pero aquello lo dijiste en serio?

Me entraron unas ganas de pegarle un trompazo, !Será la tía! Fue  la misma que en mis ultimos tiempos de coletazos, me dijo que no podía dejar de ir a la oración cuando quisiera, que daba mal ejemplo a las auxiliares. La misma, que siempre creí que me ayudaba, y se estaba riendo de mí.

Bien, pues quedé con la delegación: "Mira, se trata tan sólo de "A", eso es lo que tu tienes que hacer".

Bien, no era lo que yo creía así que accedí.

Cuando quedaban un par de días, para comenzar, me vuleve a llamar: "Mira, que como tú a la administración faltabas un día a la semana, hemos pensado que "A  y B"

Yo aluciné. ¿Que yo no voy un día a la semana? ¿Pero de dónde ha salido eso?

Ella: ¿Tú no cuidas de tu padre un día?
Yo: Sí, un sábado al mes y me llevo a mi padre, lo meto en el coche, lo dejo en el planchero, y mientras yo me paso un par de horas echándole una mano a la empleada. Así que no.

Y es que yo ya había hablado con la que tuvo la misión el año anterior, y sabía que A y B, sería, también C y D, justo lo que yo me imaginaba cuando me negué, y no hice la tarea.

Qué indignante que te dijeran las cosas así, porque eso en la tierra de los normales es actuar engañando, y mi yo ya estaba haciendo acto de presencia, aunque aún no a lo grande.

También me ocurrieron cosas del estilo en la labor apostólica, y también dije aquí estoy yo, y en la vida "de familia", pero también estaba yo.

Sí, yo había empezado a pensar , totalmente por mi cuenta, justo cuando iba a cumplir los 40, y sí yo fui de la que tuvo esa crisis de esos años de la que el fundador decía que el que era arquitecto quería ser abogado, y el ama de casa, no sé qué, y el casado no sé cuanto. Sí, yo no era yo y quería ser yo, o   sea que sí que fui de la de las   crisis  de los 40, porque gracias a ella me fui.

Me empecé a preguntar qué puñetas hacía allí, tanta obediencia de la porra, tanta charla en la que predicaba mentiras, tanto aparentar, tanto ir, tanto venir, tanto mentir, tanto aguantar. ¿Por qué? Y así pasé tres años, pensando unas veces que me iba y otras que me quedaba.

Yo no quería hablar de una pobreza en la que no creía, qué cantidad de tonterías le decía a una cooperadora, que casi se desmaya al ver valparaiso. Cuando yo  decía que me parecía excesivo lo del pozoalbero, servicio de hotel de cinco estrellas, y me respondían que era para "formar" y yo me callaba y después pensaba, que en cualquier caso deformaba.

Mi último año en la obra fue un tanto original por llamarlo de alguna manera. A lo largo de ese tiempo hablaba con una persona de la delegación, a la que recuerdo con cariño. Era sencilla, natural, delicada, me comprendía, jamás levantaba la voz, me ayudó mucho. Me sentía muy bien cuando estaba con ella. En cambio, en el centro todo me hacía saltar. Ya no podía ni si quiera bendecir la mesa en latín. Cuando por segunda o tercera vez lo hice en castellano, me dijo la directora: "En casa, es costumbre bendecir en latín" Menuda chorrada, después de veintidós años, me explica la costumbre, no sé en qué estaría pensando.

Yo ya no me callaba nada, si no estaba de acuerdo lo decía con toda la claridad del mundo. Cada dos por tres, me venía una ¿Tienes un momento? Y yo, depende del momento en que me pillara, le decía: "Pues no, tengo mucha prisa otra vez será" A    otras, si me cogían con el cuerpo de jota les decía: "Por Dios, claro que sí, todos los momentos que quieras, venga, hija dime"... "No aquí, no en una salita"... "Venga ya, si a mí me da igual". Y entonces me decía que bla, bla, bla. Yo al final, le ponía la mano en el hombro   y  le  decía, pues hija, ¿sabes que no estoy de acuerdo? Porque mira, yo creo que...

Y después venía la directora a explicarle que la costumbre, o la norma, no me acuerdo, era que no se comentaba nada... ¡y yo 22 años sin enterarme!

En los últimos años no soportaba ni los círculos ni la oración de la mañana, ni ná de ná, todo me electrificaba. En el penúltimo curso de retiro duré, dos meditaciones y una misa. No pude aguantar al sacerdote, de estos que gritaban sobre entrega, que pienso que le escuchaban hasta en la administración, con lo agradable que lo hacían otros, diciendo que sólo por acudir por la mañana a la oración y la misa ya estábamos entregadas y mucho.

¡Se me ocurren tantas cosas!. Pero ya voy a ir terminando. Yo, no por estar en "ese plan"  fui relegada de mis encargos, sí al  final. Seguía con las supernumerarias, las auxiliares. Me endosaban círculos a las de la casa y charlas en los retiros. Pero yo cambié mis guiones, y eso que nunca fui de las clásicas. Pero este año cogía cualquier libro, excepto los internos y si tenía que hablar de sinceridad, yo hablaba de verdad, y si tenía que hablar de fraternidad, yo hablaba de amor, y si el tema era obediencia, yo hablaba de conciencia.

Decía el fundador que nunca había tenido secretos y que la obra tampoco los tendría. Pero en la obra hay mucho secreto y por ello les molesta que contemos lo que hemos vivido. Decía M.T. Cicerón "La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio", y Séneca "El lenguaje de la verdad debe ser sin duda alguna, simple y sin artificios".Es lo que yo he intentado hacer.

A mí nadie me presionó para entrar ni para salir. Sí que tuve que escribir dos cartas, y que tardaron unos cuatro o cinco meses en decirme que ya no era de la obra, y que aún así, si quería podía desdecirme, pero yo la verdad es que no lo sentí como presión. Tampoco nadie me dijo cómo tenía que escribir el texto y qué debía decir. Yo expuse mis argumentos y punto. Yo no me sentía libre y lo quería ser.

"A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un instante" Oscar Wilde.

Bueno, pues ésto  es todo,  o no.

Un abrazo, books.

 

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