NUNCA CONOCÍ EL 'REJALGAR'.- Dolce vita
Fecha Monday, 11 February 2008
Tema 040. Después de marcharse


DESPUÉS DE TENER SECUESTRADA MI VIDA 40 AÑOS Y UN MES…

NUNCA CONOCÍ EL “REJALGAR”

Dolce vita, 11 de febrero de 2008

 

 

¡Hola, querido Jacinto y todos los amigos, los de la derecha, y los de la izquierda…! No imaginabas la cola que iba a traer tu escrito. Y a todo lo ya dicho, quiero añadir mi testimonio: nunca conocí ese tal rejalgar.

 

Después de haber tenido secuestrada mi vida durante cuarenta años y un mes, me siento inmensamente feliz desde el primer pensamiento hasta el último de cada día.

 

No tengo rejalgar al despertarme y no besar el maldito suelo, sino que beso a quien quiero y cuando quiero. Y mi beso es cálido, y tiene respuesta. Y todas las mañanas beso también a la vida con quien me he reencontrado desde que me fue arrebatada siendo adolescente...



Y no tengo rejalgar cuando hago mis confidencias libremente a mis amigas y amigos, (amigos que no están en listas, porque los llevo dentro) y a mi amigo particular, cuando quiero y como quiero, y sé que guardan mi secreto, y dejan noblemente tendida su mano, y se hacen cargo, y no miran el reloj, sino que me retienen a su lado curando la herida, hasta que cicatriza.

 

Ni tengo rejalgar cuando llego a mi hogar y no doy cuentas a nadie, y no hay salitas rancias, sino un espacio abierto sin fotos de obispos, papas, curas, monseñores, todos con sotana y sonrisa estereotipada, tampoco retratos de muertos, ni de plazas de San Pedro con público extasiado. Las fotos que tengo en mi casa evocan entrañables y divertidos momentos, con mis amigos, con nuestros perros, con nuestras pintas. No, no tengo rejalgar al mirarlas. Sólo tengo ganas de seguir viviendo.

 

Tampoco me rejalgo cuando a las cuatro de la tarde me pongo a cantar, o a bailar un tango con el vecino de arriba, sin que nadie me maldiga a causa del tiempo de la tarde. Porque el tiempo de la tarde es precioso, y hay que vivir antes de que se oculte el día…, para cuando se oculte, vivir más todavía, que la noche es mágica y hay que adentrarse en ella sin rejalgar. Sin tiempos, sin silencios, sin misterios, sin rarezas.

 

Ni tengo rejalgar cuando no hago cuentas de mis gastos, y me encanta no saber en qué se me va el dinero. Tampoco me rejaldo cuando, sin venir a cuento, se me antoja comprar algo para alguien, porque sé que lo necesita, o que no lo necesita, pero será una sorpresa que le hará feliz.

 

Y el día de mi cumpleaños recibo regalos, como todo bicho viviente. Regalos que para mí son tesoro, y como tal los guardo, y no me rajalgo pero que nada, con el recuerdo de la tortura que suponía  abandonarlos en manos extrañas, no destinatarias de ese objeto, para  mí de valor incalculable.

 

Y me encanta que la hora de la comida me sorprenda en la calle, para meterme en una tasquita y pedirme unas cazuelitas con el vino de la casa, que me saben a gloria, y no al amargo rejalgar. Y luego no falta un chupito de libertad.

 

Y el 19 de Marzo…, será un día sereno, feliz. Probablemente me levante tarde, y me iré de aperitivos con todos los Pepes y Pepas de mi vida. Sin pañitos, sin pasar bandejas, sin prisas. Y pasearemos por el campo, y por la noche a un concierto. Y no iré a golpe de disciplina, que ya no hay  golpes en mi vida. Ni tendré que soportar escuchitas, ni miradas cómplices, ni secreteos, ni extrañas salidas de estampida, ni interminables listas elaboradas con el fin de ser tachadas, ni misiones detectivescas, ni el estrepitoso timbre del teléfono como música de fondo, como para animar la fiesta. No me rejalgo un pelo cuando pienso que ese día…, me voy a quedar dormida.

 

Ni me rejalgo por no tener agenda, ni porque mi reloj sea de sol.

 

No me resulta rejalgante elegir mis vacaciones: a dónde, cuando, y con quién quiero.

 

Y cantar en la ducha, y andar descalza, y desayunar en pijama, y tener un mueble bar sin llave, y ninguna doble llave, y las puertas siempre abiertas para los míos. Y las ventanas, con vistas, buenas vistas, cuantas más vistas, mejor.

 

Y al acabar el día, a la hora de la tertulia, meterme en la bañera no con rejalgar, sino con sales, muchas sales, mucha espuma, mucho tiempo.

 

Y disponer sin rejalgar de la tarde del sábado, sin que nadie te la joda con bendiciones y rosarios en familia. Familia anónima, familia de hielo.

 

Es la primera vez que os escribo, y mi consiga es ésta: ¡No os dejéis rejalgar!

 

Y si alguno que me lee anda algo rejalgadillo, que le pida mi teléfono a Agustina, y quedaremos para dar una colección de paseos que le desjalgarán de una vez por todas: sin psiquiatras, sin pastillas, sin sufrir. Que ya hay bastante rejalgado por la vida. Cada caminante siga su camino…

 

Encantada de saludaros.

Para ti, Jacinto, y para todos, un beso de los que hablo al principio.

 

Dolce vita







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