Mi vida sin mí (IV).- Books
Fecha Monday, 11 February 2008
Tema 010. Testimonios


MI VIDA SIN MI (IV)

Books, 11 de febrero de 2008

 

1. SEVILLA

En Sevilla pasé cinco años en administraciones de colegios mayores. En una de ellas el trabajo era bastante duro.

En una ocasión en la plantilla teníamos a cinco niñas, creo que nos faltaban quince. Yo estaba al frente de la cocina, y no tenía mucha idea. Para colmo, la numeraria auxiliar de este servicio se fue al curso anual y sólo contaba con dos niñas para dar de comer a más de cien personas. !Qué mal lo pasé! Hubo veces en las que lloré, por tanta tensión y por impotencia. Soñaba con pollos, sacos de patatas, zanahorias, macarrones... pesadillas en las que ocurrían verdaderos desastres.

El primer año fue agotador. Toda la mañana trabajando,  excepto los ratos de la oración y la misa. Paraba para comer. A veces lo hacía sin quitarme la bata, y en un cuarto de hora. El turno se acababa a las 4,00, me duchaba, y sin tertulia ni descanso volvía a la cocina para dar clases de cocina teórica a las niñas. Rezaba y de nuevo a la cocina. Así de octubre a mayo...



 Las demás, por supuesto también trabajaban mucho, y más cuando la plantilla no estaba completa que era siempre.

Hice de todo. Planché camisas, abrí bolsas y más bolsas de ropa sucia, acristalé pasillos  muy largos, fregué enormes cacerolas y máquinas. Hice pizzas y más pizzas, tortillas y más torillas. Freí muchas patatas y croquetas y pollo.

Nos pasaba de todo. En una ocasión una de  las niñas aliñó veinte ensaladas con claras de huevo. En otra rellenó las jarras de vino, con almibar de cocer peras al vino tinto. Otra, tiró alrededor de veinte litros de leche, porque olvidó cerrar la marmita. Otra, dejó que se fueran diez kilos de macarrones, por el mismo orificio. En una ocasión una que veía muy poco metió en la lavadora unos quince jerseys a 90º. Todo ésto lo recuerdo sin hacer esfuerzos. Parece que cuando había más problemas, lo pasábamos mejor, porque decidimos reirnos en lugar de llorar. Lo peor era cuando los desastres ocurrían diez minutos antes de abrir el comedor. En una ocasión llevábamos entre una niña y yo un "auto" con el "primero" al comedor de la residencia. La niña lo cogía por un extremo y yo por el otro. Resbaló y le cayeron encima unos ocho kilos de menestra.

En vacaciones, cuando no había residentes, llegaban a veces convivencias de supernumerarios. El primer día nos pasaba el director una lista de 12 o 13 regímenes. Esto era un trabajo extra que nos llevaba mucho tiempo. Lo peor era que luego los del régimen se comían los platos normales, se nos quedaban colgados lo de régimen y nos faltaban  para los que no lo tenían.

Recuerdo como en más de una ocasión nos dieron la una o las dos de noche, haciendo pastelitos, porque al día siguiente había apertura o clausura de curso o fiesta de padres.

Algo que no me gustaba, pero a lo que me acostumbré, fue a acompañar a las niñas a todas partes, no sólo cuando salían a la calle, el sábado o domingo por la tarde. También las vigilábamos mientras se duchaban y estaban por sus habitaciones, siempre había alguna de turno. Menos mal que ésto cambió, aunque a mí sólo me pilló un año.

Durante mis años en colegios mayores pitaron unas nueve o diez numerarias auxiliares, de las que hoy, sólo queda una o quedaba, pues no sé de ella desde hace muchos años.

Volví a encontrarme con enfermas en estos años. Una de ellas se pasaba el día en su habitación. Otra parecía hacer una vida más normal, pero años después no sabíamos nada de ella. Un día que pregunté, me dijeron que se había matado, que había caido por las escaleras. La que recuerdo con horror fue una que estaba muy mal, a mí me daba miedo, yo era incapaz de mirarle a la cara, cuando me tocaba acompañarla a comer, me moría. Lo dije, pero no hubo tu tía.

Durante cuatro años despúes de estas experiencias, pasé a dar clases en una obra corporativa. El primero de ellos, aministraba una casa pequeña por las mañanas y estaba en la escuela por las tardes.

Después de leer tantos escritos en esta página, he llegado a la conclusión de que fui sujeto de una admonición. Yo cada vez era más yo de la de antes, sobre todo al empezar a salir a la calle y trabajar con profesoras que no eran de la obra. Pues bien, en la escuela había dos grupos claramente definidos, profesoras del opus y profesoras de no opus. En la sala de profesoras, cada una tenía su sitio. De la mitad hacia la izquierda, las no opus, de la mitad a la derecha las del opus, yo en medio. Congeniaba mucho más con el grupo de las infieles, y siempre las apoyaba. Me ponía en contra, como ellas ante algunas indicaciones de dirección. Fue por ello por lo que me llamaron al orden, las tres que formaban el consejo de dirección: "No puedes estar en contra de las órdenes de dirección, tienes que apoyarlas siempre, aunque no creas que estén bien. Estás faltando a la unidad. Tienes que estar con las de casa"

En una ocasión echaron a una profesora no del opus. Según creo querían meter a una de "casa" en la escuela. La echaron, no sé con qué excusa, que no era buena profesora, que no daba bien las clases, no recuerdo. Esta profesora era amiga mía. Me invitó a comer a su casa y me contó su versión de los hechos. Estaba que fumaba en pipa. Bien, no sé cómo se enteraron en la escuela. Un día me dicen en mi centro que tengo que ir a la delegación, que alguien quería hablar conmigo. Oh, misterio. Bi Mientras esperaba a que viniera la que tuviera que venir, yo pensaba qué pasaría. Apereció la de estudios. Después de un rollo que no recuerdo me dijo: nos hemos enterado de que has estado comiendo en casa de tal profesora. Eso no lo puedes hacer. La han echado, por lo tanto ya no hay que hacerle caso. Y además ¿De qué hablásteis? Faltaste a la unidad, seguro". Yo me encontraba fatal, empecé a tener grandes dudas, sobre mi amistad, sobre la unidad, sobre lo harta que estaba ya de llamadas de atención. En fin, que me fui de allí hecha polvo. Pero se me hincharon las narices y dejé la escuela porque ya no aguantaba más y además prefería irme yo a que me echaran. Y volví a la administración.

2. "El PASO DEL ECUADOR"

No sabía, como titularlo, pero al pensarlo me vino a la cabeza, que habían pasado once años y que me quedaban otros once en la obra.

Estos años fueron distintos, por mi edad, por las distintas casas en las que viví, por las diferentes labores que realicé. Yo de algún modo empezaba a espabilarme. Mi otro yo se quejaba por su poco protagonismo.

Conocí distintos tipos de casa y de administraciones. Centros de auxiliares y de san Gabriel, administraciones de casas pequeñas, clubs de bachilleres, de universitarias, centros de san Gabriel de las dos secciones.

A lo largo de este tiempo tuve la suerte vivir temporadas bastante contenta, porque me sentía, útil, se apoyaban en mí de algún modo.

El primer grupo de supernumerarias que tuve lo recuerdo con gran cariño. Me doblaban la edad. Solíamos quedarnos charlando un buen rato después del círculo. Nos reiamos mucho, contaban cosas divertidas, algunas  tenían mucha guasa y lo pasábamos en grande. Una de ellas cumplió 80, era la más mayor con bastante diferencia sobre las demás. Lo celebramos en su casa por todo lo alto. Una merienda puesta con inmenso cuidado. Le hicimos poesías, murales y chistes. Bailamos y cantamos sevillanas. Recordábamos con frecuencia este día. Alguna vez me he encontrado con algunas de ellas, y nos damos unos inmensos achuchones.

Los grupos siguientes, fueron totalmente distintos. Llegaban tarde, se iban corriendo, siempre con mucha prisa. Yo creo que no se enteraban de casi nada.

Cuando me tocó dar clases a cuatro supernumerarias, lo pasé fatal. Tenía que ir a dos pueblos, en autobús. Las veía, donde podía, casi siempre en algún bar con mucho ruido y mucha gente. Para colmo, siempre iban corriendo y para rematarlo, a veces tenía que explicarles  tres  o  cuatro temas en un cuarto de hora o veinte minutos, porque tenían que hacer "la incorporación". Yo me sentía tensa, por las corridas, el levanatar la voz. Me daba la impresión de ser un loro, ya que lo repetía todo de carrerilla. A veces les preguntaba sobre la clase de la semana anterior, y lógicamente no me sabían responder. Yo ésto lo decía, me parecía absurdo, tanto esfuerzo y tanto tiempo desperdiciado, pero era necesario que se rellenaran todas las casillas del plan de formación antes del día señalado ¡qué absurdo!

Conocí a lo largo de estos años a directoras estupendas, a otras prepotentes, unas indiferentes, otras cínicas. Coincidí con numerarias sibaritas y numerarias estsupendas, numerarias indiferentes y numerarias robots. Supe de administradoras de pacotilla y digo supe, porque me lo contaban las empleadas y las auxiliares. Me acuerdo que en una ocasión, una de ellas me dijo: "Fulanita viene -cuando viene- a pasearse". Viví situaciones cómicas en algunas administraciones...

Hasta la próxima, books.

 

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