Mi vida sin mí (III).- books
Fecha Monday, 04 February 2008
Tema 010. Testimonios


MI VIDA SIN MI (III)

Books, 4 de febrero de 2008

 

MONCLOA

Bien, pues. La otra, obedeció y se fue a vivir a la administración de Moncloa, mientras estudiaba ¡el 4º curso de ciencias dométicas! ¡Oh Dios, qué dócil era la otra! Pero también gracias a Dios mi yo anterior empezó a asomar, consecuencia del incidente en Zaragoza y en este caso ese yo hizo que la otra  viviera más contenta, que sintiera algo, que la piedra se calentara un poco.

También es cierto, que mi pena por no volver a Sevilla fue menor, gracias a que el ambiente de esta casa me gustaba.

Tanto la administración como la residencia estaban algo viejas, con muy pocas comodidades y dificultades a la hora de hacer el trabajo. Las del ceicid, que me parece que éramos unas cinco, ayúdabamos en los turnos y los fines de semana. En algunas ocasiones nos dieron las dos o las tres de la mañana planchando camisas y comiendo chocolate...



La gente era joven. Trabajaban con nosotras niñas de la calle. En los servicios no había numerarias auxiliares. Al frente de cada uno de ellos estaba una agregada. ¡Y qué agregadas! Eran increibles, mayores, pero fuertes y muy competentes. La del office era el no va más. Si la dejabas sola, sacaba ella todo el trabajo. Nada se le ponía por delante y además era simpatiquísma y siempre estaba  de  buen humor aunque pasáramos por momentos de apuro.

¡Qué viejo era todo! Al menos yo lo recuerdo así. Creo que incluso para pasar a una zona de la residencia teníamos que ir por la calle, por una especie de patio o azotea, y por ahí también conducíamos los carros con la ropa limpia. ¡Qué numerito los días de lluvia!.  Las sábanas  sucias las tirábamos hechas unos bultos por el hueco de la escalera. Todo ésto era como una viñeta de comics.

Pero a pesar de todo lo recuerdo con cariño. Además me sentía útil. Por otra parte ningún día era igual al anterior, siempre había mucha actividad, y además estaban las clases por la mañana, y algo de estudio por las tardes.

Aquí tropecé con la tercera persona con problemas, pero muy distinta a las anteriores. Su actitud era positiva y siempre intentaba sonreir, aunque se le notaba con poca fuerza. Era cariñosa  y detallista. A veces se encontraba mal  pero  la seguíamos tratando con naturalidad y no le dábamos importancia.

Es verdad que el tiempo pasaba muy de prisa y la idea de volver a Sevilla me animaba mucho.

Reconcozco que Madrid es una ciudad bonita, con muchas posibilidades, actividad, movida... Pero por mi condición de numeraria, estudiante y en una administración, la verdad es que participaba poco o nada de lo que Madrid ofrecía. Por otra parte acabé un poco harta de metro, de estaciones abarrotadas. En varias ocasiones no me pude bajar en mi parada porque la gente no me dejaba salir.

Sin paraba a alguien por la calle para preguntarle por alguna alguna dirección, me contestaban  mientras seguían andando y no me enteraba de nada. ¡Qué prisas tenía todo el mundo!

¡Pero por fin se acabó el ceicid! Cuatro años estudiando y sin ningún título. Me costó bastante trabajo, años después, que me dieran algún papel que al menos demostrara qué había hecho durante ese tiempo, las asignaturas cursadas, las prácticas, los exámenes, las notas ¡algo! Y sí, por fin me dieron algo, ¡pero con qué mala cara me lo dieron! Y eso que yo cuando lo pedí, era de la obra.

No me entusiasma hablar de ciencias dosmésticas. Sólo recuerdo unas cuántas cosas, las profesoras, algunas anécdotas.

A los pocos días de empezar, o sea en primero, a mí y a otra ¡nos echaron de clase!. A dos numerarias, en una clase llena de numerarias, en una escuela llena de numerarias. ¡Qué bochorno! Cuando las profesoras nos vieron fuera de clase nos miraban como si fuéramos fantasmas. Tuvimos que contarle por separado a la de estudios, por qué  nos habían echado. Fue únicamente por reirnos de lo que  dijo la que nos daba clase en aquel momento. Hablaba de las legumbres: "las legumbres, entre otras cosas provocan flatulencias". La que estaba mi lado que era conocida por lo muy marrón, me hizo un comentario  que no recuerdo, pero empezamos a carcajearnos y nos echó. Y después a contarle a la de estudios, y más tarde lo supo todo el ceicid, porque no era normal que echaran de clase a nadie, y menos aun en primero. Total que dimos la nota.

Había algunas profesoras que te hacían partirte de risa, pero no porque fueran graciosas, sino por sus ademanes, gestos, ocurrencias, a veces un poco ridículos.

Suspendí una asignatura, creo que antroplogía y me hicieron examinarme oral delante de la directora y de otras tres profesoras más. ¡Qué vergüenza, qué mal rarto!

Me gustaban mucho las signaturas de fisiología y dietoerapia. Odiaba la física. Solo disfruté un día en que a una de las empollonas le explotó una fuente de alimentación haciendo prácticas. A ella no la echaron de clase. En cambio  a mí y a la otra expulsada nos volvieron a llamar al orden un día que dejamos una olla a presión en el fuego, en clase de "cocina práctica" y casi explota, pues en lugar de vigilarla nos fuimos a la biblioteca a copiar los asientos de contabilidad.

No me gustaban nada las prácticas de limpieza. Teníamos que ir por la tarde y se ahorraban "personal". Las alumnas lo dejábamos todo como los chorros del oro.

En costura me pusieron un 10, aunque me cargué montones de agujas en la máquina de coser. Las envidiosas decían que yo le caía bien a la profesora, y sí, era verdad.

Lo que recuerdo con horror eran las prácticas de oratorio. Todo tan medido y tan perfecto y tanto bordado y tanta historia. Años más tarde en una  ocasión mi encargo era éste, yo  creo  que si alguna vez he estado deprimida fue en esta época (creo que también me deprimía los sábados por la tarde, durante toda mi vida en el opus dei). Según decían en el vademecum o yo no sé dónde, el encargo de oratorio lo hacian personas con el alma muy fina, y era muy agradable a Dios y yo que sé. Mentira,   nadie quería el ecargo de oratorio y me calló  a mí el marrón. Y yo lo hacía con una mala.... ¡un alma delicada! y yo subiéndome por las paredes con tanta chorradita:

- 1 mm por debajo de la cruz.

- 2 cm por encima de la costura.

- 3 pliegues por la derecha, 4 pliegues por la izquierda.

Llegaron a decirme que utilizara un metro o una regla ¡por Dios! De verdad ¿Dios es tan exigente? Yo siempre decía que me parecía  bien que    todo estuviera limpio y cuidado, pero, joder, hasta esos extremos, no. ¡Cómo respiré cuando me quitaron el encargo!   Endosarle a otra los bordaditos de tanta alba y tanto roquete de algodón ¿y las tirillas? De chinos.

En fin, que para terminar por hoy y volviendo al ceicid, decir, que estaba deseando acabarlo, que aprendí, sí, que me fue útil en algunos momentos, pero que no me sirvió de mucho cuando tuve que estar al frente de una cocina para 130 personas. Pero ésto es otro capítulo. Si alguien tiene cierta "inquietud" por el tema - del ceicid- o siente alguna  curiosidad, pues que pregunte, que si sé contestarle lo haré con mucho gusto.

Hasta Sevilla, books.

 

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