JOSEMARI Y LA FÁBRICA DEL REJALGAR.- Ántrax
Fecha Friday, 25 January 2008
Tema 040. Después de marcharse


La verdad es que se me hace difícil escribir en el habitual tono de coña, el propio de los últimos grandes cambios en la Institución, porque la temporadita del rejalgar me está poniendo los cuatro pelos de punta.

 

El pistoletazo de partida lo dio el bueno de Jacintico Choza y ha desencadenado una tormenta de regulares proporciones.

 

Me pone las tripas del revés comprobar que hay personas que han pasado media vida dentro y, de propina, viven situaciones personales de gran desasosiego; incluso padecen un cierto complejo de culpa. Vamos, que andan más perdidos que el barco del arroz, como dicen los andaluces. En eso aproximadamente parece consistir lo del rejalgar.

 

¿Quién sería capaz de dar una receta para librarse de semejante sobredosis en dos patadas? Yo, no, desde luego.

 

Aún recuerdo, y mira que hace años, el momento en que les espeté a los correspondientes directores, cuando había decidido irme, que allí lo que había era un completo lavado de cerebro. Así, con todas las letras. Uno de ellos se enfureció, otro se quedó como de plástico y yo, justo en ese momento, comencé a sentirme francamente liberado. Si no lo digo, reviento.

 

No recuerdo qué corresponsal de esta página ha aseverado que el Fundador, Padre, Protopadre, o como se le llame ahora, no maldice, pero profetiza, porque para eso es un santo como la copa de un pino.

 

¡Caramba, así profetiza cualquiera! ¡El hombre que inventó la fábrica del rejalgar!

 

El rejalgar, ya lo ha dicho alguno de vosotros, es un artículo de elaboración larga y laboriosa. Para obtener una buena dosis, es preciso  fomentar, ante todo y sobre todo, el miedo. En segundo lugar, incrementaremos el sentimiento de culpabilidad. El aislamiento o  confinamiento es un tercer ingrediente indispensable. Miedo al infierno, miedo a no cumplir las normas debidamente, miedo al pecado por mirarle el trasero a una compañera de trabajo... Miedo, mucho miedo. Cuando un sujeto vanidoso y prepotente aúlla a los cuatro vientos que él es un gran pecador, el mequetrefe de turno, que vive en la creencia de que ese tipo es la perfección con patas, automáticamente pensará que entonces él, no es que sea un pecador, es que es un delincuente con todas las de la ley. Y, lo más importante: hay que tener al sujeto fuera del mundo real y sus efectos contaminantes. Teóricamente, para mayor cinismo, se le asevera que está en mitad de ese mundo, pero no es así, porque vive en una burbuja. Prueben a soltar en plena naturaleza a un animalito domesticado, de esos que viven en jaulitas, y ya verán cómo dura menos que un pastel a la puerta de un colegio.

 

Total, que el famoso rejalgar no es ningún ensalmo mágico, ni un castigo sobrenatural, sino una hijoputez meticulosamente fraguada, de la que debe de costar muchísimo librarse. Por ese motivo carezco de recetas, pero me sobra indignación y también solidaridad para quienes padecen los efectos del truco de feria en cuestión.

 

Cariñosamente

Antrax









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