El fantasma institucional y la responsabilidad. A Isabel Nath.- Pocahontas
Fecha Monday, 21 January 2008
Tema 070. Costumbres y Praxis


El fantasma institucional y la responsabilidad.

Gracias a Isabel Nath.

Pocahontas, 21 de enero de 2008

 

 

Me parece muy importante el tema que ha planteado Isabel Nath: nuestra responsabilidad personal en los pecados que cometimos mientras fuimos miembros del Opus Dei en lo que atañe “al cuidado de las almas que nos fueron encomendadas”.

 

Tiene razón en que es difícil de creer que no nos dábamos cuenta de nada. Me hace pensar en ello el hecho de que es frecuente que, personas que han tenido cargos de gobierno, se marchen de la Obra cuando se les aleja o se alejan de ellos. En el fondo, cada uno a su nivel, cuando deja esos cargos sabe o se imagina (en relación a los niveles jerárquicos superiores a los que no ha pertenecido pero sí ha tratado) lo que se cuece en el consejo local, en la delegación, en la asesoría/comisión o en el gobierno central. Por ello desconfía. Pero si todo lo que hicimos y vimos era tan bueno y recto según nuestra conciencia ¿Por qué esa posterior actitud?

 

Estoy profundamente convencida que el Opus Dei, como institución, tiene, entre otras, una práctica diabólica: intentar aniquilar las conciencias mediante argumentos de carácter ascético y sobrenatural –que la Obra era de Dios mismo y que la había querido así como es, que el prelado y los directores eran el conducto por el que nos llegaba la voluntad de Dios, nos lo creímos todos-  fáciles de asumir por individuos muy jóvenes e inmaduros. Pero también creo que ese endiosamiento malo, del que habla Heraldo, afectó, en más de una ocasión, nuestra forma de actuar. El poder tiene su erótica y no es fácil resistirse; además hay que tener presente que el Opus Dei la exaspera en multitud de aspectos. Cada persona es un mundo, pero estoy convencida de que es muy difícil haber tenido cargos sin que ello no repercutiera negativamente en nuestra alma.

 

Además creo que la práctica perversa de aniquilar conciencias no puede acabar con el último reducto de lo que sólo es nuestro y de Dios. Es decir, que algo muy dentro de nosotros nos decía que ciertas conductas no eran buenas. A lo mejor personalmente intentábamos esquivar, en la medida de nuestras posibilidades, ciertas cosas que no nos parecían bien o ampararnos en otras enseñanzas del fundador que se contradecían con lo que nos pedían, pero no teníamos el coraje ni la salud espiritual para plantar cara. Aquí la comedura de coco hacía su efecto y no encontrábamos salidas que, según lo aprendido, nos hicieran poder afrontar esta situación sin sentirnos unos traidores. Pienso pues, que no éramos personas con verdadera vida interior.

  

Respecto al lo dicho en Obediencia debida. Para Isabel Nath.- Abelardo querría hacer algunas observaciones:

 

  1. En el Obra, el oficial, antes o después, se convierte en víctima (esto parece la maldición del rejalgar, pero es verdad).
  2. Siendo cierto que no es lo mismo ser  Eichman o un de los oficialillos de las S.S., no se puede ignorar que sin ellos hubiese sido imposible perpetrar un crimen de la magnitud del Holocausto.
  3. Esos oficialillos también eran hijos del Altísimo y por lo tanto nunca fueron abandonados por Él. Me viene a la cabeza una frase de Ansel Grün: “cada persona es una palabra única e irrepetible de Dios”. En los campos de exterminio, Dios estaba, de forma especialísima, en cada una de las víctimas… pero también en cada uno de los verdugos.

 

A estas líneas les falta orden, pero, como conclusión, quiero agradecer a Isabel la oportunidad que me ha brindado y decir que estoy convencida de que tiene razón: hemos de pedir perdón, perdonarnos y perdonar. También entonces Dios estaba con nosotros y, aunque la situación era muy complicada, nunca nos dejó de su mano y seguro que nos dio la gracia para hacer lo que hubiésemos tenido que hacer y no hicimos.

 

Con cariño,

 

Pocahontas









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