Guía sobre el Opus Dei para padres y adolescentes.- Pero
Fecha Wednesday, 16 January 2008
Tema 030. Adolescentes y jóvenes


 GUÍA SOBRE EL OPUS DEI PARA PADRES Y ADOLESCENTES
Autor: Pero

 

CAPÍTULO I

El caldo de cultivo

En contra de lo que en ocasiones pueda parecer, el Opus Dei cuenta con un aparato de captación bien organizado, que pivota principalmente sobre el binomio club juvenil-colegio.

El club juvenil: célula básica de captación

La unidad básica de funcionamiento dentro de la infraestructura de captación de la que dispone la Prelatura del Opus Dei es el club juvenil.

Un club juvenil es un local físico, a menudo ubicado en un barrio afluente y dotado de una nada despreciable cantidad de medios materiales, que sirve como centro de operaciones para que miembros numerarios de la Obra destinados a la “labor con adolescentes” puedan entrar en contacto con los mismos. Los “numerarios”, a los que también me referiré en lo sucesivo como “monitores del club” o “captadores”, son personas célibes que se caracterizan por la entrega incondicional de su vida a la institución y por su incombustible celo proselitista. Los numerarios frecuentemente residen en la propia sede del club juvenil, en comunidades de hasta unas veinte personas...



A título informativo, diremos también que existen también en el Opus Dei “supernumerarios” (miembros no célibes) y “agregados” (miembros célibes que a diferencia de los numerarios viven con su propia familia). La implicación de estos miembros de la Prelatura en el día a día del club es por lo general mucho menor, por lo que no los mencionaremos mucho a lo largo de las siguientes páginas.

Los clubes operan en base a la organización de una gran variedad de actividades potencialmente atractivas para adolescentes, que incluyen competiciones deportivas, actividades culturales, juegos, excursiones y convivencias. Todo ello se lleva a cabo en paralelo a una serie actividades menos lúdicas, enfocadas principalmente al estudio y a la llamada “formación humana y espiritual”. Estas últimas son particularmente atractivas a ojos de la mayoría de los padres, generalmente buenos católicos (y a menudo además supernumerarios) que perciben así el club no sólo como un lugar de entretenimiento “sano”, sino también como algo “bueno” y hasta potencialmente útil.

La puesta en escena de estas actividades a menudo corre a cargo de los propios numerarios, que en todo momento intentan conseguir una atmósfera alegre y desenfadada, incluso si esto es a expensas de transigir con ciertos comportamientos que a la mayoría de los chicos no les son permitidos en casa. A modo de ejemplo, puede decirse que es frecuente que niños de doce y trece años comiencen a fumar en secreto en los clubes aprovechando el consentimiento tácito o incluso la instigación directa de los monitores.

Ésto último es un buen ejemplo del doble juego que hace el club juvenil: por un lado, el captador aparece como una persona responsable, “sana” y digna de confianza ante los padres, mientras que por el otro establece una relación de complicidad con los hijos, basada en compartir “pequeños secretos”. Como consecuencia, el club se convierte en muchos casos en un lugar donde dentro de unos ciertos límites, los chavales pueden actuar impunemente a espaldas de sus padres con la connivencia de los monitores.

Con este modus operandi se persigue allanar el camino para las futuras “vocaciones”. Se pretende que los chicos se sientan a gusto, puesto que esto facilita la tarea de ganarse su confianza y entablar con ellos una relación amistosa que permita conocerlos bien. Después, se lleva a cabo una selección de aquellos que por su forma de ser y actuar puedan convertirse en objetivos potenciales a corto y medio plazo. Por último, y en base a la relación de confianza establecida entre el numerario y el menor, el primero puede provocarle al segundo lo que en el argot interno de la Obra se conoce como “la crisis vocacional”.

Tiempo habrá más adelante para explicar los métodos concretos de los clubes juveniles, pero vale la pena antes dedicar unos párrafos al otro elemento del aparato de captación del Opus Dei que antes hemos mencionado: el colegio. 

El colegio: vivero del club 

Dado que el propósito único del club juvenil es conseguir prosélitos (principalmente futuros numerarios) es conveniente maximizar las posibilidades de que los chicos que acudan a las actividades reúnan las condiciones necesarias para serlo. Por ello, los clubes necesitan un vivero donde obtener el grueso principal de sus socios. Este es precisamente el papel que en la Prelatura del Opus Dei juegan los colegios.

Si bien es cierto que teóricamente cualquier colegio o instituto podría servir para hacerse con una base de chicos dispuestos a asistir a las actividades del club, no menos cierto es que las condiciones que debe reunir un futuro numerario son más o menos precisas, y pueden irse cultivando desde edades muy tempranas. Es por ello que la Prelatura cuenta con un elevado número de centros educativos (principalmente colegios privados), que de manera oficial o extraoficial dependen espiritualmente de ella, y cuya función principal, a menudo por encima de su finalidad educativa, es servir de vivero a los clubes juveniles. Vaya por delante que esta última afirmación no va encaminada a poner en tela de juicio el trabajo de muchos profesionales de la enseñanza que desempeñan su labor docente en colegios vinculados a la Prelatura (después de todo, ni siquiera la totalidad del profesorado en los mismos pertenece a la institución), sino a poner de manifiesto la tarea que estos centros desempeñan en la estructura de captación de la Obra.

Así, los colegios actúan como un primer señuelo para padres, centrando su actividad en atraer familias jóvenes, católicas, de planteamientos típicamente conservadores y de extracción social y renta económica media-alta. Se valora asimismo el grado de afinidad o parentesco que estas familias puedan tener con miembros de la Prelatura, así como su número de hijos. De esta manera puede decirse que incluso antes de que muchos de los futuros prosélitos den sus primeros pasos, la maquinaria de la Obra ya va sentando las bases para su captación.

Para hacerse una idea de la magnitud del aparato educativo del Opus Dei, sirva como referencia la existencia de más de cuarenta colegios solamente en España, incluyendo “obras corporativas” (oficialmente vinculadas a la Prelatura) y colegios de “labor personal” (extraoficialmente dependientes espiritualmente de la misma, aunque a menudo esta dependencia se niegue desde los propios centros). Entre todos ellos encontramos algunos colegios privados con cierto nombre, como Retamar en Madrid, Viaró en Barcelona, Altair en Sevilla o Gaztelueta en Bilbao.

Los colegios sirven fundamentalmente para identificar a aquellos chicos que desde temprana edad apuntan las cualidades necesarias para llegar a ser numerarios, a saber: docilidad, laboriosidad y piedad (pluses añadidos son don de gentes, capacidad de sacrificio, liderazgo e inteligencia, así como cualquier otra virtud digna de mención). La tarea de selección es llevada a cabo principalmente por numerarios, casi siempre residentes en clubes juveniles, que forman parte del personal docente del colegio y se distribuyen estratégicamente dentro tanto de su organigrama de gobierno como del profesorado de aquellos cursos donde por la edad de los alumnos sea más interesante para el club contar con su presencia. De paso, los captadores del club consiguen también conocer otros aspectos interesantes acerca de los chicos, como por ejemplo su forma de desenvolverse en su ámbito de trabajo (el estudio) o si son capaces de arrastrar a sus amigos – cualidad ésta que puede ser de gran interés para el club juvenil.

En la actualidad, existe un amplio elenco de numerarios que se dedican a la docencia en colegios privados de la Prelatura, principalmente en los cursos correspondientes a edades que oscilan por lo general entre los diez (5º de Primaria) y los quince años (4º E.S.O.). Al margen de su labor docente, que pueden desempeñar con mayor o menor pericia, su trabajo principal consiste en atraer al club aquellos estudiantes que puedan encajar mejor con lo que éste busca. Asimismo, la presencia de miembros del profesorado entre los residentes del club juvenil contribuye a incrementar la confianza de los padres en la seriedad de éste último.

En contra de lo que pueda parecer, la relación profesor-alumno no suele ser un inconveniente para atraer a los chicos al club, puesto que es hábilmente manejada por los captadores integrados en el profesorado. Éstos aprovechan su ascendencia sobre los chicos para hacerles pequeñas concesiones, que pueden ir desde el tuteo en conversaciones privadas (en los centros educativos de la Prelatura los profesores generalmente reciben de los alumnos un trato de usted) a la posibilidad de escapar de algunas clases amparados en la “necesidad” de ir a ver a un profesor (el propio captador), así como determinados tratos de favor u otros comportamientos poco éticos de entidad relativamente menor (“filtración” de preguntas de exámenes, facilitar la escapatoria de algún castigo, etc). Por otra parte, no puede olvidarse que aquellos alumnos “interesantes” para los captadores suelen ser buenos estudiantes que, lejos de ver al profesor como un enemigo, son proclives a disfrutar de una cierta relación de complicidad con él.

Dentro del ámbito de los colegios de la Obra existe también la figura del “preceptor”. Se trata de un profesor que se asigna como mentor a cada chico, y que en principio constituye la primera parada para tratar los problemas (académicos o de otra índole) que el alumno pueda tener. A la charla uno a uno entre el preceptor y el alumno se le denomina “preceptuación”, y como mucho puede tener lugar hasta cuatro o cinco veces por trimestre.

Hasta tiempos recientes, el preceptor era prácticamente siempre un miembro del Opus Dei, cuya tarea extraoficial consistía en acercar a los padres al ámbito de influencia de la Prelatura. Si además era numerario y residente en un club juvenil, el preceptor tenía la tarea añadida, de forma implícita o explícita, de seleccionar a los chicos más interesantes para la labor de captación. Sin embargo, en los últimos años viene siendo cada vez más frecuente encontrar entre los preceptores a algunos miembros del personal docente que no pertenecen a la Obra. Esto obedece al hecho de que el alumnado de los colegios de la Prelatura se ha ido masificando con el tiempo, hasta el punto de que en la actualidad es cada vez más frecuente encontrar familias o chicos “menos interesantes”. Entre ellos se cuentan por ejemplo los hijos de padres divorciados o separados, hijos de familias muy adineradas con poca sensibilidad religiosa o estudiantes poco sobresalientes o con alguna minusvalía. En muchos casos, la preceptuación de estos alumnos se considera a efectos prácticos una pérdida de tiempo para un numerario, puesto que éste debe centrarse en conseguir nuevos prosélitos. Así se explica también por qué una parte no poco importante de los ex alumnos de centros educativos de la Prelatura no han experimentado la presión de entrar en el “ambiente club”.

En ciudades donde la labor de la Obra se encuentra especialmente desarrollada la manera de atraer a los chicos a la órbita de los clubes juveniles se complementa con una organización racionalizada reminiscente de la producción industrial. Sirva como ejemplo el caso de Madrid, donde en la actualidad operan varios colegios y clubes de la Prelatura. Desde hace algunos años viene existiendo entre ellos una suerte de pacto de no agresión, que establece vínculos preferentes entre colegios y clubes: así, el club juvenil Argüelles (sito en el barrio que lleva el mismo nombre) y el club juvenil Neveros (Pozuelo de Alarcón), tienen prioridad para explotar la “materia prima” (los alumnos) dentro del ámbito de influencia del Colegio Retamar, mientras que el club juvenil Amura (Mirasierra) centra sus esfuerzos en el Colegio El Prado.  

La relación entre centros educativos y clubes juveniles es frecuentemente extraoficial, aunque es cierto que existen algunos casos en que los segundos son oficialmente responsables de organizar determinadas actividades extracurriculares ofertadas por los primeros, que incluyen por ejemplo convivencias o excursiones.

Por tanto, y a modo de conclusión, puede decirse que los centros educativos vinculados al Opus Dei tienen como una de sus funciones principales el servir de vivero a los clubes juveniles de la Prelatura. Estos últimos constituyen el verdadero caldo de cultivo para la captación de menores por parte de la Obra, y se benefician de dichas instituciones docentes para realizar entre sus alumnos una primera selección de potenciales objetivos proselitistas.

 

 

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